Bello bajo fuego 2020: la guerra urbana que pudo evitarse

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Introducción necesaria

La realización de este artículo tiene como fin mostrar que lo ocurrido en la guerra urbana pasada se está repitiendo este año; pareciera estar calcada en cada una de sus acciones: violencia y criminalidad desmedida, atrocidades permanentes, constreñimiento a la comunidad, indiferencia estatal desde lo local, departamental y nacional. Eso arroja la disputa militar de ayer y hoy en este municipio del norte del Valle de Aburrá.

Por eso nos dimos a la tarea de mostrar lo acontecido en el orden público en Bello en el 2019, cuando se desató la confrontación armada en una parte de sus territorios y que afectó directa e indirectamente a miles de familias que los habitan. Igualmente, es necesario acompañar el escrito con la secuencia de cada una de las noticias que fueron registradas en su momento por la Agencia de Prensa Análisis Urbano, lo que permitirá a los funcionarios no caer en el acto irresponsable de salir con ligerezas a decir que lo escrito son exageraciones de las aves de mal agüero —así nos han catalogado no pocas veces— que construyen versiones apocalípticas de la realidad.

El recorrido es minucioso para que la institucionalidad revise si las fórmulas aplicadas en materia de seguridad son adecuadas u obsoletas para este 2020, año en que la guerra afloró con los mismos actores armados y en las mismas comunidades. Lo único que cambió son los que están al frente de la administración municipal y departamental, además de la llegada de la pandemia del COVID-19.

En nuestro análisis observamos que hasta el momento la estrategia de seguridad sigue basada en capturas, decomisos y control a las bandas enfrentadas. A eso le añaden la receta de siempre, aumento en el pie de fuerza —así no se tenga el personal disponible y capacitado—, cámaras de seguridad y anuncios mediáticos mostrando triunfos inexistentes. Debemos recordar que derrotar al crimen en los medios de comunicación no es lo mismo que ganarle en el terreno; controlar criminales nunca será lo mismo que desmantelar estructuras ilegales.

Otra de las estrategias ha sido ofrecer recompensas. Su mala implementación se ha sumado al carrusel de la corrupción, constituyendo el cartel de las recompensas y los falsos testigos, fomentando delaciones, muchas de ellas encaminadas a perfilar supuestos coordinadores, subjefes, jefes o, en su defecto, a mostrar a otros que están inactivos o han perdido poder en el crimen urbano y rural; todo eso terminaría sirviendo para ocultar a los verdaderos patrones del crimen urbano y, por consiguiente, a sus aliados en otros grupos armados ilegales (GAO), nombre con el que el Gobierno bautizó a paracos, traficantes y guerrilleros, borrando de su retina a la Oficina del Valle de Aburrá.

Dejamos en claro y nos sostenemos en afirmar que esta confrontación armada pudo haberse evitado o al menos haber menguado —al igual que la anterior— con voluntad política e inteligencia en la planeación de la estrategia de seguridad. La confluencia de esos dos factores habría evitado un número tan alto de víctimas, entre muertos, heridos y desaparecidos forzados que dejó la anterior y que hoy, para el infortunio de la comunidad bellanita, se empieza a repetir.

Nuevamente se nota que la institucionalidad en su conjunto continúa fallando, no ha sido capaz de adelantarse a los acontecimientos violentos.

¿Qué falló en la estrategia de seguridad de 2019 y falla ahora en 2020?

La pregunta se la hacen muchos, para nosotros hay una respuesta, falló la inteligencia policial, militar y lo concerniente a la investigación judicial que dirige la Fiscalía General de la Nación. Igualmente, falló la administración municipal que no tuvo capacidad de maniobra ni voluntad política para asumir con responsabilidad el inmenso reto que se vino después de la masacre del 9 de febrero de 2019. También falló esta en no convocar y rodearse de organizaciones, liderazgos sociales y comunidad organizada. En la actualidad están cometiendo el mismo error.

Año 2019, se desató la guerra urbana en territorio bellanita

Finalizando enero y a comienzos de febrero de 2019, algo estaba cambiando en el municipio, nada bueno se presagiaba, las tensiones en las estructuras criminales y bandas satélites eran evidentes, una serie de homicidios y, posteriormente, una masacre, anunciaban una guerra urbana en algunos territorios. La ciudadanía, la más afectada en este tipo de situaciones, sabía que las cosas empeorarían. La institucionalidad, como suele suceder, guardó silencio, creyendo tener la razón para estar tranquilos. Ya varias veces se habían presentado fricciones entre bandas, sin embargo, las más poderosas habían aplacado los problemas con diplomacia y forzando pactos. Esta vez no fue así, algunas bandas se salieron del redil —al que llamaremos Alianza Criminal del Norte (Línea Mayoritaria)— y empezaron la disputa armada, siempre han respetado a los otros miembros de esa línea militar considerada la más grande hasta el momento en la Oficina del Valle de Aburrá. La otra línea militar es la Confederación Criminal de Medellín (Línea Minoritaria), dirigida por La Terraza.

