Por Luis Fernando Quijano
Soy un analista político y también soy un ciudadano cualquiera, y como lo uno y como lo otro, mi oficio (y mi mayor responsabilidad) consiste en preocuparme por mi país, por su futuro y sobre todo por su presente. Cada tres o cuatro años, como muchos de ustedes, acudo a las urnas para votar por la persona en la que creo y de la que pienso puede hacer cosas significativas en la tierra que habito, pero cada tres o cuatro años veo, al igual que muchos de ustedes, que siempre ocurre lo mismo: senado, cámara, concejos, alcaldías, gobernaciones y otras instituciones, sumidas bajo un panorama oscuro porque la mayoría de candidatos elegidos exteriorizan, además de pomposos títulos, escándalos que arruinarían por completo sus hojas de vida.
Intentaba entender pero no lo lograba. ¿En qué momento perdimos la batalla contra nosotros mismos? ¿En qué momento la deshonestidad le había ganado a la ética? Analizaba. Seguía intentando comprender. Entonces recordé la primera vez que tuve derecho al voto: Como muchos de ustedes, sentí el peso de esta nueva responsabilidad porque, ingenuo aún, tenía que elegir a la persona que me representaría y tomaría las decisiones en mi lugar, y además, debía entender que si ésta se equivocaba -con intención o sin ella-, la culpa no sería suya sino mía por haberla elegido… al igual que de muchos de ustedes.
Después la inocencia se perdió y con ella se fue la fe en la democracia. Como muchos de ustedes hice uso responsable de mi voto y vi que los candidatos honestos difícilmente ganaban, o no lo hacían. Vi que Colombia seguía quedando en manos de los mismos apellidos, reproduciendo las mismas injusticias, y guardando los mismos dineros públicos en los mismos bolsillos privados. Y, al igual que muchos de ustedes, también vi cómo los candidatos elegidos financiaban ejércitos criminales con tal de mantener el mismo negocio.
Y así, con el tiempo, y como muchos de ustedes, del fracaso, las guerras, la inseguridad, las hambrunas y la pobreza, culpé a los candidatos elegidos. Y aunque no todos eran corruptos y criminales, la mayoría pertenecían a esta clase y por eso los culpé a todos. Hasta que lo vi. Al igual que muchos de ustedes, vi a mi vecino intercambiar un voto por un ventilador; y a doña Juana, la de la tienda, también la vi vender su elección: treinta mil pesos a cambio de una equis en un tarjetón, sobre un rostro en el que no creía. Vi que María recibió un cupo en un colegió para su hijo porque eligió a un candidato que hoy está preso por financiar la masacre de más de 30 campesinos; y a Carlos, que recibió un pedazo de lechona, una camisa, un balón de futbol y hoy no sabe ni por quién votó.
Yo, similar a muchos de ustedes, también me descubrí pensando en el candidato que más me convenía en lugar de pensar en el que más nos convenía. Pero entonces entendí. Sólo hasta que nos vi, comprendí. La culpa no es de ellos, la culpa es de nosotros. Nos da miedo elegir.
Elegir significa escoger y para eso debo conocer. Si yo escojo, en este caso a una persona, es porque la conozco y la prefiero por encima de las otras. Pero hoy, en Colombia, conocer al candidato que elijo habla de la clase de hombre que soy. ¿De qué material estoy hecho cuando escojo a un abusador sexual para una Alcaldía? ¿Qué tipo de persona soy cuando elijo al asesino o al financiador de la muerte del campesino que cultiva lo que como? ¿Cómo duermo tranquilo cuando voté por la senadora que tiene acuerdos con las bandas criminales que hoy masacran a los muchachos de mi barrio?
¿De qué material estamos hechos cuando votamos?
Nos da miedo elegir porque nos da miedo conocer. Nos da miedo saber que somos los culpables de que las cárceles, los senados, las cámaras, las alcaldías y las gobernaciones estén llenas de parapolíticos, mafiopolíticos, narcopóliticos, y ahora bacrimpolíticos. Nos da miedo aceptar que por no conocer en su momento, ahora tenemos la culpa. Y nos da tanto miedo que preferimos seguir ignorando.
¿Qué clase de persona somos cuando votamos?
Candidatos buenos sí los hay. En el caso antioqueño, porque es el que más conozco, están Juan Manuel Múnera, del Polo y León Fredy Muñoz, perteneciente a la Alianza Verde, ambos candidatos para la Alcaldía de Bello, y Juan David Muñoz, avalado por Alianza Verde para el Concejo del mismo municipio; tres hombres de diferentes banderas pero con la misma intención: devolverle la legalidad y la trasparencia al territorio de Bello.
En Medellín se puede ubicar a Yomar Benítez, del Movimiento Juntos por Medellín, Carlos Arcila de Creemos, a Luz María Múnera, Dubán Vélez del Polo, Mwpicio Alzate Giraldo y Óscar Jacobo D’ León y Jaime Cuartas de Alianza Verde, todos para el Concejo de la ciudad y casi todos nuevos intentando oxigenar esta institución.
En Itagüí, tierra difícil, está Carlos Andrés Cardona, del Polo, intentando seguir en el Concejo. Y por último, Jorge Gómez y Reynaldo Spitaletta del polo y Edinson Muñoz de Alianza Verde para la Asamblea Departamental. Candidatos buenos sí los hay.
Candidatos buenos estos. Pero nos da miedo elegirlos tal vez porque tememos a lo nuevo. A los hombres y mujeres nuevos. Ninguno de ellos mis amigos, sólo seres humanos que hasta el momento se han demostrado íntegros. Al igual que muchos de ustedes, a algunos ni siquiera los he saludado pero sé que son decentes porque decidí conocerlos. Porque yo, como muchos de ustedes, voy a ser quien los elija entendiendo que el futuro de esta tierra será mi responsabilidad… y también será de ustedes.
Esta vez, cuando vaya a elegir, voy a saber de qué estoy hecho. No voy a ser la clase de hombre que permite la Colombia indiferente, corrupta y asesina. ¿Qué clase de hombres hacen posible este mundo? ¿Y usted? ¿De qué material está hecho cuando va a votar?