Desaparición forzada, instrumento de guerra utilizado por las estructuras paramafiosas

FECHA:

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«Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Después vinieron por los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Después vinieron por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí»

Nota: 1945, Martin Niemöller (pastor protestante, 1892-1984). Erróneamente atribuida a Bertolt Brecht.

A fosas y al río van los desaparecidos

En los últimos tres años aumentaron las exhumaciones en Medellín. Denuncian casas para descuartizar y hornos.

Por JUAN CARLOS MONROY G. | Medellín | Publicado el 14 de junio de 2013, periódico el Colombiano.

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Entre la manigua el equipo de técnicos judiciales encuentra tierra removida. Ha ubicado la fosa y dentro de esta, a poco más de un metro de profundidad, el tronco desmembrado de un hombre. En una segunda fosa las extremidades y la cabeza. Un detalle llama la atención: los restos impregnados de sal.

La información de una “fuente humana” de este intento de desaparecer a alguien los condujo la semana pasada hasta un sector del barrio La Camila, en Bello, a escasos 200 metros de las viviendas del sector.

Tras analizar la escena en retrospectiva, con la experiencia de decenas de exhumaciones a cuestas, el antropólogo y los investigadores de la Fiscalía concluyen que los asesinos untaron de sal a la víctima para evitar la rápida descomposición del cuerpo y el fuerte olor que llega tras la muerte.

“Lo que revela esto es que lo desmembraron en otro sitio y necesitaban conservarlo para transportar los restos hasta esas fosas… se tomaron el trabajo de enterrarlo en dos fosas para que no lo encontraran nunca o dificultar su identificación si eran descubiertos”, explica un investigador.

El uso de sal también lo vieron el año pasado en el corregimiento Altavista de Medellín, cuando recuperaron varios cadáveres de víctimas que las autoridades atribuyen al combo delincuencial “los Chivos”, uno de los aliados de la banda criminal “los Urabeños”.

Antes era más común encontrar los restos humanos “encalados” (con cal), sustancia usada para ocultar los olores putrefactos que puedan alertar a las personas o incluso a animales de carroña.

Por las condiciones en que son asesinadas y luego desaparecidas, los investigadores se atreven a dictar sentencia: no solo el crimen organizado, sino también la delincuencia y sus asesinos “se especializaron en la práctica de la desaparición forzada en Medellín”.

Por eso Mercedes Palacio Obando, coordinadora regional del Grupo de Identificación Humana de la Fiscalía y antes del grupo de NN y Desaparecidos, reconoce que cada vez se dificulta más encontrar las tumbas clandestinas con restos de personas, completos o desmembrados, o rescatarlos antes de que se pierdan para siempre en la corriente del río que atraviesa la ciudad.

Solo durante el año 2012, se encontraron 49 cuerpos de personas (42 hombres y 7 mujeres) en el río Medellín, según el Instituto de Medicina Legal. Este año continúan los hallazgos allí de cadáveres completos o desmembrados.

Tal cantidad de víctimas causó conmoción y motivó un debate en el Concejo de Medellín, en noviembre pasado. En esa sesión el edil Carlos Mario Mejía describió casos como los cadáveres descuartizados de un hombre y una mujer arrojados a la quebrada La Bermejala y afirmó que “la mayor fosa de esta ciudad es el río Medellín”.

Aunque 49 cadáveres fueron encontrados y los forenses trabajan en su identificación, es evidente que la intención era no dejar rastro de las víctimas ni de los homicidas. Además, que muchos otros cuerpos fueron arrastrados por la corriente y no serán encontrados jamás.

Terror y control social
Una dura realidad: las diligencias de exhumación de cuerpos en zonas urbanas o semirrurales de Medellín y demás municipios del Valle de Aburrá, el hallazgo de restos en el río y quebradas, y las denuncias de desaparición de personas que salieron de sus casas y nunca volvieron. La desaparición forzada se extendió por Medellín en los últimos cuatro años.

