Crimen del Brasil en Colombia: una amenaza latente

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El crimen transnacional ya no es algo nuevo en el mundo. Mafias de distintos países buscan expandir sus franquicias criminales y hacer presencia en latitudes distintas a las de donde provienen. Para las mafias, carteles y asociaciones criminales, expandir sus operaciones a varios países les permite hacer más grande su campo de acción, manejar distintas actividades, ganar más dinero y tener más poder.

Este poder no solo le da a las mafias internacionales una imagen potente y duradera, sino que les permite sortear las leyes de un país valiéndose de los recursos de otro. Las operaciones de estos grupos criminales crecen y tienen retaguardias estratégicas en otros territorios en los que incluso se refugian sus líderes: no es raro que jefes de las facciones criminales viajen a otros países a controlar el accionar criminal desde estos lugares.

Crimen trasnacional

El actuar transnacional de las mafias no se limita a tener actores satélites en distintos países para recibir o enviar mercancías sino que se trata de verdaderas cadenas operativas que están montadas para funcionar de forma independiente y eficaz. En el mundo vemos ejemplos de crimen transnacional con operaciones de narcotráfico, compra y venta de piedras preciosas, recursos naturales e incluso trata de personas y prostitución.

El caso de Colombia se ve enmarcado por la desaparición de las Farc, un actor que por medio siglo controló buena parte del territorio y sus rutas criminales. Con la firma del Acuerdo de Paz en 2016 Colombia se abrió a nuevas potencias criminales que ocuparon los territorios dejados por las Farc y descuidados por el Estado. Estas potencias no solo son de Colombia: vienen de otros países y continentes.

Desde la agencia de prensa Análisis Urbano hemos advertido en numerosas ocasiones la presencia y la gran relevancia del crimen transnacional en nuestro país, con actividades ilegales que van desde el narcotráfico en toda su cadena hasta la trata de personas y el contrabando. El fenómeno ha crecido tanto en los últimos tiempos que ya el gobierno tuvo que reconocerlo.

El recorrido de los grupos criminales extranjeros en Colombia, cuyo principal atractivo es la producción y exportación de cocaína, comienza con grandes sumas de dinero que se usan como una especie de inversión inicial para financiar las cadenas criminales. Con este dinero, los extranjeros pagan pequeños ejércitos, se adueñan de territorios estratégicos y compran su entrada en el negocio.

Aquí hay que mencionar que distintas facciones criminales de nuestro país han puesto sus armas al servicio de extranjeros. Por sumas que pueden ascender a los millones de dólares, los criminales de otros países le pagan a grupos armados colombianos para que cuiden de sus negocios y territorios, transporten su mercancía y evadan a las autoridades.

Mientras los principales centros poblados del país viven una suerte de conmoción interior por las marchas y manifestaciones asociadas con el paro nacional, en los territorios rurales continúan casi sin oposición grandes operaciones de narcotráfico y otras actividades criminales que están en ocasiones al servicio de capos extranjeros.

Hemos conocido la presencia de carteles y personajes mexicanos, guatemaltecos, panameños, israelíes, chinos, canadienses, argentinos, libaneses y europeos que trabajan en nuestro país. Su accionar, además de hacer explotaciones ilegales en nuestro país, pone en riesgo a los habitantes colombianos y es combustible para la violencia.

El poder de Brasil en Colombia

También, desde el sur de nuestra Colombia, conocemos el proceder de las mafias de Brasil, que no han sido muy mencionadas en los medios nacionales pero que igual hacen presencia en el país. Sus acciones, al igual que las del crimen transnacional de otros países, tienen mucho que ver con el narcotráfico y la cocaína, pero también usan distintos negocios como el tráfico ilegal de madera, aprovechando la vasta selva amazónica que hay entre Colombia y Brasil.

Las autoridades reportan que las principales rutas que se usan para los tráficos ilegales entre Colombia y Brasil son los ríos en el Putumayo y el Amazonas, que los criminales recorren con lanchas de alta velocidad para mover distintos productos. Se conoce que por estas rutas viaja madera, contrabando, cocaína y marihuana proveniente del Cauca colombiano.

Los brasileños también hacen fuerte presencia en la región del Bajo Cauca en el norte de Antioquia, donde según la Fiscalía manejan grandes redes de minería ilegal que incluyen la extracción de los metales y su comercialización. La Fiscalía afirma que aquí los extranjeros trabajan en ocasiones con grupos criminales colombianos, y que envían el oro y los metales a Medellín para comercializarlos desde allí.

