Montevideo, 9 de septiembre de 2021.- A pocos meses de las elecciones de 1971 y en medio de la revuelta por la fuga de los guerrilleros del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) de la prisión de Punta Carretas, el embajador británico Geoffrey Jackson (1915-1987) fue liberado por este grupo, tras meses secuestrado.
En entrevista con Efe, el historiador Carlos Demasi recuerda esta liberación de aquel 9 de septiembre de 1971 y explica que el de Jackson fue uno de tantos secuestros que llevó a cabo la organización durante la guerrilla que se extendió desde mediados de los sesenta hasta 1972.
«El secuestro en sí mismo ya es un hecho político relevante que conmociona a la sociedad y a todo el sistema de gobierno. Desde agosto del 68 que hicieron el primer secuestro, pudieron ver hasta qué punto eso tenía un impacto, ponía a los tupamaros en los titulares de los diarios, los transformaba en tema de conversación, empezaban a construir agenda con ese hecho», detalla Demasi.
El de mayor impacto fue el del agente del FBI Dan Mitrione, acusado de enseñar técnicas de tortura a la policía uruguaya y que, ante el rechazo del entonces presidente de Uruguay, Jorge Pacheco Areco, de negociar por su liberación -pese a las presión del gobierno estadounidense- fue ejecutado por los tupamaros en 1970.
La situación de Jackson fue diferente. Su secuestro no tuvo motivos como los de Mitrione u otros diplomáticos ya que era una persona «de bajo perfil» que no opinaba de la coyuntura local.
UNA NEGOCIACIÓN TRUNCA
En enero de 1971 fue secuestrado el embajador británico. En una coyuntura sumamente compleja, con crisis social y económica y en medio de acciones de la guerrilla, Jackson quedó en manos de los tupamaros que buscaban negociar la liberación de sus compañeros presos.
De hecho, en el libro «Comisión Aspirina: Historia de Hombres libres en cautiverio», del periodista Samuel Blixen, se describe que los integrantes del MLN-T que se encontraban presos confiaban en que la negociación iba a dar frutos y que efectivamente serían liberados.
Sin embargo, el gobierno uruguayo no cedió, por lo que Jackson fue puesto en libertad días después de la fuga de 106 tupamaros -junto a cinco presos comunes-.
«El embajador Jackson era una figura de bajo perfil político, no estaba haciendo declaraciones entonces el secuestro del embajador inglés sobre todo lo que mostraba era el interés por involucrar a otra potencia en todo este lío pero no por el embajador en sí mismo. Desde un principio si todo salía bien esto iba a funcionar y podía quedar vivo», señala Demasi.
Asimismo, el historiador explica que la reacción de Inglaterra ante el secuestro fue «muy diplomática» y resaltó el hecho de que, pese a que no podía cumplir sus funciones, le mantuvo el cargo de embajador, lo que significaba que no había sido abandonado y contaba con «un fuerte respaldo».
MEMORIAS DEL «SECUESTRO DEL PUEBLO»
Uno de los aspectos más particulares de la historia de Jackson fue que en ningún momento mostró rencor o enojo por su situación. De hecho, escribió el libro «Secuestrado por el pueblo» en el que relata lo vivido en estos meses e incluso, según sostiene Demasi, parecería estar «bajo los efectos del síndrome de Estocolmo».
«(En el libro) habla muy bien de sus secuestradores, cómo lo trataron, que incluso le había enseñado a uno a preparar el te como a él le gustaba, entendía además que los secuestradores estaban pasando las mismas dificultades que él, estaban casi como secuestrados, con la diferencia de que tenían que estar permanentemente con la cara tapada», señala el historiador.
Según cuenta, en toda oportunidad mantuvo un diálogo cordial con sus secuestradores, salvo un momento en el que uno de ellos habló mal de la reina de Inglaterra, lo que despertó la furia del embajador. Tal fue así, que el propio tupamaro le pidió disculpas.
«El solo hecho de que le ponga a su libro como título ‘Secuestrado por el Pueblo’ y no por terroristas, ya muestra una manera de enfocar la situación bastante particular», considera el historiador
Si bien la postura de Jackson fue la de no ponerle epítetos a ninguna de las dos partes del conflicto, Demasi acota que se refiere a los tupamaros como «un grupo idealista».
Su liberación fue una conmoción y se dio en medio de días sumamente atareados por la fuga del 6 de septiembre. Aún no está claro si se trató de una consecuencia del escape, ya que carecía de sentido tenerlo preso luego de que los líderes del MLN-T escaparan o si formó parte de alguna negociación interna.
Federico Anfitti