“Se trata de un crimen silencioso, muy difícil de investigar, que busca eliminar a una persona sin dejar rastro del delito ni sus autores”, sostiene un investigador judicial.

Pero lo que no se puede borrar es la angustia sin fin de muchas familias que pierden a sus parientes y no saben qué ocurrió con ellos ni cómo buscarlos. Ese es el drama de una familia desplazada del sur de Bolívar, que tras asentarse en el barrio La Loma de San Javier tuvo que huir de nuevo este año por amenazas del combo del sector. Solo un hombre quedó para cuidar la casa.

Pero hace varias semanas desapareció sin dejar rastro y sus parientes temen lo peor, ya que tras denunciar el caso, agentes de la Fiscalía encontraron la semana pasada huecos en el suelo de la vivienda, donde los familiares creyeron que había sido enterrado.

“No se encontró el cuerpo y parece que rompieron el piso en busca de algo, puede ser armas o una caleta… pero la persona sigue desaparecida”, sostiene un investigador judicial.

Las cifras de los organismos judiciales y de la Personería también demuestran altos índices de desaparición forzada en la ciudad a manos de grupos ilegales.

El Cuerpo Técnico de Investigaciones de la Fiscalía, solo en los últimos tres años, encontró fosas con 36 restos humanos en Medellín: 21, en 2011; 11, en 2012 y cuatro en lo que va de este año. Esa cifra sin tener en cuenta centenares de prospecciones en busca de cuerpos que no son hallados por las dificultades para encontrar el sitio exacto.

Las tumbas clandestinas estaban ubicadas en barrios como San Javier La Loma, Robledo, wpes, Aguasfrías, La Avanzada, La Sierra, Santo Domingo, La Hondonada, Moravia. También en las partes altas de los corregimientos Altavista, San Cristóbal, San Antonio de Prado y Santa Elena.

En febrero pasado la ciudadanía se conmocionó con el asesinato de dos niños raptados por delincuentes en Nuevos Conquistadores (comuna 13) y hallados en una fosa días después en Belén Aguasfrías.

Policía y Fiscalía coinciden en que una de las causas del problema de la desaparición forzada en Medellín es la disputa entre estructuras criminales como “la Oficina” y de presencia más reciente como “los Urabeños”, con influencia sobre unos 130 combos que delinquen en Medellín.

En diciembre pasado, familiares denunciaron la desaparición forzada de alias “el Montañero” o “Ferney”, supuesto jefe de combos en la zona de El Picacho y el centro, según la Policía.

Jesús Alberto Sánchez, personero delegado de Derechos Humanos de la Personería de Medellín, agrega un análisis que califica como alarmante: “La desaparición forzada dejó de ser una práctica de guerrillas y autodefensas para eliminar de forma selectiva a adversarios políticos de derecha o izquierda o por causa del conflicto armado, con predominio en áreas rurales”.

Producto de la violencia de esos grupos la ciudad no olvida casos emblemáticos como La Escombrera (comuna 13), donde paramilitares del Bloque Cacique Nutibara arrojaron decenas de cuerpos de personas asesinadas.

Con base en las denuncias que año tras año reciben por parte de familias, el funcionario advierte que esta práctica considerada como un delito de lesa humanidad se convirtió en un arma más de la disputa entre organizaciones criminales para “generar terror en el bando rival y en las comunidades”.

A esa confrontación y al control colectivo mediante la intimidación para asegurar el silencio de los habitantes, que garantice un crimen perfecto e impune, atribuyen los investigadores judiciales prácticas como el desmembramiento y la decapitación de los cadáveres.

Los forenses del grupo de Identificación de la Fiscalía indican que muchas de las víctimas encontradas desmembradas o arrojadas en ríos evidencian señales de tortura previa y de ejecuciones con disparos de gracia, extremidades atadas y rastros de asfixia mecánica con bolsas.

Desaparecidos, sin rastro
Hay más signos de alerta frente a esta modalidad que azota a la ciudad y genera terror para la gente en los barrios. Año tras año centenares de personas desaparecen sin dejar rastro.

