Brasil es castigado por la sequía: embalses en alerta y la luz por las nubes

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Vargem (Brasil), 1 de octubre de 2021.- Las consecuencias de la sequía que sufre Brasil ya se sienten en varias regiones del país, con los embalses bajo mínimos, la factura de la luz por las nubes y algunos casos de municipios con racionamiento de agua, en medio de la peor crisis hídrica de los últimos 91 años.

La mayor economía latinoamericana mira ahora al cielo con la esperanza de que a partir de este mes la época de lluvias aplaque el alarmante déficit de precipitaciones en las regiones sureste y centro-oeste, donde se concentra la mitad de la población del país.

Las previsiones para los próximos meses no son buenas y anticipan lluvias por debajo de la media histórica o como mucho dentro ella.

«Con eso no habrá una recuperación de los embalses en la cantidad que sería necesaria», afirmó a Efe Pedro Luiz Côrtes, profesor del Instituto de Energía y Ambiente de la Universidad de Sao Paulo (USP).

Según el Operador Nacional del Sistema Eléctrico (ONS), los embalses con capacidad de producción hidroeléctrica de las regiones sureste y centro-oeste, donde están las grandes baterías del país, están al 17 % de su capacidad.

El año pasado, por estas fechas, rozaban el 40 % y en 2001, cuando el país enfrentó diversos apagones, estaban al 23,5 %. Mientras, los efectos de la sequía empiezan a ser visibles.

Fotografía aérea tomada con un dron que muestra la represa Jaguari, parte del Sistema Cantareira, que presenta un bajo nivel de agua el 29 de septiembre de 2021 en Vargem, a 88 kilómetros de Sao Paulo (Brasil). EFE/Sebastiao Moreira

SEQUÍAS CADA VEZ MÁS FRECUENTES

Los efectos se ven claramente en lugares como la represa Jaguari, en el municipio de Vargem (sureste), que forma parte del vasto sistema que abastece a Sao Paulo y su zona metropolitana, que cuenta con más de 20 millones de habitantes.

Está a un 30 % de su capacidad, 13 puntos menos que en 2020. Hace una década estaba al 80 %. Algunos extremos del embalse hoy lucen secos. Paredes verticales de tierra recuerdan esa abundancia de agua de años anteriores, según constató Efe.

La maleza ha ganado terreno y en algunas partes donde antes había agua hoy pasta el ganado. José da Rosa pesca en esta represa desde hace 25 años.

«El agua llegaba más o menos hasta donde está ese vehículo», dijo este obrero de 57 años señalando la altura del agua hace unos años, varios metros por encima del actual.

Las crisis hídricas han sido recurrentes en Sao Paulo desde que comenzó el siglo XXI.

«En términos de generación de electricidad esta es la segunda crisis severa que tenemos en los veinte anos de este siglo, y de abastecimiento ya es la tercera», enumeró Côrtes, también consultor del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC).

Estas sequías, cada vez más frecuentes, se vinculan al cambio climático y a otros factores, como la creciente deforestación en la Amazonía, que se ha disparado desde la llegada al poder del presidente Jair Bolsonaro, o los efectos de fenómenos como La Niña.

Para Sao Paulo la situación hoy es peor que en 2013, año que precedió a una de las peores sequías de su historia reciente, porque «hay un 20 % menos» de agua almacenada y los pronósticos climáticos son «igualmente desfavorables», según Côrtes.

En el interior paulista, al menos 16 ciudades enfrentaron algún tipo de racionamiento de agua en septiembre, muchos de los cuales dependen de la cuenca del río Paraná, que también sufre una crisis sin precedentes. En agosto sólo seis estaban en esa situación.

Un hombre pesca en la represa Jaguari, parte del Sistema Cantareira, que presenta un bajo nivel de agua el 29 de septiembre de 2021 en Vargem, a 88 kilómetros de Sao Paulo (Brasil). EFE/Sebastiao Moreira

CONSECUENCIAS ECONÓMICAS

El impacto de la sequía también se ha sentido en el bolsillo.

Para incentivar el ahorro de electricidad -alrededor del 60 % sale de las hidroeléctricas-, el Gobierno anunció una nueva tarifa de «escasez hídrica» que se traduce en 14,2 reales (2,6 dólares) extras por cada 100kWh consumidos.

Ese reajuste es el último de una serie de subidas en la factura de la luz y refleja la producción récord de energía termoeléctrica, más cara y contaminante.

Todo ello en un contexto de debilidad económica. Con la inflación disparada en cerca de dos dígitos y un desempleo altísimo, rozando el 14 %.

El Gobierno descarta la posibilidad de un racionamiento eléctrico, aunque Bolsonaro ha invitado a los brasileños para «ayudar a Brasil» con una receta: evitar el ascensor, ducharse con agua fría -en Brasil muchas son eléctricas- y apagar «alguna» luz en casa.

Carlos Meneses

EFE

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