Dentro y fuera de los estrados judiciales: la lucha contra el racismo de las hermanas Acosta

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La noche del 25 de diciembre del 2004, la alegría de Cartagena estaba desatada y en la calle del Arsenal el ambiente no era diferente. La del Arsenal es una de las calles más pintorescas de La Heroica donde los cafés y las discotecas mandan la parada. A este lugar llegaron las hermanas Johana y Lena Acosta. Ambas se habían reencontrado con amigas del colegio y luego de cenar decidieron ir a la discoteca QK Yito para celebrar. Al final de la noche, la risa se había convertido en llanto, en este establecimiento y en otro conocido como La Carbonara les negaron el acceso. ¿La razón?: El color de su piel.

Esa noche, Johana y Lena no podían creer que, en la primera provincia colombiana en declarar su independencia de España y en donde la mayoría de su gente es afro, el racismo siguiera proliferando. Si bien esa noche no hubo fiesta, ese momento fue el detonante con que inició la lucha de las Acosta contra la discriminación racial, la cual llevaría al primer litigio sobre discriminación fallado en el país por la Corte Constitucional.

Entre las idas y venidas que tuvo el proceso, la Corte falló a favor de las hermanas Acosta en dos ocasiones. En 2005 el alto tribunal ordenó a los dos establecimientos “el pago del daño emergente representado al daño moral ocasionado” a las hermanas. Para 2011, cuando el proceso terminó, la respuesta de la justicia había llegado tarde. Finalmente, “todo lo que logramos fue a través de muchos recursos, mucho tiempo y desgaste. Al final tuvimos una sentencia pa’ colgarla, porque no la pudimos hacer efectiva”, dice Lena Acosta.

De aquel extenso proceso legal quedó la ley 1482 de 2011, mejor conocida como ley antidiscriminación, que, a partir de ese momento, garantiza la protección de los derechos de personas y comunidades vulneradas por actos de racismo o discriminación. Para Johana, “la ley ha abierto el camino para que otras personas denuncien, pero volvemos a un momento como el de “Epa Colombia” en el que nos damos cuenta que la gente no ha entendido el trasfondo del racismo”. El pasado 6 de julio, las hermanas Acosta recibieron la respuesta de un juez que falló a su favor la tutela que interpusieron contra la influencer Daneidy Barrera, “Epa Colombia”. La nueva batalla legal de las Acosta coincidió con el movimiento “The Black Life Matter” en Estados Unidos y volvió a tocar fibras en el país.

Desde hace 2 años y medio, ahora en compañía de su hermana menor, Rita, las hermanas Acosta han trabajado en su iniciativa llamada “Visión Compartida”. Para Rita, “no es cosa de crear más leyes y hacer que se cumplan, es que la gente interiorice que cualquier acto de discriminación, trae un prejuicio”. El grupo de Facebook de “Visión Compartida” ha sido el espacio para intercambiar reflexiones y conocer experiencias en común con un solo propósito: cambiar las narrativas que por años han hecho parecer al racismo un fantasma lejano del pasado. La clave, según las Acosta, está en la educación. “La catedra de etnoeducación ha sido un buen impulso, pero un fracaso porque creen que esa es una educación para los negros y no para la sociedad. Desde ahí es que estamos haciendo la proyección de “Visión Compartida”, señalaron.

La iniciativa apoya a dos colegios públicos de la Heroica. Lena Acosta explicó que, “íbamos a empezar con un piloto de entrenamiento contra la discriminación desde el sistema educativo, pero nos encontramos con una dificultad. En estos colegios los chicos no tienen herramientas para acceder a clases virtuales en medio de la pandemia. Nos preocupa que esto desencadene en deserción escolar”. “Salvemos Juntos a la Educación en Cartagena”, es la premisa con la que las hermanas Acosta buscan recursos que le cambien la cara a esta problemática. “Todas las personas o empresas que quieran aportar, pueden hacerlo. Sabemos que estamos incidiendo en una pequeña proporción, pero es pasar a la acción”, explica Johana.

El piloto está divido en cuatro fases: análisis de contexto, cambio de estereotipos, empoderamiento y construcción de habilidades para la vida, todas estas diseñadas para evitar el impacto psicológico que tiene el racismo. Las hermanas Acosta esperan que el proyecto sea una realidad en dos años. La meta de las hermanas es convertirlo en una metodología replicable que conecte las inversiones a la innovación tecnológica extranjera con la educación en el caribe. De acuerdo con las Acosta, el proyecto “permitiría dar una nueva perspectiva a la etnoeducación. Esta es nuestra manera de contribuir a que los impactos del racismo cierren las brechas que por años nos han dividido. No es suficiente no ser racista, hay que ser antirracista”.

Tomado de El Espectador

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