El país del fútbol y el Samba está al borde de un golpe de estado que, infelizmente, podría ser replicado fácilmente en otros países de latinoamérica, entre esos –como no-: Colombia y Chile. Los demócratas estamos a tiempo de evitarlo pero las opciones y el tiempo cada vez son más limitadas.
Crónica de Urías Velásquez Ospina /twitter: @UriasV
Tarciana es una joven de escasos recursos a la que le faltan dos años para graduarse como contadora en una universidad pública de la caliente ciudad de Manaos al norte de Brasil, además, es gay. Es decir, para tener todas y cada una de las tipologías que más odia el Presidente Jair Bolsonaro -“loco que gobierna Brasil”-, solo le falta una: ser de izquierda progresista. Las otras características son: los pobres, los indígenas, la población LGBTIQ , la selva amazónica y la periferia del país en la que se encuentran los estados más atrasados al nordeste –estos últimos tan señalados por Bolsonaro que Rui Costa, gobernador de Bahía, públicamente ha asegurado que: “…desgraciadamente, tenemos un presidente que odia al pueblo nordestino”.
Y es que la joven se presenta ante sus seguidores en facebook como una radical de derecha. Sí, una furibunda y desinformada seguidora de la ultra-derecha brasilera que otrora: para no ir más lejos, entre los años 64 y 85 del siglo XX, convirtió al gigante suramericano en el matadero a cielo abierto más grande sobre faz de la tierra. Sí, un matadero donde se ejecutaba sumariamente y en las calles a ciudadanos desprevenidos sin importar si, en efecto, eran subversivos, estudiantes revoltosos o adeptos al comunismo del que los militares decían estar protegiendo a Brasil cuando en realidad lo que estaban haciendo era saquear a manos llenas el erario.
Sí, un infierno que la mayoría de los ciudadanos de a pie creían haber enterrado en el pasado pero que, infelizmente, comenzó a gestarse nuevamente ese antidemocrático 2 de diciembre de 2015 y cuando el más tarde procesado por corrupción: Eduardo Cunha, presidente de la Cámara de los Diputados, inicio un juicio político contra la legitima presidente de ese entonces: Dilma Rousseff y que a la postre termino por obligarla a dejar el cargo en manos del traficante de influencias Michel Temer, ese sí, un deshonesto que unos meses después sería acusado de corrupción pasiva, organización criminal y obstrucción de la justicia.
Un infierno que volverá si es como lo avisa el hijo del presidente Eduardo Bolsonaro, diputado federal, a diario por los medios de comunicación adeptos al gobierno –entre esos, como no, la siempre adepta a las imposiciones militares: la red Globo- o simplemente en los pasillos del congreso: «o problema não é mais «se» haverá uma rutura institucional mas «quando» (El problema no es si habrá un golpe de estado sino cuándo será).
El país político parece estar dividido entre los que celebran la “propuesta” del loco y los que la hayan algo extrema, entre estos últimos destaca el gobernador de San Pablo: João Doria quien constantemente se aleja de las disposiciones del gobierno federal, particularmente lo hizo en el manejo del Covid-19 que ya tiene al país como la segundo nación con más muertos por la pandemia , y que abiertamente dice que “el país tiene un presidente que no está con las facultades mentales en plenitud para poder liderar”.
Infelizmente, el problema trasciende a Brasil pues Bolsonaro influye mucho en los demás mandatarios de ultraderecha de Latinoamérica, y ya se habla abiertamente de la posibilidad de otros golpes de estado al estilo del ejecutado por el nefasto Fujimori en el Perú en 1992. Es decir: golpes dados por gobiernos civiles que cierran sus congresos y declaran al presidente en ejerció como único poseedor de todos los poderes del estado. Particularmente se comenta de esta posibilidad en dos gobiernos: el autoritario de Sebastián Piñera en Chile que tiene al país desde hace unos meses bajo ley marcial de facto y el de Iván Duque, el presidente puesto por la mafia en Colombia de acuerdo con las juiciosas investigaciones de, entre otros, Gonzalo Guillén, Julián Martínez, Diana López Zuleta y Daniel Mendoza.
Particularmente, en este último régimen –que en realidad gobierna Álvaro Uribe- la situación es sumamente preocupante ya que y aprovechando la pandemia el gobierno cerró el congreso de facto, impidiendo que la labor se haga presencial y obligando a los senadores y representantes a operar de manera virtual. Esto aunado a otras medidas autoritarias como: el despilfarro los fondos públicos repartiendo a diestra y siniestra entre sus amigos y banqueros, la politización de la justicia a través de fallos antijurídicos en contra de la oposición, el permiso inconstitucional a la entrada de tropas extranjeras al territorio, el aumento de los asesinatos a líderes sociales, el aumento significativo del endeudamiento por varios miles de millones de dólares con las entidades internacionales, etc.
Todo esto sin tener en cuenta que el próximo año, el 2021, será un año de vacas flacas por la depresión en los precios del petróleo –bien primario del que depende gran parte del ingreso nacional-, por la baja tributación debido a la frenada de la economía y por la incapacidad del país para generar demanda interna.
¿Probabilidades de que estos golpes se den? Todas, particularmente en Colombia en donde ya el uribismo en el gobierno es una fuerza política minoritaria y en franca decadencia debido a los escándalos de corrupción, asesinato y robo masivo que a diario se le descubren y prueban, y de los que si no se traducen en condenas judiciales es debido a la contaminación por corrupción que también alcanza el sistema de justicia, una de cuyas entidades, la Fiscalía General de la Nación es manejada arbitrariamente por Francisco Barbosa, un hombre cuyo único mérito es haber sido el compinche de duque en las parrandas universitarias.
Malas noticias para todos, incluida Tarciana, porque el loco Bolsonaro ya avisó que cuando sea dictador una de sus tareas prioritarias será acabar con la educación pública gratuita en su país -algo muy similar a lo que siempre ha añorado Álvaro Uribe en Colombia- de tal manera que difícilmente nuestra joven aspirante a Nazi podrá concluir sus estudios y así salir de la pobreza ancestral en que la sumieron los gobiernos de ultraderecha que desde siempre han gobernado esta triste Latinoamérica.
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