El informe de la Personería de Medellín (2012) advierte que de 521 personas reportadas como desaparecidas el año pasado (116 aparecieron vivas y 17 muertas), 388 continúan con el rótulo de “desaparición por establecer”.

En 2011 fueron 374. Siete casos denunciados en 2012 se investigan como presuntas desapariciones forzadas y se suman a 41 entre 2010 y 2011. Pero es evidente que la mayoría de familias no denuncia.

Otra situación que advierte el personero de Derechos Humanos, Jesús Alberto Sánchez, es que en sectores de la ciudad que disminuyeron los homicidios aumentaron las denuncias de desaparición forzada, como en la zona Nororiental.

Un líder de la comuna 2 denuncia que este año ha conocido unos 10 casos de jóvenes asesinados y desaparecidos por la banda de “los Triana”, cuyos cadáveres fueron arrojados al río que cruza el sector.

Sobre este flagelo hay denuncias de prácticas atroces como las “casas del terror” donde descuartizan a las víctimas de los combos y la quema de restos en hornos, en las ladrilleras de sectores como Altavista, según Fernando Quijano, director de la ONG Corpades.

“La desaparición es alarmante si se tiene en cuenta estos casos, las fosas y cadáveres lanzados al río Medellín, que nunca son hallados. Con esas muertes la cifra de homicidios en la ciudad es más elevada que las cifras conocidas”.

Esa denuncia de hornos usados por el combo “los Chivos” para desaparecer personas también fue formulada por habitantes de Altavista en un consejo de seguridad, aunque no ha sido confirmada por las autoridades. Pero los investigadores no niegan que estos crímenes están signados por la atrocidad y el desprecio por la vida que aún golpean la ciudad.

EN DEFINITIVA

Medellín padece altos índices de violencia y un flagelo es la desaparición forzada de personas por causa del conflicto, las disputas entre combos, el reclutamiento forzado y el tráfico de personas.

ANTECEDENTES

FLAGELO: COLOMBIA CON 18.527 CASOS DE DESAPARICIÓN FORZADA

Del número total de personas censadas en el Registro Nacional de Desaparecidos (75.345 casos al 30 de septiembre de 2012), se estima que 18.527 casos se ajustan a la definición nacional de desaparición forzada.

El Gobierno indicó que durante 2012 fueron dadas por desaparecidas o consideradas en paradero desconocido 5.965 personas y se presume que 113 de estos casos son desapariciones forzadas. Antioquia ocupa el primer lugar en el país con cerca de 9.000 desaparecidos, de ellos 4.500 están clasificados como forzados.

Las cifras son de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU. Recientemente dicho organismo indicó que acoge con satisfacción la ratificación que hizo el Gobierno colombiano de la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas. La ONU también invitó al Gobierno a aceptar la competencia del Comité para recibir y examinar comunicaciones individuales y denuncias entre Estados.

PARA SABER MÁS

OTRAS CAUSAS: RECLUTAMIENTO FORZADO Y TRÁFICO DE PERSONAS

No solo la violencia y disputas de la criminalidad son causa de este flagelo en Medellín. Homicidio, reclutamiento de grupos armados ilegales y el tráfico de personas para la explotación sexual son otros factores detrás de las desapariciones forzadas.

Según el Registro Único de Desaparecidos de la Fiscalía, existen 14.181 reportes de menores de edad desaparecidos en Colombia. El 62 por ciento corresponde a mujeres lo que, según las autoridades, se puede explicar por casos de explotación sexual infantil y violencia de género.

Otra situación que dificulta la búsqueda de desaparecidos en Medellín es el manejo de los restos de NN. Según el secretario de Gobierno de Medellín, Jorge Mejía Martínez, el cementerio universal tiene 500 cadáveres sin identificar, entre los que se supone pueden haber víctimas de desaparición forzada.

Tambíen sobre este tema ha escrito Verdad Abierta, quien nos muestra lo que este flagelo significa.

