Managua, 16 noviembre.- Los habitantes del noreste de Nicaragua no se han recuperado del impacto del huracán Eta hace 13 días, cuando una nueva tormenta, Iota, emergió como amenaza.
La incertidumbre en la Región Autónoma Caribe Norte (RACN) crece conforme se aproxima el más reciente fenómeno de la temporada de ciclones más activa de la historia, y estas son cinco de las razones por las que Iota es más temido que su antecesor.
MÁS GRANDE, MÁS FUERTE
Iota supera a Eta tanto por el alcance de sus bandas nubosas como por su potencia, lo que lo hace más grande y más fuerte.
Mientras las lluvias causadas por Eta afectaron principalmente a Nicaragua, Honduras y Guatemala, con menos impacto en Panamá, Costa Rica y El Salvador, el Iota ya afectó las islas de Colombia en el Caribe, y el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) espera consecuencias en todos los países de la región.
Mientras el Eta fue clasificado como un huracán de categoría 4 en la escala Saffir-Simpson, Iota ya alcanzó la categoría 5, la máxima posible. Eta presentó vientos de 240 kilómetros por hora, pero Iota registra vientos de 260 kilómetros por hora, y tiene potencial para continuar su desarrollo.
MAYOR RIESGO
El tiempo que separa el paso de ambos huracanes ha incrementado el riesgo de desastre en Nicaragua, ya que literalmente está «lloviendo sobre mojado». Los suelos están saturados de agua. Las autoridades han advertido de posibles inundaciones, desbordes de ríos, y deslizamientos de tierra.
El Sistema Nacional para la Prevención, Mitigación y Atención de Desastres (Sinapred) advirtió que dichos riesgos continuarán al menos hasta el jueves próximo, debido a que «las lluvias no se van a detener después del impacto».
VULNERABILIDAD ACENTUADA
Si la RACN ya era la región más pobre, vulnerable y olvidada de Nicaragua antes del impacto de Eta, este empeoró las condiciones, ya que destruyó 1.890 casas y dejó daños parciales en otras 8.030, según datos oficiales, que no incluyen tres muertos reportados por la Cruz Roja Nicaragüense.
Iota encontró 300.000 damnificados que no existían antes de Eta, muchos de los cuales no lograron terminar de reconstruir sus casas, y que temen que el dinero invertido en las reparaciones quede en nada, un verdadero desastre en la zona más pobre de Nicaragua, que tampoco no tendrá suficientes árboles para reducir los efectos de Iota, ya que Eta los había tumbado.
CONDICIONES
A pesar de que el Gobierno parece haber dispuesto de mayores recursos frente al Iota que al Eta, las condiciones para hacer frente al nuevo ciclón no parecen haber mejorado de forma sustancial.
Las quejas de las personas evacuadas son las mismas: hacinamiento en centros de albergues, falta de condiciones para prevenir la propagación de la pandemia de la covid-19, déficit de agua potable, y alimentos no garantizados para todos.
Quienes optaron por quedarse en casa no están en las mejores condiciones, ya que la mayoría de viviendas son construidas de madera, sobre tambos, y podrían no resistir el segundo impacto de un ciclón en menos de dos semanas.
INCERTIDUMBRE
La incertidumbre es otra fuente de temor en la zona de impacto en Nicaragua, debido a la información limitada sobre cómo actuar, dónde acudir y qué esperar de las autoridades.
Como cualquier Gobierno en emergencia, el de Nicaragua ha recomendado seguir las instrucciones de las autoridades en los medios oficiales y oficialistas.
Sin embargo, estos centran sus informes en las entregas de donaciones y en tareas institucionales, no en la situación concreta de las comunidades, puntos de riesgo, rutas de evacuación, lugares seguros, ubicación de los centros de albergue, o recursos disponibles.
Dichos temores se dan frente a lo que Sinapred ha calificado como «uno de los fenómenos más violentos que ha afectado nuestro país».
Esa no es una declaración menor en Nicaragua que ha sufrido terremotos, tsunamis, huracanes, erupciones volcánicas, entre otros, que han dejado devastada la nación a lo largo de su historia.