Los grupos criminales brasileños que hacen presencia en nuestro país son mafias que ya están bastante establecidas y organizadas en el territorio brasileño. Hablamos de las organizaciones criminales conocidas como La Familia del Norte, El Comando Vermelho (Primera Foto) y El Primer Comando de la Capital. Estos grupos, además de estar metidos en el narcotráfico, tienen gran poder en materia de armas e incluso comercian también con ellas.

De estas facciones criminales la que más resaltan es el Primer Comando de la Capital (PCC), que además de hacer presencia en Colombia también está en Bolivia y Paraguay. Son originarios de Sao Paulo y se estima que pueden tener hasta 30.000 miembros activos dentro y fuera del Brasil. Hasta hace unos años, compartían con las Farc la denominación de los más grandes grupos criminales de Sudamérica.

Aunque los expertos aseguran que no son una mafia significativa dentro de Colombia, sí se sabe que hacen presencia en el país y que se nutren de negocios ilegales dentro de él.

Según hemos podido conocer, las mencionadas mafias brasileñas tienen acceso a cierto armamento estadounidense que les da un poder de fuego acaso superior al de otros grupos criminales y en ocasiones también al de las autoridades. Hablamos de fusiles norteamericanos AR-15, M-4 y M-16, ametralladoras M-60 y fusiles Colt francotiradores de largo alcance.

Parte de todo este negocio se da tanto en territorio colombiano como en el brasileño. En Colombia hay emisarios de las mafias del Brasil, y viceversa. Incluso, se conoce que en varias cárceles brasileñas hay miembros de grupos ilegales colombianos que sirven como puente para hacer los negocios, y en ocasiones funcionan como los proveedores de drogas. Se conocen casos de miembros de La oficina de Envigado y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) que están en el Brasil para hacer las operaciones.

«Sabemos que hay alianzas. Cuando el negocio tiene las repercusiones y alcances actuales, se sobreentiende que el crimen trasciende nuestras fronteras”, manifestó Fabián Cárdenas, director de la Policía Antinarcóticos.

Coca por armas

El crimen transnacional hace que los grupos delincuenciales extranjeros entren al país por la bonanza que hay aquí de cultivos de coca y de laboratorios para el procesamiento de esta sustancia. Distinto al Brasil, en Colombia abundan los cultivos de coca que se usan para satisfacer las demandas extranjeras de cocaína y que están lejos del alcance de las autoridades.

En distintos pueblos de nuestro país se presentan casos en los que el comercio no se maneja con dinero sino con cocaína. Como es un producto ilegal que se puede vender de forma fácil por cierta cantidad de dinero, se ha vuelto normal que en algunos pueblos incluso la comida sea cambiada por ciertos gramos de cocaína en lugar de por plata.

Esta estrategia ya la adoptaron los grupos criminales brasileños. Son conocedores de la gran cantidad de cocaína que circula en ciertos lugares de Colombia, y que esta de alguna manera les “sobra” a personas que a veces ni siquiera tienen que ver con el negocio del narcotráfico. Buscan cambiarla, entonces, por armas.

El negocio es simple: emisarios de las mafias brasileñas se contactan con los grupos criminales colombianos para ofrecerles armamento avanzado a cambio de cocaína. De esta manera se llevan el alucinógeno sin necesidad de haberlo producido y satisfacen la demanda bélica de los grupos ilegales colombianos.

Hay que mencionar que la cocaína también le ayuda a los grupos criminales a que la transacción ilegal sea prácticamente imposible de rastrear, mientras que con dinero podría hacerse. De alguna manera resulta en un negocio redondo para las mafias del Brasil.

Todo esto, por supuesto, alimenta con fuego nuestro conflicto interno ya que le da armas grandes y dañinas a quienes las usan aquí en Colombia. Ya se conocen reportes de que con estas armas han asaltado a miembros de la Fuerza Pública y han sido asesinados indígenas.

De hecho, en el reciente bombardeo en el 29 de agosto en el Caquetá en el que murieron al menos 8 menores de edad, el Ejército asegura haber encontrado en el campamento de los disidentes de las Farc cierto armamento avanzado estadounidense que, de acuerdo con los reportes militares, pudo provenir de mafias brasileñas.

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