De los campamentos al Senado, la metamorfosis del disparo de una excombatiente de las FARC

FECHA:

Bogotá, 19 jul – Tras once años como combatiente en las filas de la antigua guerrilla de las FARC, Alexa Rochi, firmante del acuerdo de paz de 2016, cambió los disparos del fusil por los de su cámara fotográfica, herramienta que le ha llevado a formar parte del equipo de prensa del Senado colombiano.

Esa transición de las armas a la fotografía es el eje fundamental del libro «Disparos por Disparos», el primer proyecto de esta artista visual, que se define como «fotógrafa, feminista y exguerrillera firmante del acuerdo de paz».

Rochi disparó por primera vez una cámara en 2011, cuando su excomandante (que anteriormente había ejercido como reportera de guerra) dejó a la vista un lente que ella no dudó en agarrar para captar el vuelo de un pájaro que sobrevolaba el campamento.

Ese primer golpe de flash vino acompañado de las enseñanzas de su superior en la clandestinidad en forma de planos, luces y otros conceptos fotográficos que comenzó a aplicar captando la cotidianidad de la vida en los campamentos de la guerrilla.

Hoy, Alexa Rochi se muestra satisfecha por haber logrado ser conocida con su nombre real, ya que en las FARC la llamaban «Paula Sainz», y por una labor de fotógrafa que le da una identidad: «cuando la gente comenzó a referenciarme era la fotógrafa de las FARC, no tenía identidad más allá de eso».

Por eso, llegó a Bogotá con una convicción: «mi primera apuesta fue que ya no se me conociera como Paula Sainz», dice a EFE Rochi que no duda en reconocer la influencia que su paso por las FARC y por la mesa de negociaciones de La Habana, que retrató a través de su equipo, ha tenido en su forma de ver y desarrollar la fotografía.

«Desde que comencé a hacer fotos en la calle tuve muy claro que el acuerdo de paz había sido muy romantizado y la entrega de armas aún más. Vendieron al país que esa entrega suponía la paz cuando aquí hay otros actores armados», afirma una mujer que tiene muy claro lo que, a su juicio, significa la palabra paz.

«Me incliné por mostrar que no puede haber paz en un país mientras que un pelado (joven) o una pelada tenga que decidir si paga un servicio público para ir a la universidad o si ahorra para desayunar», declara.

REINCORPORACIÓN SIN PROCESO

Para Rochi el llamado proceso de reincorporación no lo fue tanto; fue una reincorporación directa que le llevó a salir del campamento guerrillero con destino Bogotá, donde lleva seis años.

«Fue empezar de cero, sin familia, literalmente sin nada. Llegar con dos mudas de ropa civil y con la maleta que está allí colgada», dice mientras señala la mochila que cargaba en las FARC.

A la fotógrafa, que comenzó con una cámara prestada, la etiqueta de exguerrillera y las dificultades económicas le complicaron su arranque en un gremio caracterizado por la inestabilidad laboral, como lo es el de la imagen.

«Estuve un año sin empleo y llegué a lugares donde me dijeron que mi trabajo era genial, pero que había estado en las FARC (…) Algunas fotos muy importantes para mi carrera y que aparecen en el libro las hice cuando no tenía ni para desayunar y eran mis amigas las que me daban de comer», recuerda.

Finalmente, le llegó la oportunidad de trabajar en la oficina de prensa del Senado, a donde llegó con la misma cámara prestada. No fue hasta septiembre de 2020 que Rochi adquirió su primer equipo, una cámara que se ha convertido en su indispensable compañera de trabajo.

DISPAROS POR DISPAROS

La analogía que da nombre a su primer libro tuvo su más clara materialización el día en el que, cámara en mano, coincidió con el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010).

«En otra época yo no hubiera configurado hacia ese personaje un ISO, un diafragma, ni velocidad, sino que lo que realmente hubiera hecho es una buena alineación para un disparo de fusil», sentencia.

La instantánea que entonces tomó forma parte del libro con el que la exguerrillera confirma su apuesta por el arte como proyecto de vida.

«La fotografía me ha hecho dejar de pensar en volver al monte a empuñar las armas para enfocarme en hacer una carrera como maestra de artes visuales y pensar en el futuro», asegura.

«Cuando el arte arrebata un par de manos que pueden empuñar un fusil, cuando el arte le arrebata una cabeza, una vida a la guerra, entonces ya hay una ganancia», concluye alguien que ha culminado su metamorfosis del fusil a la cámara fotográfica.

Óscar Oliván Escanero

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