Chile, un país que escribe su historia política a través de plebiscitos

FECHA:

Santiago de Chile, 20 octubre.- Chile, que hace 32 años despidió la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) en un histórico referéndum, celebrará este domingo otra inédita votación sobre la actual Constitución, lo que evidencia la «tradición» del país de escribir su historia a través de plebiscitos.

La consulta de 1988 puso fecha de caducidad a un régimen militar que se perpetuó durante 17 años y la de ahora, considerada la votación más importante en tres décadas, abre la posibilidad de enterrar la actual Carta Magna, heredada de la dictadura y, para muchos, la fuente de las desigualdades del país.

«Tanto este referéndum como el que sacó a Pinochet del poder son claves para el relato político de Chile», explicó a Efe Claudia Heiss, autora del libro «Por qué necesitamos una nueva Constitución».

Ambas votaciones, aclaró la experta, surgen de la «necesidad de destrabar un contexto sociopolítico complejo».

El referéndum de 1988, considerado por los expertos como la primera votación democráticamente válida desde 1973 por ser la única con registros electorales celebrada en dictadura, se llevó a cabo en un momento de escalada de violencia de grupos radicales y protestas que exigían el retorno a la democracia.

El plebiscito del próximo 25 de octubre, en tanto, se planteó como la vía política para amainar la actual crisis social que vive el país, que comenzó hace un año con masivas movilizaciones y que ha dejado al menos una treintena de fallecidos, miles de heridos y graves señalamientos por violaciones a los derechos humanos.

«Esta votación es un camino intermedio entre el quiebre revolucionario y la continuidad política», apuntó Heiss, investigadora del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES).

Para Jaime Abedrapo, director de la Escuela de Gobierno en Universidad San Sebastián, el actual referéndum es la «única salida» para una situación que «sobrepasó» a las instituciones: «Después del tiempo de la dictadura, el país ha entendido que hay que buscar cauces institucionales para resolver los problemas».

«COMPLETAR LA TRANSICIÓN»

El plebiscito, que iba a celebrarse en abril pero fue aplazado por el coronavirus, planteará otra pregunta: si el órgano encargado de redactar el nuevo texto debe ser una asamblea formada solo por ciudadanos electos o integrada también por diputados.

«Nunca en los 200 años de independencia del país se le ha preguntado a los ciudadanos si quieren cambiar la Constitución. Tampoco ha sido algo habitual en Latinoamérica», dijo a Efe Javier Couso, catedrático de Derecho en la Universidad de Utrecht (Holanda).

Diseñada en la dictadura bajo la influencia de un grupo de economistas neoliberales y ratificada en un cuestionado plebiscito en 1980, la actual Carta Magna ha sido modificada decenas de veces en democracia, pero aún sigue otorgándole un papel secundario al Estado en la provisión de servicios básicos.

«Este proceso puede abrir paso a una democracia ciudadana que nos garantice a todos el acceso a los derechos fundamentales», opinó a Efe Francisco Estévez, director del Museo de Memoria Histórica de Chile, donde se guardan archivos inéditos sobre la dictadura.

Si el proceso constituyente culmina con éxito, apuntó Couso, Chile «completará la transición que comenzó en 1988» y «mandará una señal importante para Latinoamérica, donde figuras populistas han usado los cambios constitucionales para perpetuarse en el poder».

LOS JÓVENES, IMPULSORES DEL CAMBIO

En el plebiscito de 1988, con una histórica participación del 90 %, los jóvenes fueron decisivos para el resultado, puesto que abarcaban más de un 50 % del total de votantes.

En esta votación, que se prevé que rompa con la alta abstención de las últimas décadas, los menores de 39 años también podrían ser cruciales, pues suponen un 40 % del total de los 14,5 millones de ciudadanos llamados a las urnas.

«Los jóvenes se retiraron bastante de la actividad política, sin embargo, en esta ocasión se espera que sean actores protagonistas de la historia a la que estamos llegando», añadió Abedrapo.

Para Arturo Pardo, un joven que nació el mismo año en que Pinochet abandonó el poder, dejar atrás la actual Constitución es un cambio «esencial» para Chile que va a alentar la participación en política de los jóvenes.

Pablo Betanzo, de 31 años, consideró por su parte a Efe que las expectativas de mejora con la redacción de un nuevo texto son «muy altas» entre la gente de su generación, que ha estado muy presente durante las actuales protestas: «Si no hubiera sido por los jóvenes, no se hubiera llegado aquí».

De aprobarse, la elección de los constituyentes se realizará en abril y la nueva Constitución -que debe redactarse en un máximo de un año- se ratificará en otro plebiscito, este con voto obligatorio.

Patricia Nieto Mariño

EFE

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