Arauquita (Colombia), 8 de noviembre de 2021 – Las orillas del río Arauca están sembradas de cacao, que también aparece en murales en las casas e incluso erigido en monumentos en Arauquita, un pueblo colombiano víctima del olvido estatal, que se agarra a que este fruto le traiga el bienestar.
En esta zona del departamento de Arauca, solo separada de Venezuela por las aguas bravas del río del mismo nombre, los productores de cacao supieron hacerse respetar por las guerrillas -o al menos quedarse al margen-, sobrevivir a los daños causados por el petróleo y mantenerse firmes cuando llegó la coca.
Del cacao viven más de 6.500 familias en Arauca, casi todas campesinas con menos de 20 hectáreas, asociadas en cooperativas para hacer frente a los precios abusivos que les imponían las empresas que compraban el grano sin procesar.
El precio antes era «muy bajo, muy malo», explica Hugo Castro, un agricultor de la vereda de La Pica, hijo de uno de los cacaoteros que fundó Comprocar, la cooperativa de la que ahora es presidente, mientras camina por las instalaciones donde tres jóvenes mezclan granos de cacao recién sacados de la vaina para que fermenten, el primer paso en la producción.
EL CONTROL DE LAS GUERRILLAS
«Arauca no tenía fenómenos guerrilleros», recuerda Domingo Pérez, vicepresidente del comité municipal de cacaoteros de Arauquita, a pesar de que él llegó en 2000 cuando el conflicto ya estaba en su época más cruda.
Aclara que las guerrillas vinieron con el hallazgo del petróleo, en Caño Limón, un yacimiento cercano que «puso a Colombia en el ojo del mundo».
«Del petróleo lo único que nos está quedando es la contaminación, el hueco, la deforestación, el cambio de los cauces de los ríos y la violencia», dice este ingeniero agrícola, aludiendo a que el crudo atrajo a las guerrillas.
Ahí aprendieron a convivir con ese poder a la sombra, que en algunos años se paseaba con uniformes armados por estos pueblos de agricultores donde la presencia del Estado era -y sigue siendo- mínima, aprovechando la falta de justicia, de educación y de empleo.
Así aprendieron a «aceptar» a la guerrilla, tanto del Ejército de Liberación Nacional (ELN), la más fuerte en la zona, como de las FARC, o más bien a «resignarse a compartir el territorio con ella», aunque muchos coinciden en que el cacao, como era un negocio de pobres del que apenas sacaban rédito, era respetado.
«Por encima de la guerrilla, está el cacao», afirman orgullosos los cacaoteros.
LA LLEGADA DE LA COCA
Con la guerrilla, específicamente con las FARC, llegó la expansión de la coca, recuerda también Pérez. «Vimos cómo Arauquita en un momento pasó de nada a tener» unas 4.000 hectáreas sembradas.
Pese a ello, los cacaoteros insisten en que son orgullosos hijos de gente dedicada a este fruto y se mantuvieron firmes. «De los productores de cacao ninguno sembró coca», dice el ingeniero, que apunta con el dedo a lo lejos, tierras baldías que se llenaron de coca y se «tiró monte» para sembrarla.
Con la coca, jóvenes de familias humildes empezaron a pasearse con cadenas de oro, autos lujosos (de contrabando) y a pagar whisky en dólares -recuerdan los agricultores-, mientras ellos seguían intentando sacar algunos pesos por el cacao que vendían en la capital para que lo transformaran en barras de chocolate o en bebidas que se toman por lo general al desayuno.
El primer proceso de erradicación de cultivos ilícitos comenzó incluso antes del acuerdo de paz con las FARC, por los mismos cacaoteros que se adentraron a las zonas cocaleras y, con el beneplácito del ELN, comenzaron a arrancar plantas.
«Al ELN le gustó la idea y nos llamaron», rememora Luis Alberto Castaño, desde la Federación Nacional de Cacaoteros en Arauca. Les dieron la autorización y aunque los cocaleros «querían salir a tajarnos», eso les daba garantías.
Tras la firma de la paz con las FARC, hace cinco años, se llegaron a erradicar más de 3.500 hectáreas de coca y Arauquita fue uno de los primeros municipios en ser declarado libre de esos cultivos.
Muchos predios pasaron a tener cacao y poco a poco los cultivos pasaron de las 7.000 hectáreas del dulce fruto en los 2000 a las 18.000 que hay actualmente, de los que llegan a producir por encima de 12.000 toneladas de cacao al año.
La fuerza que tiene el cacao les sacó de tiempos oscuros y ahora exhiben sus productos en salones internacionales y organizan el suyo propio para consagrar el que dicen es uno de los mejores granos del mundo.
Irene Escudero
EFE