En estos momentos tan importantes para el país, cuando estamos ad portas de que se dé el cierre definitivo a más de cincuenta años de guerra, cuando vemos por un lado a las FARC-EP iniciando el tránsito a las zonas de ubicación y preparándose para la dejación de armas y al ELN preparándose para la etapa de diálogo y negociación política, surgen preguntas: ¿será este el fin del conflicto armado en Colombia?, ¿se cerraran las puertas de la guerra? Mirando fijamente el panorama vemos que no será el cierre definitivo mientras no se desmantele el paraestado, donde están incluidos muchos de los que hoy generan violencia y criminalidad en las urbes colombianas: estructuras paramafiosas y bandas paramilitarizadas.
Se sabe que el Pacto del Fusil continúa vigente en el Medellín metropolitano, y que este acuerdo entre estructuras paramafiosas ha generado una nueva cartografía criminal y ha fortalecido su aparato económico hasta más no poder —pagadiario, explotación sexual de niños, niñas y adolescentes, turismo sexual, apuestas ilegales, vacunas, tráfico de drogas interno (microtráfico)—. La pacificación ha servido al crimen urbano ya que las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) no están en guerra con la Oficina del Valle de Aburrá, aunque en esta última hay guerras internas entre algunas de sus bandas más poderosas.
También pareciera que el Pacto del Fusil ha influido en la reducción de homicidios, aunque el año 2016 muestra un aumento considerable de muertes violentas, es claro que las estructuras ilegales y sus bandas han ayudado a regular la violencia con desaparición forzada.
En medio de este panorama, y teniendo como antecedente reciente el enfrentamiento armado ocurrido en la parte alta de la comuna 16 Belén, entre Los Chivos —que trabajan en llave con las AGC y la Policía—, donde salieron a relucir las armas largas y que dejó como resultado fatal un muerto y ocho heridos, surge la pregunta: ¿cómo construir paz urbana en una ciudad metropolitana que tiene incrustadas dos estructuras poderosas y más de 500 bandas?
Podría hacerse si se dieran pasos previos en esa vía, uno ya se dio y fue el reconocimiento de la realidad de violencias y criminalidad que se vive en Medellín, hecho por el actual alcalde, Federico Gutiérrez. Ojalá su ejemplo fuera retomado por los nueve alcaldes restantes del Valle de Aburrá. Recuerdo las palabras de Gutiérrez cuando aún era candidato: “La mal llamada Oficina, los mal llamados Urabeños, que dijeron: dividámonos territorios, no nos matemos, y controlemos rentas ilegales”. Posteriormente, como alcalde, lo reafirmó.
El segundo paso sería que la administración municipal aceptará que el conflicto urbano violento y criminal se podría desactivar generando una mesa de diálogo, negociación y sometimiento de las estructuras y bandas urbanas, para esto debería convocar al resto de alcaldes del Valle de Aburrá, a la Gobernación de Antioquia y al Gobierno nacional, además de la Fiscalía General de la Nación.
Tercer paso, confirmar si existen o no diálogos urbanos y negociación con un sector de la Oficina del Valle de Aburrá y aclarar cuál es la participación de la administración municipal en ellos si se diera el caso que existieran.
Cuarto paso, si se reconociera la existencia de una mesa de diálogos urbanos o preparativa para ellos, se debería convocar a la sociedad civil a participar activamente de los diálogos urbanos para que así se pueda generar paz urbana real y no paz mafiosa como algunos miembros de la jefatura de la Oficina quieren imponer para favorecerse ellos nada más, sin importar el resto de los miembros de bandas y estructuras, menos aún el conjunto de la sociedad.
Finalmente, las negociaciones y los acuerdos ocultos no generan confianza y menos legitimidad, el conflicto urbano violento y criminal incluye a todos por igual, por lo tanto es asunto de todos los ciudadanos ayudar resolverlo.
Ya es hora de hablar de paz urbana, el alcalde Federico Gutiérrez debe fomentar su construcción y convocar a la ciudadanía y a la institucionalidad conjuntamente para desarrollarla, para eso también debe reconocer y avalar lo que se adelanta en La Habana entre las FARC y el Gobierno nacional. El mensaje daría pie a que se entendiera por fin que la paz rural y la paz urbana son importantes para cerrar la guerra en Colombia.
Faltarían otros pasos importantes que tendrían que ser trasegados por la Oficina del Valle de Aburrá, por ahora los pasos iniciales pondrían cimientos importantes en la construcción de la paz urbana metropolitana.
A continuación está el documental Paz Urbana realizado por el periodista Óscar Castaño, director de Oriéntese TV, quien deja una importante reflexión de cómo podría aportarse a la paz urbana en el Valle de Aburrá.
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