El mensaje fue dado, aproximadamente siete hombres que se movilizaban en un carro y dos motocicletas, fuertemente armados, dispararon indiscriminadamente contra las personas que se encontraban departiendo en una fiesta de cumpleaños, en un inmueble de la avenida 44 con diagonal 59, barrio Niquía Camacol. Allí asesinaron a uno de los llamados «vieja guardia» o de la vieja escuela de la estructura criminal de Pachelly, Mauricio Arias Guerrero, alias Guerrero, además de dos personas que lo acompañaban, tres más quedaron heridas.

El pronunciamiento de la Alcaldía de Bello y la Policía local fue mediático y sin sentido; al igual que las medidas tomadas para prevenir nuevos actos violentos, estaban convencidos de que el hecho criminal se quedaría así, sin retaliaciones. La realidad rebasó el mediocre cálculo oficial.

En ese momento la cifra oficial de homicidios se estableció en once, frente a lo ocurrido en igual periodo de 2018, cuando se registraron siete casos. Así se encontraba Bello, en ese momento, por eso la tranquilidad pasmosa de la Alcaldía, la Policía y la Fiscalía. Lo peor estaba por venir.

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Hipótesis sobre la masacre

Mucho se dijo frente a lo ocurrido en la masacre del 9 de febrero, sin embargo, reseñamos cuatro versiones que, consideramos, tuvieron fuerza. La primera fue entregada por investigadores judiciales; además de algunas personas que buscaban alterar la realidad y desviar las motivaciones, autores materiales e intelectuales, en esta se habla de venganza pasional y el posible enfrentamiento entre La Terraza y Pachelly. Rápidamente fue descartada.

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La segunda apuntaba a las intenciones de El Mesa, que quiere ser el único dueño y señor del negocio criminal en ese —además de Copacabana, Girardota y Barbosa—.  versión que tiene algo de cierto, pero no es contundente. 

La tercera habla de que El Mesa y Niquía-Camacol, buscarían acabar con la gaminería y maltrato con los que algunos jefes de Pachelly someten a la comunidad, pocas veces se ha visto en el mencionado municipio que entre bandas poderosas se supervise las actuaciones de las otras bandas, además hay estructuras más poderosas que terminarían impidiendo ataques por ese tipo de razones.   

La cuarta es la más aproximada a la realidad: la guerra se desató por un cúmulo de episodios, entre ellos, traiciones, asesinato de amigos en común —por ejemplo, el homicidio de alias Tavo Ruedas—, venganzas, territorios en disputa, intereses sobre corredores estratégicos y territorios dentro y fuera del municipio, dineros perdidos, entre otros.

Los hechos más relevantes del inicio de la guerra urbana

Después del 9 de febrero vino el nutrido cortejo a punto de disparos con el que al parecer despidieron a alias Guerrero, además empezaron a aumentar los homicidios y surgieron los panfletos notificando a quiénes perseguían y quiénes seguían en la lista para matar, además de mensajes alusivos a lo que les hacían sus enemigos, quiénes eran, dónde se mantenían, quiénes eran sus mandos; dando inicio a la delación por redes o, como dicen los criminales, «la sapería».

Febrero fue un mes convulsionado, violento y cargado de incertidumbre, no había suficiente claridad acerca de quiénes se enfrentaban realmente.

Finalizando el mes ya se tenía más claridad de lo que sucedía. El asesinato de Juan Carlos Rivas Vallejo, el viernes 21 de febrero, quien se presume era integrante de Pachelly, lo evidenciaba; era claro que alguien se estaba enfrentando a esta poderosa estructura criminal.

El Mesa y su banda satélite Niquía-Camacol se enfrentan militarmente a la estructura Pachelly

Tal como lo había anunciado oportunamente la Agencia de Prensa Análisis Urbano, había estallado la guerra urbana; homicidios y enfrentamientos entre grupos armados mostraban esa realidad.

Posteriormente, un comunicado oficial de la Alcaldía apareció después de una reunión institucional, corroborando lo que ya se sabía: la disputa armada en Bello. Era imposible ocultar por más tiempo la racha violenta que se estaba presentando; lamentablemente, la estación de policía acantonada en el municipio seguía minimizando los hechos y la guerra que se había desatado. «En dicha reunión la fuerza pública aclaró que lo que se está presentado en el municipio, es una alteración en la seguridad, por medio de disputas de algunos grupos al margen de la ley que no debe generar miedo en la ciudadanía, ya que se viene presentando en diferentes municipios del Área Metropolitana del Valle de Aburrá y algunas comunas de Medellín.» Como quien dice, bellanitas, estén tranquilos, no solo se están matando acá, también lo hacen en Medellín y el resto del Valle de Aburrá.

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El desangre continúa a finales de febrero y durante marzo, a la par aumentan las desapariciones forzadas y pululan los anuncios oficiales

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La desaparición forzada se evidenció con el menor Julián Velásquez Grisales

El lunes 25 de febrero  fue secuestrado y posteriormente desaparecido forzadamente este joven, presuntamente por sujetos pertenecientes a la estructura criminal de Pachelly.