Estadísticas desapariciones

Martes, 03 de Abril de 2012 10:36, Verdad Abierta.com

Las desapariciones forzadas se convirtieron una estrategia fundamental para los grupos armados ilegales, principalmente para las autodefensas. Aunque algunos jefes paramilitares han afirmado que la desaparición era una forma de no generar pánico ni miedo dentro de la población civil, la mayoría coinciden en afirmar que esta directriz de desaparecer a las víctimas fue resultado de las presiones de algunos miembros de las fuerzas militares, de la Policía y de organismos de seguridad.
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Los ‘paras’ también tenían crematorios en Antioquia

Domingo, 09 de Mayo de 2010 08:0, Verdad Abierta.com

Por primera vez, un ex paramilitar se refiere al uso de este mecanismo de desaparición forzada en el Valle de Aburrá. La Fiscalía investiga con base en su testimonio y se espera que otros ex combatientes aporten más información. autodefensas
Los paramilitares pusieron en práctica la sistematicidad del horror en diversas regiones del país.

La orden impartida a finales de la década del noventa por los comandantes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) de desaparecer a sus enemigos “de cualquier manera”, para no dejar rastros y evitar que las cifras de homicidios crecieran de manera desproporcionada en las zonas urbanas, tuvo en Medellín y el área metropolitana una de las expresiones más crueles de la guerra paramilitar: la utilización de hornos crematorios.

De este macabro mecanismo se han tenido referencias de su existencia en Norte de Santander. Paramilitares de las Auc que operaron en esa región del país, entre ellos Iván Laverde Zapata, alias ‘el iguano’, han confesado ante fiscales de la Unidad Nacional de Justicia y Paz que en áreas rurales del corregimiento Juan Frío, de Villa del Rosario, y Puerto Santander, se construyeron hornos crematorios para incinerar a sus víctimas.

 

En Medellín el tema de los hornos crematorios de las Auc no pasaba de ser un rumor desde hace varios años. En el mundo de la criminalidad se decía con insistencia que los paramilitares se llevaban a la gente y “la quemaban” para desaparecerla, pero nadie ofrecía información precisa que permitiera afirmar o desmentir el asunto.

No obstante, la realidad le viene ganando terreno al rumor gracias al empeño de varios investigadores judiciales adscritos a Justicia y Paz que rastrean el tema desde hace varios meses. Hoy ya tienen datos concretos, aunque parciales, que los están llevando a constatar que sí se dio esa práctica de desaparición forzada, pero, como ellos mismos admiten, aún falta más información.

Los datos iniciales que develan esa realidad los viene aportando desde hace varios meses un ex paramilitar que decidió colaborar con la justicia. Verdadabierta.com tuvo acceso a varios apartes de los testimonios entregados a los funcionarios judiciales, a través de los cuales es posible dimensionar la extrema crueldad a la que llegaron los grupos armados ilegales de extrema derecha en Medellín, varios municipios del área metropolitana y en el Oriente antioqueño.

 

Verdadabierta.com reserva la identidad del ex paramilitar que ha venido aportando su testimonio para contribuir a la verdad de lo ocurrido en la capital antioqueña y municipios vecinos durante la etapa de penetración y consolidación de los bloques paramilitares de las Auc.

“Hay muchos muertos que no se han encontrado porque aquí en Medellín, a las afueras, a una hora, se encontraban unos hornos crematorios. Hubo mucha gente quemada. Yo presencié esos hechos», le confesó el ex paramilitar a los investigadores.

Según su narración, entre los años 1995 y 1997, los paramilitares retenían a sus víctimas, las mataban y muchas de ellas fueron arrojadas al río Cauca, por los lados del suroeste antioqueño. “Los cuerpos se abrían, se les echaban piedras y se arrojaban al río. Botando muertos muchos de las Auc cayeron presos”.

A ese problema se le sumó el incremento del índice de homicidios en buena parte de los municipios del Valle de Aburrá y en otros más donde los paramilitares estaban entrando a combatir con la subversión. Del Estado Mayor de las Auc, liderado para esos años por Carlos Castaño Gil, vino la orden de desaparecer a las víctimas. Fue así como surgió la idea de construir un horno crematorio: “La idea del horno la dio ‘Doblecero’ y la materializó Daniel Mejía”.

