El centro de Medellín y sus focos de contagio que asustan a sus visitantes

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Con una rama seca Stiven Gómez pasa las horas reuniendo y separando mosquitos en un charco. De fondo la imagen del Museo de Antioquia se refleja en el agua estancada y apestosa que se acumuló en el último aguacero. “Esto parece un parque abandonado y como por la pandemia ya no vienen turistas, a nadie le importa”, dice el joven de 23 años que vive de vender dulces.

Desde donde se conectan las avenidas Primero de Mayo y De Greiff —a la altura de la plazoleta de las esculturas de Botero— la escena es similar: mosquitos y basuras flotando en los huecos que quedaron de las obras inconclusas del Paseo Bolívar II, un proyecto que empezó en la anterior administración y que lleva tres meses suspendido.

La preocupación de María Taborda, vendedora de un local vecino a la plaza, es que los mosquitos le transmitan alguna enfermedad como el dengue. “Nosotros nos cuidamos del coronavirus, pero ¿cómo le ponemos tapabocas a los moscos”, preguntó en tono jocoso.

Su preocupación no es gratuita. Según los reportes de la Secretaría de Salud de Medellín, en la ciudad hay 450 de los 1.600 casos de dengue registrados en Antioquia.

Raúl Rojo Ospina, coordinador del Programa de Vectores de la Secretaría de Salud, explicó que con el fin de prevenir mayores contagios, se instauró un sistema de ovitrampas, nuevo en el país, que consiste en recipientes con una tabla donde los insectos van y ponen los huevos que luego son analizados para saber si contienen virus de zika, dengue o chikungunya.

“A las trampas están yendo más zancudos y están produciéndose muchos más huevos. Esos zancudos que capturamos nos están saliendo más positivos, es decir, hay mayor circulación viral, quiere decir que esos zancudos están picando personas y esas personas se pueden estar quedando en las casas”, indicó Rojo.

El único problema es que, hasta ahora, el programa solo se ha implementado en 355 instituciones educativas.

¿Quién responde?

Para espacios públicos y las viviendas, la administración municipal recomendó, entre otras cosas, eliminar aguas retenidas en canaletas, cunetas, terrazas y patios. Pero en este caso, ¿quién controla las aguas estancadas?

Para dar respuesta a esta pregunta hay que explicar que en el sitio se adelanta la segunda fase de la obra Paseo Bolívar que, según la Secretaría de Infraestructura, tiene un costo de $10.843 millones.

La obra se tuvo que paralizar a finales de marzo por dos hallazgos arqueológicos: uno en el cruce de la Avenida de Greiff y la carrera Carabobo, donde hay un antiguo puente sobre la quebrada Santa Elena; y otro en el cruce de Greiff con la carrera Cundinamarca, donde se encontró una bóveda de ladrillo sobre la quebrada.

“A la fecha está pendiente de parte del Ministerio de Cultura el permiso para la intervención y revisar las acciones a seguir con relación a esos hallazgos”, informó la Secretaría, que aclaró que ese trámite también ha sufrido demoras por cuenta de la pandemia.

La Secretaría indicó que esperan reanudar los trabajos y que, mientras eso ocurre, el contratista es el responsable de ese espacio. La entidad reportó que, de acuerdo, con informes de la interventoría, cada semana se hacen visitas para verificar que haya cerramientos y señalización y que, si llegan a faltar, es que pudieron ser robadas en la zona. Además anunciaron que el próximo martes harán una nueva visita de control.

El otro virus que amenaza

Pero no solo el dengue trae miedo a la zona. Desde hace dos semanas los bajos de la estación Prado del metro, sobre la carrera Bolívar, volvieron a ser ocupados por vendedores ambulantes que ofrecen ropa y chatarra de segunda mano.

En el lugar nadie habla de coronavirus: hay aglomeraciones, no hay servicios sanitarios y los tapabocas abundan pero suspendidos en las manos o cubriendo la barbilla de los transeúntes.

“Claro que a uno le da miedo que lo mate el virus. Pero uno no sabe si eso va a pasar. Lo que yo sí sé es que si no llevo comida a mi casa, el hambre si nos va a acabar”, cuenta José Pérez, uno de los vendedores de la zona.

Yomar Benítez, subsecretario de Espacio Público de Medellín, reconoció que el problema es crítico: “estas personas son vendedores de subsistencia, trabajan para comer. Y se fueron con la promesa de bonos solidarios desde Presidencia, pero ellos dicen que eso no ha ocurrido”.

Agregó que la subsecretaría ya trabaja en alternativas de apoyo económico (ver recuadro) y que mientras eso se materializa se están repartiendo kits de bioseguridad (van 1.000 y hay 1.200 listos), se hizo una desinfección de la zona con amonio cuaternario y se instalarán lavamanos.

Medellín me cuida para venteros
La subsecretaría de Espacio Público estima que en Medellín hay 25.000 vendedores ambulantes. Para ellos se creó “Medellín me cuida venteros”, una plataforma que consta de registro, pedagogía y reactivación. El subsecretario Yomar Benítez dijo que ya se han entregado paquetes alimentarios a 3.600 vendedores. “La próxima semana definiremos el monto de unos bonos solidarios que vamos a entregarles para que recuperen su ‘plante’ sin acudir a paga diarios”.

Tomado de El Colombiano

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