Las Palmas de Gran Canaria (España), 1 feb – Dos pequeños países del Caribe, Trinidad y Tobago y San Cristóbal y Nieves, notificaron en la última semana la aparición en sus costas de dos barcazas con una veintena de cadáveres de migrantes africanos a bordo, que pretendían llegar a España desde África.
Lo mismo ocurrió en agosto pasado en República Dominicana y en abril también en Brasil. Pero aún falta por localizar otras 127 embarcaciones precarias que trasladan a las personas migrantes desde las costas atlánticas de África hasta las españolas Islas Canarias, a través del océano, por la conocida como Ruta Canaria de la emigración, considerada la más peligrosa del mundo.
La repetición de este tipo de hallazgos (cuatro concentrados en menos de un año) y el hecho de que a bordo de tres de esas barcas se encontraran documentos de identidad y tarjetas telefónicas de compañías de Mali o Mauritania ha ayudado a que las policías de esos países ubiquen bien este tipo de sucesos como parte del saldo de víctimas que genera la Ruta Canaria desde hace años.
Embarcaciones con cuerpos casi reducidos a esqueletos han aparecido de forma repetida en las costas de América en las dos últimas décadas, pero las policías de esos países no siempre las relacionaron con las migraciones africanas, ya que cuesta imaginar que un bote de pesca cruce todo un océano a la deriva, que una tragedia descubierta en el Caribe haya comenzado 5.000 kilómetros al este.
¿Cuántos de estos barcos, conocidos como cayucos, se pierden en el Atlántico cada año? No hay cifras oficiales: el trasiego de personas por la Ruta Canaria es por definición, por su propio carácter clandestino, un fenómeno en el que no hay listas de embarque, sino solo de supervivientes.
De hecho, el programa de ‘Migrantes Desaparecidos’ de Naciones Unidas no los incluye en el saldo de víctimas de la Ruta Atlántica que publica cada año, porque no hay cadáveres ni supervivientes que atestigüen lo ocurrido. La ONU sabe que esas tragedias suceden y las cataloga entre los «naufragios silenciosos» que le hacen reconocer que su recuento de víctimas (1.808 desde 2014) solo es «un mínimo».
Las aldeas de África recopilan listas de desaparecidos
Sin embargo, sí hay cada vez más pequeñas comunidades y municipios en Mali, Mauritania, Senegal, Guinea o Gambia donde los alcaldes o las familias se organizan para recopilar listas de desaparecidos, en algunos casos con decenas de jóvenes perdidos en aldeas minúsculas.
De esas listas y de su contacto directo con las personas que emigran se nutren organizaciones sociales como Caminando Fronteras para defender en su informe anual que la Ruta Canaria se cobró 9.757 víctimas en 2024, un balance que multiplica por 14 el ofrecido para ese mismo ejercicio por Naciones Unidas (696).
En el informe de esa ONG española se puede leer que 131 embarcaciones se perdieron el año pasado en el Atlántico sin dejar rastro con todos sus ocupantes, con seguridad más de un millar, ya que los cayucos de Senegal, Mauritania o Gambia suelen partir con entre 70 y 200 personas.
De cuatro a siete meses a la deriva
La experiencia de los últimos años indica que un cayuco puede pasar de cuatro a siete meses a la deriva hasta que las corrientes y los Alisios lo empujan a América. El encontrado en Dominicana en agosto había partido de Mauritania en enero.
Nadie sobrevive a una travesía como esa. Mientras les aguantan las fuerzas, los migrantes van arrojando cuerpos por la borda, así que los cadáveres que se recuperan casi siempre pertenecen a los últimos en morir.
La primera vez que se conoció una tragedia como esa fue en abril de 2006, y el trabajo de periodistas que las han documentado ha ayudado a que en América se identifiquen esas barcazas cuando llegan a sus costas. Pero no solo por eso se conocen cada vez más casos, también porque salen más barcazas que nunca.
José María Rodríguez
EFE