 

Para esos años, Mwpicio García, alias ‘Doblecero’, era el comandante del Bloque Metro y Daniel Alberto Mejía Ángel, alias ‘Danielito’, se había integrado al bloques Cacique Nutibara, facción de las Auc que estuvieron bajo el mando de Diego Fernando Murillo Bejarano, alias ‘don Berna’.

“De la construcción se encargó Daniel Mejía, era de las Auc y de la Oficina de Envigado”, dijo el ex paramilitar. “Yo escuché que el horno costaba entre doscientos y quinientos ‘palos’ (millones de pesos) y lo estrenaron con un tipo de nombre Alberto, de la Oficina de Envigado. Lo echaron vivo ahí porque se había robado una plata. El horno lo manejaba un señor que le decían ‘funeraria’, creo que se llama Ricardo; dos señores le hacían mantenimiento a las parrillas y a las chimeneas, porque se tapaban con grasa humana”.

Sobre su ubicación, el paramilitar señaló que estaba en una finca del municipio de Caldas, sur del Valle de Aburrá. “Hay que pasar el casco urbano. Se sale de Caldas por ahí media hora en vehículo. Está ubicado en una finca muy grande. La entrada, para esa época, era una puerta blanca”.

Ya dentro de la propiedad, el ex paramilitar describió con detalles el inmueble: “la primera casa en obra negra y enseguida de la casa había como una especie de depósito, y más atrás, como a 70 u 80 metros, funcionaba supuestamente una ladrillera. Se veían dos chimeneas en el techo. En la entrada había un primer piso con antejardín bien decorado y de ahí a mano derecha se bajaba por unas escalas como de cinco metros, cuando se llegaba al final se observaba un horno grande de panadería industrial”.

Sobre el horno como tal detalló lo siguiente: “la puerta era hermética, de palanca, se cerraba y quedaba incrustada en un marco de pared, tenía vidrios muy gruesos, como blindados. En la parte de afuera contaba con tres botones, un botón rojo para prender y los otros dos para graduar la temperatura. Por dentro, el horno era metálico y tenía como una especie de mesón firme, tenía resistencias, unas abajo del mesón, como una especie de parrillas. A los lados del mesón también había resistencias. Al fondo de la pieza quedaban dos ventiladores. Nos decían que ahí no podíamos fumar. Olía como a chicharrón quemado. En el horno solo cabía una persona. Los cuerpos eran enganchados al mesón. Cuando subían la temperatura los cuerpos se levantaban. Mucha gente se moría antes de entrar al horno».

Según sus cálculos, en la semana eran conducidas allí entre 10 y 20 personas. Y se tenía un procedimiento para ello: “cuando nosotros llegábamos con las personas, vivas o muertas, tocábamos y nos decían ‘esos insumos llévelos para el fondo’. Llegábamos hasta adentro, los llevábamos en bolsas para que no botaran sangre. Los desangrábamos. Nos preguntaban ‘¿quién manda eso?’. Alías ‘J’ y Daniel mandaban mucho. Llevaban una carpeta donde anotaban todo. El que anotaba era un señor como de 45 años, bajito, cejón. Nosotros entrábamos y teníamos que esperar las cenizas. El procedimiento duraba como 20 minutos, pero cuando estaba encendido eran como cinco minutos. Luego se las mostrábamos a ‘J’ o a Daniel, y luego las botábamos al río o a donde ellos dijeran”.

Ante los investigadores judiciales no negó su participación en la comisión de varios crímenes bajo esa modalidad. “A unos los llevé muertos y a otros los llevé vivos. Llevé más de cincuenta muertos y vivos más de quince”.

Entre las víctimas que recuerda se encuentran dos hermanos de apellido Vanegas, ganaderos de profesión, quienes fueron retenidos en el sector de Belén, suroccidente de Medellín, por orden de Daniel Mejía. Según los paramilitares, los hombres fueron asesinados porque financiaban un frente de la guerrilla de las Farc. Con su muerte en el horno crematorio, se puso a funcionar para toda clase de personas, pues según el relato del ex paramilitar, hasta ese momento era usado para “personalidades solamente”.

