A Garzón es imposible olvidarlo. La prensa nacional y la sociedad civil colombiana lo recuerdan con mucha tristeza, pero a su vez con mucho cariño.
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Con el transcurrir del tiempo la figura ha mutado permanentemente y hemos visto cómo ha sido empleada por organizaciones políticas tanto de izquierda como de derecha, así como por delincuentes comunes y narcotraficantes, y en algunos casos incluso, con el apoyo de algunos miembros de la fuerza pública quienes se benefician operacional y económicamente del accionar ilegal de los delincuentes de marras.
Es de resaltar que, a partir del conflicto territorial mencionado, se han exacerbado, de un lado el regionalismo antioqueño y del otro, la animadversión de una parte de la población nacional hacia nosotros los denominados “paisas”, situación mucho más visible en las redes sociales, que dicho sea de paso, se han convertido en el desfogue de las peores pasiones del ser humano.
En defensa del sistema se alega la falta de recursos humanos, técnicos y económicos, sin embargo, ello se desvirtúa si se mira con detenimiento la excelente atención en salud que reciben ciertos sectores de la población colombiana gracias a su cargo, dignidad o solvencia económica…
Entonces, ¿por qué pasó inadvertido todo esto? Porque hubo toda una estrategia mediática que señalaba como principal problema del país a las FARC, así nos estuviera carcomiendo la corrupción y así la falta de ética en las instituciones no fuera culpa de la guerrilla y, por el contrario, esto hubiera ayudado históricamente al recrudecimiento de la guerra y a la violación sistemática de los derechos humanos.
Del lado del legislativo y el ejecutivo el panorama no es menos desolador, dichas ramas del poder público se han visto inmersas en escándalos como el de la parapolítica, la financiación ilícita de campañas electorales, cuyo primer capítulo se encuentra en el proceso 8000 y hoy se ratifica con el ingreso de dineros de Odebrecht a las campañas electorales de 2010 y 2014, e igualmente con los casos de la DNE, Agro Ingreso Seguro, Reficar, Navelena…
Sin duda, temas como el Acuerdo de Paz con las hoy desarmadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el proceso que se adelanta con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la llamada «ideología de género», los inconmensurables niveles de corrupción y la insatisfacción generalizada ante la nula garantía de los derechos fundamentales de los ciudadanos, entre otros, marcarán el derrotero de la agenda política del país en las próximas elecciones presidenciales.
Por lo anterior, no deben causar extrañeza las dificultades que afrontó la negociación y que sigue enfrentando en la implementación de los acuerdos, ya que la desconfianza entre las partes es comprensible. No obstante lo anterior, los avances alcanzados hasta la fecha con el Acuerdo de Paz son irrefutables…
De igual manera, es dable sostener que dichas actuaciones son producto de una sociedad educada para la competencia y, por ende, todo aquel que por uno u otro motivo cae en desgracia pasa a ser un antagonista menos y por lo tanto ello incrementa la posibilidad de éxito propia.
No obstante, se hace necesario develar, que las graves fallas que presentan nuestros cimientos como sociedad, están determinadas realmente por el modelo cultural generado por las élites políticas y económicas de nuestra Nación, la llamada narco – cultura, no es más que una réplica de dicho patrón cultural, los grandes capos del narcotráfico aprendieron de memoria la lección y la ejecutaron a la perfección.