De las heridas aún abiertas que dejó la masacre de Bojayá, perpetrada el 2 de mayo de 2002 cuando guerrilleros de las FARC lanzaron un cilindro bomba contra la iglesia del pueblo donde se había refugiado la gente durante un combate con paramilitares, emergió un brillo de esperanza a través del arte y la música.
Las comunidades que viven a orillas del río Atrato recibieron la visita de representantes de los Ministerios de las Culturas y de Educación para un acto «de reparación, reconciliación y no repetición».
En la conmemoración, los bojayaceños hicieron una peregrinación con el Cristo mutilado, la única imagen de la iglesia que sobrevivió a la bomba y símbolo de resistencia para los sobrevivientes.
Además, un grupo de mujeres Cantadoras de Pogue dedicaron sus letras a la paz con palomas blancas de papel en sus manos: «Las víctimas de Bojayá no paramos de cantar, para mitigar el dolor y que nos dejen en paz».
«La música tiene un papel importante en la reconstrucción del tejido social de Colombia», dijo a EFE el director ejecutivo de la Asociación Nacional de Música Sinfónica, Antonio Suárez, quien participó en el acto.
Formación musical «en clave de paz»
El acto conmemorativo de la masacre precedió al anuncio de los dos ministerios de la creación del programa ‘Sonidos para la construcción de paz’.
El gerente del programa a nivel nacional, Gabriel Arjona, detalló a EFE que más que clases de música, lo que se busca es «incentivar la creatividad y habilidades que sean proclives hacia una paz duradera».
La música llegará este año a 1.590 establecimientos educativos, en 687 municipios de todos los departamentos de Colombia, y con ese programa se espera beneficiar a más de 300.000 niños, niñas, adolescentes y jóvenes en todo el país.
En Bojayá, en concreto, incidirán en tres instituciones: el Centro César Conto y otros dos planteles indígenas, en los que esperan hacer «un trabajo integral a través de la música y la cultura».
A pesar de que el acto estuvo centrado en la conmemoración de la masacre y en la apuesta por una formación musical y artística de los más jóvenes, las peticiones que anualmente repiten los habitantes incluyeron una mejora del servicio de electricidad e interconexión con el resto del país.
Si las ruinas hablaran
El Bojayá antiguo, donde sucedieron los actos conmemorativos, es un lugar abandonado que habitan menos de 15 personas, pues los supervivientes de la masacre y sus familiares dejaron sus hogares y se mudaron a Bellavista, pueblo a pocos minutos en barca de Bojayá.
Edificios en ruinas y un campo de fútbol inundado dieron la bienvenida a todo aquel que llegó al pequeño muelle de madera en el que atracaron las lanchas venidas desde Vigía del Fuerte y Quibdó, la capital del Chocó.
El líder comunitario y también «hijo de Bojayá» José de la Cruz Valencia, afirmó que quieren convertir a ese pueblo martirizado por la violencia en un lugar de memoria para Colombia.
«Las ruinas hablan muy bien de lo que ha sido la brutalidad del conflicto en Colombia», explicó de la Cruz, quien además detalló que quieren convertir el municipio «donde tantos de los nuestros derramaron sangre injustamente», en lugar de ejemplo para la formación de paz en el país.
EFE