Desde el 25 de julio del año 2013, Análisis Urbano y la ONG Corpades, denunciaron públicamente que se había producido un acuerdo entre las estructuras paramafiosas de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), conocidas también como Urabeños, y la Oficina del Valle de Aburrá; el cual denominamos Pacto del fusil. Como respuesta, y como suele ocurrir con casi toda la información suministrada por nuestra organización, miembros de la fuerza pública y funcionarios de la institución salieron a desacreditar lo informado; un año después, en lo que parece ser ya un procedimiento de rutina, los mismos personajes, haciendo uso de algunos eufemismos, tuvieron que reconocer lo imposible de ocultar: existía una tregua entre criminales.
Este círculo vicioso se repitió cuando denunciamos la llegada de los Urabeños a la ciudad, la guerra de ‘Las Convivir’ y la “Vacuna” en el centro de Medellín y, recientemente, la incursión del Cartel de Sinaloa en el territorio antioqueño. Ahora bien, desde hace meses venimos denunciando que, según fuentes cercanas al proceso, y aprovechando la coyuntura del Pacto del fusil, en la ciudad se vienen llevando a cabo unos diálogos urbanos ocultos en los que, supuestamente, estarían participando delegados de la iglesia, del movimiento No Mataras, de Comité Internacional Cruz Roja (CICR) y de la Administración Municipal de Medellín. Sin embargo, estos últimos niegan su participación en los mismos y el CICR aún no la confirma.
Desde la unidad investigativa de Análisis Urbano. se pudo establecer que los diálogos ocultos apuntarían a una posible desmovilización, y los movimientos serían los siguientes: El CICR sería una especie de observador-veedor; el movimiento No Mataras y Pastoral Social serían mediadores; el gobierno nacional estaría agilizando y facilitando los trámites jurídicos; funcionarios de la alcaldía estarían en diálogos con los jefes de las estructuras armadas de las comunas 5, 6, 7, 8, y 13, y en el supuesto posconflicto urbano harían las veces de acompañantes logísticos y gestores económicos.
Así mismo, la policía también cumpliría un papel verificador y lo haría a través de una operación conocida como «Serena(o)» que ya estaría funcionando. La Operación Serena(o) consistiría en supervisar que sí se esté dando una «tranquilidad» en los barrios pero no a modo de garante de seguridad, que sobra anotar es su obligación, sino que estarían siguiendo órdenes de superiores, vinculados a la institución, de verificar la no agresión en medio de los diálogos (o negociaciones).
Igualmente, la Operación Serena(o) sería una falsa sensación de seguridad en la que la policía se mostraría un poco más en las calles y las estructuras armadas guardarían gran parte de sus hombres y de sus armas; bajando de esta forma la presión sobre los barrios, y justificando así la poca cantidad de hombres a desmovilizar.
Como resultado, una primera desmovilización se presentaría entre los meses de febrero y marzo del año 2015 y sería en uno de los barrios de la Comuna 8 (Villa Hermosa) o 9 (Buenos Aires), aún está por definir, y sería una prueba piloto para replicar en otros sectores.
Sin embargo, y de acuerdo a la historia violenta y criminal de esta ciudad, debe recordarse que está demostrado que ningún acuerdo o diálogo tras bambalinas ha sido exitoso, y como resultado sólo se han ofrecido supuestos periodos de “Paz” que no son otra cosa que periodos de “Pacificación” militar del Valle de Aburrá, donde lo ilegal y legal parecen acordar reglas de comportamiento y de “respeto” mutuo. Tal como lo fue la Para-tranquilidad, también conocida como “Donbernabilidad”, un cogobierno del crimen que se dio en la administración municipal, la de el eslogan del “Miedo a la esperanza”, que dirigió Sergio Fajardo Valderrama, pero que en realidad fue facilitado, por acción o por omisión, por el Gobierno nacional bajo el argumento que se debía apoyar la desmovilización de los bloques paramilitares urbanos.
Sea lo que sea que se esté acordando en esos diálogos urbanos, la violencia y criminalidad en el Medellín Metropolitano es un asunto de todos sus ciudadanos y no un tema vedado para los mismos. Por tal razón, ya es hora de poner en escena la existencia de los mismos, o de no ser así, igualmente, ya es hora de empezar a hablar de los diálogos urbanos metropolitanos para la paz, pero en clave del respeto a los derechos humanos.
En la misma línea de la coherencia, hay que decir: ninguna paz va a llegar a Colombia con unas firmas en La Habana, cuando en Medellín estallan granadas en el centro; cuando en su río homónimo navegan cuerpos inertes en una subienda criminal; cuando los desmembramientos, las desapariciones, y otros actos atroces adornan los titulares de la prensa local con la misma frecuencia que lo hacen los marcadores de fútbol.