Otra de las personas que recuerda que fue incinerado allí fue el narcotraficante Julio Cesar Correa Valdés, conocido en el mundo de la mafia como Julio Fierro y esposo de la modelo Natalia Paris. Su deceso se produjo, según el testimonio de este ex paramilitar, a finales de agosto de 2001. Según relatos periodísticos de ese año, este narcotraficante venía adelantando conversaciones con la DEA para someterse a la justicia de Estados Unidos y colaborar como informante para obtener beneficios jurídicos.

“De ello se enteraron en Antioquia, entonces se reunieron Salvatore Mancuso, Carlos Castaño y Daniel Mejía. Castaño ordenó que cogieran a Julio Fierro. A él lo retuvieron en el municipio de Guarne varios hombres de Daniel. La orden era que no lo mataran. De Guarne lo llevaron en helicóptero hasta Córdoba, donde Carlos Castaño. Le querían quitar unas propiedades. Natalia Paris viajó también hasta allá porque le iban a quitar unas propiedades que estaban a nombre de ella. A Julio lo regresaron a Medellín en helicóptero, para hacerle la extinción de dominio, luego lo mataron y el cuerpo lo llevaron al horno”.

Lo más paradójico de lo narrado por este ex paramilitar es que ofrece una versión que podría aclarar lo ocurrido con alias ‘Danielito’, desaparecido desde el 25 de noviembre de 2006, dos semanas después de abandonar el centro de reclusión de La Ceja, Antioquia, donde permanecían recluidos los jefes de las Auc. De allí salió porque contra él no pesaba orden de captura de alguna.

“Él fue víctima de su propio invento”, dijo el ex paramilitar entrevistado por los funcionarios judiciales. “A Daniel lo desaparecieron junto con diez de sus escoltas en ese horno”. Una noche me llamó un amigo y me dijo ‘se tragaron a Daniel, el patrón’, y nunca más supe de él. Tampoco sé que pasó después con ese horno”.

Investigadores sociales de la Universidad de Antioquia que trabajan sobre este tipo de fenómenos criminales y que solicitaron la reserva de la fuente, indicaron que la existencia de hornos crematorios en Norte de Santander y en Antioquia evidencia que se trata de una manera de “industrializar la criminalidad”. Había una orden superior de “desaparecer las víctimas a toda costa” y en ese sentido es que aparecen los desmembramientos, las fosas, los ríos y los hornos como técnicas eficaces de acabar con el llamado “enemigo”.

 

Lo que revela este tipo de criminalidad, agregan los investigadores sociales, es su carácter sistemático y selectivo, “lo que quiere decir que toda esa criminalidad fue planificada, tanto que no se puede perder de vista que los paramilitares tuvieron escuelas en donde preparaban a los combatientes en diversas actividades. Allí los convertían en máquinas de guerra” a través de una división interna del trabajo, especificada por técnicas criminales.

La Fiscalía espera que otros ex paramilitares, ya sea que estén postulados a los beneficios de Justicia y Paz, privados de la libertad por crímenes juzgados por la justicia ordinaria o libres, sin requerimientos de la justicia, contribuyan a precisar aún más los detalles sobre este tipo de desaparición forzada, con el fin no solo de establecer la ubicación exacta del horno crematorio, sino de identificar a las víctimas que fueron conducidas a esa macabra máquina de la muerte.

Última actualización el Viernes, 01 de Julio de 2011 16:06

En Medellín, bosque del barrio La Sierra es un cementerio

Lunes, 24 de Noviembre de 2008 14:26, Verdad Abierta.com

“Eso allá arriba es como un cementerio”. Con estas palabras, un poblador del barrio La Sierra describió una amplia zona boscosa ubicada en la parte alta de la comuna 8, en las laderas orientales de Medellín, donde habría varias fosas comunes con restos de personas asesinadas por grupos armados ilegales que operaron en ese sector de la ciudad.