Ese día, una fuente relató a la Agencia de Prensa Análisis Urbano que los mismos sujetos que asesinaron a Esteban Berrío Grisales, de 32 años, el 25 de febrero a las 2 de la tarde, en la avenida 38 con diagonal 59, barrio Niquía de Bello, habrían sido quienes se llevaron a la fuerza al menor de edad. «Fueron los pachechos[1], ellos mataron a Pecueca[2] y cogieron a Gogo, el chiquitico. También le iban a dar a otro pelao, pero se alcanzó a escapar».

Luego del homicidio y del secuestro y la desaparición del menor empezaron a aparecer mensajes de WhatsApp en los que, al parecer sujetos pertenecientes a la banda de Pachelly, se mostraban contentos con el homicidio de Esteban Berrío y a continuación anunciaban otros asesinatos que vendrían de los miembros de Niquía-Camacol: «Ahí van cayendo los perros de Camacol. Primero van a caer esos visajosos como el Coste, Cachetes, Cholo, el Barbero, el Feo, entre otros. Y luego vamos por Agujas, la Mula, entre otros. Pero en especial vamos por vos, Juan 23, te vamos a sacar de tu guarida rata», se puede leer en el mensaje.

Al 26 de febrero ya se habían cometido 17 homicidios en 2019, se incluían los hallazgos de cadáveres en el río Medellín.

El 25 de marzo se registró en la diagonal 57 con avenida 47B, sector El Congolo, del barrio Niquía, el homicidio de Lucas Caro Gómez, de 31 años, destacado profesor de rugby. «Se dedicaba solo al deporte y no tenía problemas con nadie», confirmó una fuente. Este asesinato demostraba a finales de marzo que la guerra no solo tocaba a quienes estaban en confrontación armada, también llegaba a quienes no tenían que ver con el conflicto que se vivía en Bello. Para el 26 de marzo ya se habían perpetrado 27 homicidios.

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Abril, mayo junio y julio también fueron meses violentos

Abril inició con dos asesinatos, el primero fue en la madrugada. Se realizó la inspección judicial de un cuerpo que fue encontrado envuelto en sábanas, en la carrera 45 con la calle 22D del barrio Zamora, luego en la avenida 41 entre las diagonales 55 y 57 de Niquía, fue encontrado el cadáver de un hombre dentro de un taxi.

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El 2 de abril, en la maña de ese martes, fue avistado el cadáver de un hombre, entre 35 y 40 años, en el lecho de la quebrada La García, a la altura del parque deportivo Tulio Ospina.

En la avenida 58 con diagonal 45, barrio Niquía, fue baleado un hombre de entre 22 y 26 años.

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El 13 de abril hubo un nuevo homicidio a eso de las 10 de la noche. En la diagonal 56 con carrera 47A fue atacado a tiros el señor Dubán Ferney Monsalve Serna. Con este caso, el número de homicidios en Bello había ascendido a 33.

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La racha de homicidios en la segunda quincena de abril seguía, los anuncios mediáticos de la institucionalidad también

El 28 de abril, nuevamente, recordábamos que Julián Velásquez Grisales, de 15 años, continuaba desaparecido y que la recompensa de diez millones de pesos no servía para que las autoridades ni los familiares estuvieran más cerca de encontrarlo, llevaba 63 días desaparecido.

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Termina abril con un deceso y dos homicidios más

En mayo no para la confrontación armada

El 7 de mayo fue baleado José Aicardo López, de 44 años, mientras cruzaba la calle tras salir del edificio en el que vivía. Ocurrió en la avenida 44 con diagonal 58, barrio Niquía, sector de La Chinca, conocido así porque cerca está la iglesia de Nuestra Señora de Chiquinquirá. Con esta muerte, el número de homicidios llegó a 51.

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Continúo la racha violenta y los operativos de la fuerza pública

El 9 de mayo fue un día de gran preocupación para los bellanitas, aparecían oficialmente las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) o Clan del Golfo. Se rumoraba de tiempo atrás que estaban aliadas a la estructura criminal de Pachelly para enfrentar a El Mesa y Niquía-Camacol.

Para el 18 de mayo la guerra continuaba en Bello, aunque se rumoraba en el bajo mundo que las estructuras criminales llegarían a un pacto de no agresión, eso garantizaría que la calma retornaría a este municipio del norte del Valle de Aburrá, sin embargo, no ocurrió, las exigencias de lado y lado no lo permitieron, la guerra seguiría.

Ese día la noticia fue triste, otro homicidio, fue asesinado un hombre de unos 25 años el sábado 18 de mayo, en horas de la tarde. El hecho ocurrió en la diagonal 58A con avenida 46, barrio Niquía, una cuadra abajo de la parroquia Santa María de la Candelaria. Ese día la cifra de homicidios llegaba a 59.

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Seguían los homicidios, mayo terminaba mal en Bello

La primera parte de este artículo muestra la dimensión de la confrontación armada que ocurrió  en el municipio de Bello en 2019. El resumen termina en mayo para recordar que la reactivación de la guerra, iniciando enero del año 2020, a la fecha del 5 de mayo, lleva más de 51 homicidios y unos 22 desaparecidos. El espejo está puesto y lo que se ve es igual.


[1] Integrantes de la banda Pachelly.

[2] Como le decían a Esteban Berrío.

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