En resumen, la paz de la que tanto se habla y la que tanto se espera no va a llegar a la ciudad, porque aquí el conflicto no es rural, es urbano… y sus prácticas son otras. Por tal razón, y agotados de la violencia y la criminalidad de la que a diario somos testigos (cuando no víctimas), la Corporación para la Paz y el Desarrollo Social, CORPADES, una vez más, propone dar inicio a los Diálogos Urbanos Metropolitanos para la Paz.
El conflicto urbano que no sólo es armado, también es territorial, económico y social, y está acabando especialmente con la juventud de la ciudad y con los habitantes de los barrios populares del Medellín Metropolitano. Ante las dimensiones que ha alcanzado el conflicto urbano, insistimos en la necesidad de tomar cartas en el asunto y generar una propuesta que apunte su finalización.
Pero esta vez lanzamos la propuesta y lo hacemos con nombres propios. Esta vez estamos diciéndole a los funcionarios y servidores públicos: Juan Manuel Santos, presidente de la República; general Óscar Naranjo, nuevo ministro consejero del post-conflicto; Sergio Fajardo Valderrama, gobernador de Antioquia; Aníbal Gaviria Correa, alcalde de Medellín.
A los alias Don Mario, Inglaterra, Nicolas, Marcos Gavilán, Otoniel, Don Daniel y Gabriel Paraco, jefes medios y altos de la estructuras para-mafiosas de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) o Urabeños y a Germán Monsalve, El Alemán, entre otros, quienes desde la legalidad podrían ayudar al desmonte real de esta estructura paramafiosa y a los alias Beto Muletas, García, Don Luis, Luis Fer, Helenita, El Indio, Barny, Douglas, El Cebollero, Chamizo, Soto, Diadema, Tuto y Fredy Colas, entre otros, jefes medios y altos de la también estructura para-mafiosa Oficina del Valle de Aburrá.
Y a otros representantes de la sociedad civil: sentémonos a hablar de paz urbana. Sentémonos a discutir una propuesta concreta y real que pueda garantizarla.
De tal forma, desde CORPADES proponemos iniciar unos diálogos urbanos metropolitanos para la paz, pero en clave del respeto y no vulneración de los derechos humanos, incluso para los victimarios. Unos diálogos que inicialmente deben apuntar a tres objetivos:
1. Humanización del conflicto, materializándose en el respeto a los DDHH y la aplicación del DIH, que en otras palabras, es sacar a la sociedad civil del conflicto.
2. Reducción del miedo, a través de la disminución progresiva del control territorial por parte de los actores armados legales e ilegales. Específicamente en los siguientes aspectos:
- Social: Puesto que hay intimidación en el desarrollo del trabajo social ya que la ilegalidad ha cooptado amplios espacios de las organizaciones sociales y comunitarias.
- Políticos: Los ilegales también cooptaron los espacios de participación política de la ciudadanía.
- Económico: Intimidación por parte de “paga diarios”, también están las vacunas y otros tipos de extorsiones.
3. Generar salidas para desactivar el conflicto armado.
Resaltamos que Corpades ni tiene ni está planteando la solución final para acabar el conflicto urbano, lo que se propone es iniciar los diálogos para encontrar esa solución, y mientras se llega a un acuerdo, proponemos regular el conflicto que no es otra cosa que humanizarlo.
Lanzamos esta propuesta y esperamos sea oída por los verdaderos jefes de las estructuras paramafiosas de la ciudad. Sin embargo, y debe anotarse, no estamos planteando estos diálogos con el objetivo de obtener desmovilización alguna, estos diálogos urbanos metropolitanos se proponen para la finalización del conflicto, en perspectiva de sometimiento a la justicia, eso sí con dignidad pero sin impunidad.
Por tal razón, llevar a cabo estos diálogos, aceptar esta propuesta, consiste también en hacer frente a unos puntos de discusión que generan sensibilidades y hieren susceptibilidades. Puntos que obligatoriamente deben discutirse y afrontarse aunque puedan resultar inconvenientes o dolorosos ya sea para las víctimas o para los victimarios. Entre ellos:
- Entrega saneada de las casas y predios que han sido arrebatadas a las miles de víctimas del despojo urbano y rural.
- Entrega de las fosas o sitios donde se encuentran aquellos que han sido víctimas de desaparición forzada.
- Identificación, desmonte y entrega de las casas u hoteles del terror utilizados para el desmembramiento y tortura de personas y que se planteen garantías de no repetición.
- Entrega de las personas que ejecutan las acciones atroces para que vayan a reclusiones especiales para enfermos mentales.
- Que cese el desplazamiento forzado, dejando de involucrar a los familiares de aquellos que hacen parte de la guerra.
- Garantizar un retorno con seguridad para las familias que han sido desplazadas.
- No más reclutamiento forzado de menores por parte de sus organizaciones.
