Por Luis Fernando Quijano Moreno
Hace unos años un comandante de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá negaba todo lo que pasaba en su jurisdicción, era un oficial muy bueno para los falsos positivos judiciales, pero no enfrentaba el crimen urbano y transnacional como se debería, recuerdo que públicamente se burló de las denuncias que hacíamos desde Corpades y la agencia de prensa Análisis Urbano, sobre la presencia de los carteles mexicanos en Medellín. Decía, irresponsablemente, que solo venían en plan de paseo o a esconderse de los criminales internacionales. Ese señor es el actual mayor general José Ángel Mendoza Guzmán, director de la Dirección de Antinarcóticos, con razón la lucha contra mafias y paramilitares no avanza en Colombia.
Este general negó la presencia de los carteles mexicanos en Medellín en contravía de las declaraciones de su superior, general Ricardo Alberto Restrepo, entonces comandante de la Dirección Antinarcóticos y actual subdirector de la Policía Colombia, quien afirmó en 2014: “Se ha detectado que hay carteles mexicanos que han llegado a Colombia básicamente a negociar la droga y estupefacientes para llevarlos ellos mismos”. Hoy se confirma que la mafia mexicana entró para quedarse en Colombia. Imagino que el general Mendoza no se ha dado cuenta, pues solo piensa en qué hacen las FARC-EP.
Esta introducción trae a colación el artículo que publicó la Revista Semana: “De empleados a capos de la droga”, que muestra claramente cómo la penetración de los carteles mexicanos es una realidad; las incautaciones, las capturas y las informaciones que señalan su presencia en territorio colombiano son irrefutables.
Por ejemplo, la presencia de estas organizaciones del crimen transnacional en Tumaco, Buenaventura, Putumayo, Cauca, Chocó, Santander, Valle del Cauca, Antioquia y Cartagena mostraría que los criminales mexicanos no vinieron de paseo o a esconderse, sino a hacer negocios. Sus clientes o nuevos trabajadores necesitan musculo financiero más fuerte para seguir trabajando.
Según la investigación realizada por Revista Semana, en solo tres operaciones realizadas en diferentes lugares el 3 de mayo de 2017, y que fueron coordinadas por la Dijín, la DEA, la Fiscalía General de la Nación y autoridades centroamericanas, se incautaron dos toneladas de droga que los carteles mexicanos sacaban de Colombia. En lo corrido de este año van más de 121 toneladas incautadas; la investigación apunta a que los carteles mexicanos eran los dueños de esa droga. ¿Será que están entrando al negocio no solo de la comercialización y distribución sino que ya están en la producción? ¿Será que ya tendrán o querrán adquirir las franquicias de las estructuras paramafiosas para ser los nuevos patrones del negocio criminal en Colombia? Todo apunta a que ese es su objetivo.
Mientras tanto, el Gobierno nacional sigue dando palos de ciego en la lucha contra el paramilitarismo y la mafia urbano-rural. Lamentable que para el mandatario de los colombianos sea más peligroso Carlos Chata que el crimen urbano-rural representado en la Oficina del Valle de Aburrá —otrora Oficina de Envigado— y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) —rebautizadas como el Clan del Golfo—, o el crimen trasnacional que se está tomando a Colombia a través no solo de carteles mexicanos sino del crimen brasileño como El Comando Vermelho o El Primeiro Comando da Capital, además de mafias italianas y rusas que hacen presencia en un país que se jacta de avanzar por el camino de la paz. Oscuro panorama le espera a la Colombia del posacuerdo. ————–
Apunte Urbano
Mucho se espera de los resultados que arrojarán los procesos de paz de las FARC-EP y El ELN, son grandes aportes, muy significativos, pero no podemos ser miopes o ingenuos, la lucha contra el paramilitarismo y la mafia han sido un fracaso por falta de voluntad política, incluso podrán llegar procesos de diálogo, negociación y sometimiento pero lo claro es que el poder real de nuestro país está preparando el terreno para que el gran negocio criminal siga protegido por otras siglas armadas pero que en últimas son los mismos ejércitos criminales de hace catorce años o de los actuales que terminarán “entregándose” para darle paso a la segunda fase de la reingeniería criminal que seguirá protegiendo el statu quo de la oligarquía más sangrienta de América Latina.
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