Por Agencia de Prensa IPC para Verdadabierta

Fuentes consultadas por la Agencia de Prensa IPC, que pidieron la reserva del nombre, aseguraron que allí hay cuerpos de por lo menos hace 20 años, desde cuando la zona era dominada por las milicias 6 y 7 de Noviembre, organización armada afín al Eln, los Comandos Armados del Pueblo (Cap) y las Farc; pero también habría víctimas de los enfrentamientos entre paramilitares y milicianos de la guerrilla; de la confrontación entre los bloques Metro y Cacique Nutibara de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc); y del accionar paramilitar posterior a esas confrontaciones; así como de civiles inocentes que fueron ajusticiados por negarse a colaborar o por ser señalados de simpatizantes de uno u otro bando armado.

“Allí están los cuerpos de tres hombres negros que desaparecieron del barrio Ocho de Marzo a comienzos de este año”, dijo una de las fuentes. El hombre se refiere a Jesús Daniel y Jhon Emilio Robledo Zea y David Mena Buenaño, tres afrodescendientes oriundos del municipio de Tutunendo, Chocó, que fueron sacados a la fuerza de sus casas del barrio Ocho de Marzo por un comando armado y desaparecidos el 4 de febrero de este año, y de quienes aún no se sabe nada de ellos.

“En ese bosque enterraban la gente que sacaban de los barrios cercanos porque no pagaban vacuna o, como en el caso de los tres morenos, porque se creía que eran guerrilleros. Allá está un señor de La Sierra que tenía una tienda y lo mataron porque se negaba a pagarle a los muchachos”, relató el poblador de La Sierra, quien espera que con sus denuncias la Fiscalía General de la Nación envíe unidades de exhumación de cadáveres para inspeccionar la zona boscosa y localizar las fosas.

Quienes vivieron el horror de la guerra en el barrio La Sierra esperan que el convenio que han acordado en días recientes la Fiscalía General de la Nación y el Programa de Víctimas de la Alcaldía de Medellín por 1.000 millones de pesos permita adelantar también en esta zona semirural de la ciudad una búsqueda sistemática de fosas comunes con restos de víctimas de desaparición forzada y asesinato, y se logren exhumar los restos de quienes hoy permanecen como desaparecidos.

A las denuncias sobre la posible existencia de fosas comunes en la comuna 8 se suman las realizadas hace varias semanas en la comuna 13, al otro lado de la ciudad, donde se estima que en una escombrera y una arenera hay decenas de restos de pobladores de este sector de la ciudad que fueron retenida en sus casas y en las calles de distintos barrios y ajusticiadas y enterradas en estos sitios.

Para llamar la atención sobre las fosas en la comuna 13, el pasado 4 de noviembre se realizó en el barrio Eduardo Santos el evento Vigilia Humanitaria: escarbando la verdad, exigiendo la justicia, a través del cual un grupo de organizaciones no gubernamentales y víctimas del accionar paramilitar de esta zona de la ciudad le rindieron un sentido homenaje a sus seres queridos desaparecidos y, de paso, le exigieron a las autoridades judiciales iniciar cuanto antes la exhumación de cuerpos que se presume están enterrados en los sectores conocidos como la escombrera y la arenera.

Diversas organizaciones sociales y de víctimas esperan que a medida que la verdad sobre la existencia de fosas comunes en las laderas de la ciudad se vayan interviniendo estos sitios, se les haga un cerramiento especial y se proceda de manera urgente a excavar para ubicar los restos de aquellas víctimas que se presume están enterradas allí.

Todo indica que los cuerpos de las víctimas de la guerra urbana que se libró en Medellín en los últimos 30 años, muchas de ellas inocentes, fueron enterradas en las laderas de Medellín, tanto en su costado oriental como occidental, lo que las ha convertido en cementerios del horror y que esperan ser intervenidos para que a través de sus restos hablen de la crueldad de la confrontación que vivió la capital antioqueña.

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