- Sacar a la comunidad y sus organizaciones sociales del conflicto, aplicando el DIH en Medellín.
- Sacar las casas de vicio de colegios, escuelas y zonas donde pueda afectar o incentivar a los menores de edad al consumo.
- No más menores de edad consumidores, no vender droga a menores de 15 años.
- Erradicar la heroína del consumo de Medellín y su Área Metropolitana.
- No cobrar vacuna, especialmente a los pobres.
- Desmonte de los paga diarios y que el Estado se comprometa a dar garantías de crédito a las familias.
- Respeto al sector LGTBI y cese de feminicidios, específicamente, cese total de la toma de mujeres como botín de guerra.
En los diálogos que aparentemente se están gestando de manera oculta en la ciudad, se habla de un gesto de buena voluntad en el cual se entregarían 600 menores de edad por parte de las estructuras para mafiosas Urabeños y Oficina del Valle de Aburrá, como lobby a una posible entrega de 3.000 hombres que aseguran suman ellos; la fuerza pública habla de 2.500 ilegales en armas; desde CORPADES aseguramos son más de 13.000 personas sólo en Medellín ¿qué va a pasar con los diez mil que nadie menciona y el resto de bandas del Valle de Aburrá? Seamos serios, dejemos la burla criminal y la bufonada oficial. Hablemos del fin real del conflicto urbano y de un sometimiento a la justicia con dignidad pero sin impunidad.
Esta perspectiva nos lleva a abordar otro punto: para finalizar el conflicto armado urbano se requiere humanizar la vida carcelaria. No podemos hablar de sometimiento a la justicia sin impunidad con dignidad bajo el sistema carcelario actual y con las condiciones deprimentes y de hacinamiento que se presentan en las edificaciones existentes.
Por tal razón, proponemos el descongestionamiento de la vida carcelaria a través de la creación de al menos cuatro nuevas edificaciones llamadas Centros de reclusión de Paz (Reclusorios de sana convivencia), donde el individuo tenga una verdadera labor de resocialización, no mantenga un encierro permanente y, por el contrario cumpla su sanción con la realización de un trabajo, reciba remuneración y regrese a pasar la noche en la cárcel.
Además, éstas deben contar con un componente pedagógico donde se eduque y se capacite al sujeto para facilitar sus opciones de supervivencia una vez cumplida la sanción. Este modelo podría evitar que en las cárceles se continúen generando las casas de patios, el cacicazgo, o los comités de cuchillo, entre otros.
Para finalizar, los diálogos iniciarían con la instalación de mesas de ciudad amplias en clave de DDHH, DIH y Paz. Podrían contar con la participación de otros actores de la sociedad como el académico, ONG’s nacionales e internacionales, Comité Internacional Cruz Roja (CICR), entre otros, y abordarían los puntos de discusión mencionados anteriormente y otros temas sensibles a la ciudad como son el desmonte de ‘Las Convivir’, fundamental para recuperar la legitimidad del Estado; así como el ordenamiento territorial de facto e inmobiliarias del crimen. Así mismo, construirán conjuntamente la agenda que determine tiempos y apuestas concretas.
Sin embargo, y pese a la voluntad que nos convoca, esta iniciativa requiere que la institucionalidad también se comprometa y en lo concreto. El Congreso, Asamblea y el Concejo Municipal de Medellín, deberían nombrar una comisión accidental para tratar el tema del conflicto urbano. Y de ser necesario, debería estarse planteando la creación de una Consejería Nacional para La Paz Urbana.
Si esta apuesta es exitosa en el Medellín Metropolitano, sería un proceso que se podría replicar en el resto del país, a ciudades que sufren conflictos urbanos bastantes violentos como lo son Cali, Cartagena, Cúcuta y Bogotá. Nuestro objetivo es claro: eliminar la violencia y la criminalidad de la cotidianidad de las ciudades, de su vida pública y privada, para poder devolverle a la sociedad la seguridad y la participación, la cual es el embrión básico de la democracia.
El Medellín Metropolitano lo está dominando la criminalidad y se está desangrando gota a gota, ya es hora de parar. Aprovechemos los diálogos de La Habana con las Farc y los que vienen con el Eln y el posible sometimiento a la justicia de «Urabeños» y Oficina del Valle de Aburrá, para discutir una nueva forma de encarar la realidad urbana, un verdadero postconflicto debe cerrar las puertas de la violencia y guerra.
Esperamos tener eco en los medios de comunicación en una situación que a ellos también compete, ya es hora de funcionar como el cuarto poder que realmente son. Así mismo, esperamos ser escuchados, afrontar las problemáticas expuestas en lugar de ser desacreditados una vez más, y así poder generar soluciones a tiempo; esto sí sería un verdadero premio a la innovación en Medellín y su Área Metropolitana.
Una paz rural debe ir acompañada de una paz urbana