Inteligencia del Ejército reportó el hallazgo de dos drones –aviones no tripulados– con 600 gramos de explosivos adheridos a su estructura. Según alertó, además de su letalidad para quien sea impactado, tienen una afectación por onda explosiva de al menos 20 metros a la redonda.
El Ejército señaló que los aparatos iban a ser usados por la ‘Óliver Sinisterra’ –disidencia que conformó el extinto Walter Arízala, alias Guacho–, que están usando “medios y métodos que infringen los derechos humanos y el derecho internacional humanitario”.
El propósito es impedir que la Fuerza Pública llegue hasta las 40.000 narcohectáreas que hay en sus zonas de operaciones.
Hace menos de 72 horas, se incautaron 8 toneladas de cocaína en un semisumergible interceptado en aguas del Pacífico, frente a Tumaco: su destino era Centroamérica y su comprador, el cartel mexicano de Sinaloa.
Así como fabrican de manera artesanal esos semisumergibles en plena selva nariñense y caucana, el ensamblaje de los drones-bomba pareciera ser sencillo y peligroso para la tropa.
El costo de cada aparato, tomando como referencia los ya incautados, es de 3 millones de pesos, el equivalente a medio kilo de coca.
Según fuentes de inteligencia, los aparatos usados por las disidencias no tienen capacidad para soltar cargas. Así que lo que se busca es estrellarlos directamente contra el objetivo a través de un mecanismo rudimentario.
Consiste en adherirles explosivos con un cordón de seguridad que permite el amarre de estos, los cuales son activados con detonadores inalámbricos.
El hallazgo de Tumaco revivió el temor por la posible reaparición de armas no convencionales, como las minas antipersonas que asesinaron y mutilaron a decenas de civiles y militares.
Jorge Iván Cuervo, docente e investigador del Externado, advierte que la aparición de los drones es evidencia de que hay una sofisticación armada para la protección de cultivos ilícitos.
“Detrás de esos grupos hay carteles con recursos y acceso a tecnologías, que terminan entregándoselas para que ejecuten ataques. El mayor control que el Estado tiene sobre las armas convencionales hace que esas estructuras se vean obligadas a acudir a otros artefactos”, precisó Cuervo.
El antecedente más reciente de uso de estos aparatos por la delincuencia data de marzo, cuando se usaron drones para llevar droga a la cárcel de Jamundí, Valle.
El riesgo aumenta si se tiene en cuenta la facilidad de conseguirlos en el mercado: un dron básico se compra en un supermercado desde 400.000 pesos.
No obstante, además de fotos e imágenes para uso oficial y privado, los drones bien utilizados están apoyando otras labores en Colombia.
Ganaderos de la costa, cuyas fincas han vuelto a quedar atrapadas en zonas de conflicto, los usan para vigilar sus propiedades e incluso el ganado.
Ya hay referencia de subastas de lotes de ganado que se hacen usando drones ante la imposibilidad de desplazarse a estas zonas.
Globalización del terror
Por ahora, la legislación nacional solo impone restricciones en la altura para su vuelo y la prohibición de usarlos cerca de aeropuertos o edificios oficiales. No hay controles de venta por código para rastrear a compradores.
En abril se sumó otra restricción, por razones aeronáuticas y no de orden público. Se prohibió volar drones de más de 250 gramos de peso en cascos urbanos, cerca a personas ajenas a sus operaciones y en la noche, si no se tiene un permiso especial.
El uso bélico de estos aparatos no solo preocupa a Colombia.
El sábado 14 de septiembre, el campamento petrolero de Abqaiq, el más grande del planeta, ubicado en Arabia Saudita, fue objetivo de un ataque.
Se investiga la versión según la cual 18 drones y 7 misiles crucero (aparentemente disparados desde Irán) destruyeron y dejaron en llamas parte de la estructura petrolera. El ataque –que rebeldes de Yemen se atribuyeron– afectó la economía mundial y tensionó aún más las relaciones entre Estados Unidos e Irán.
De hecho, este viernes la administración Trump anunció el envío de un número no revelado de tropas estadounidenses a Arabia Saudita, por el ataque a las refinerías sauditas.
Así lo anunció el secretario de Defensa de Estados Unidos, Mark Esper, quien explicó que los «refuerzos» se centrarán en tareas defensivas aéreas y antimisiles.
De hecho, este ataque, aún bajo investigación, ha llevado a que se indague qué países tienen acceso a drones sofisticados y cómo están accediendo a ellos.
Según un reciente informe de la BBC, «el uso ofensivo de drones o vehículos aéreos no tripulados (UAV, por sus siglas en inglés) ha crecido significativamente en los últimos años, y en ningún otro lugar ha aumentado más que en Medio Oriente».
Cabe recalcar que se trata de aparatos mucho más grande de los hallados en Tumaco con explosivos, y dotados de una tecnología avanzada que les permite obtener muchas más horas de vuelo autónomo, mayor altura y control para desplazamientos prolongados. De hecho, se asemejan más a un avión que a un dron convencional.
A nivel internacional, ya existen varios antecedentes. Drones más sofisticados y de mayor tamaño fueron usados por Estados Unidos para atacar a Al Qaeda tras los atentados del 11-S en Nueva York.
Rusia y China también los están diseñando y usando, a modo de prueba, en sus terrenos de entrenamiento.
Y en el país, las policías de Bogotá y Medellín ya utilizan drones para la vigilancia de sus calles, y el Gobierno avanzó este año en un piloto para utilizarlos en la fumigación con glifosato de cultivos ilícitos.
Al respecto, el director de Indepaz, Camilo González Posso, advierte: “Aún no hemos llegado a niveles de usar misiles dirigidos, como los que se vieron en Irak, solo nos quedamos en tatucos; pero con la globalización del terror es posible que eso se vuelva a intentar en Colombia y ahora sí con éxito”.
Ingenieros militares ya trabajan en el diseño de drones para uso bélico.
Tomado de El Tiempo