Montevideo, 27 sep (EFE).- Desde las vías de los trenes ingleses que forjaron la identidad de un país que estaba naciendo, con los colores del oro y el carbón entremezclados durante 130 años cargados de gloria y hazañas, y con la identificación de un origen popular: así nació Peñarol, un club que ha trascendido el fútbol.
Con 5 Libertadores, 3 Intercontinentales y más de 50 títulos locales en sus vitrinas, y nombres como Alcides Ghiggia, Fernando Morena, Alberto Spencer o Néstor Gonçalves en sus filas, Peñarol es uno de los dos grandes -con su archirrival, Nacional- del fútbol uruguayo, y ha dejado una huella imborrable en los 130 años que cumple este martes.
Pero el club va más allá del balompié. Desde sus orígenes, cuando la institución empezó con el cricket y pronto se enamoró del fútbol, obreros y patrones compartían una identidad que se fraguó entre talleres, carbón y vagones.
Con casaca amarilla y negra, nació en 1891 el Central Uruguay Railway Cricket Club (CURCC), que en 1913 tomaría su nombre actual. Esto, según los aurinegros, les daría mayor antigüedad frente al Nacional, fundado en 1899, pero este considera que son dos entidades diferentes, lo que agrega un elemento más de disputa entre ambos.
VILLA PEÑAROL, EL BARRIO ENAMORADO DEL TREN
Como entonces, las vías aún atraviesan las calles, las monstruosas estructuras de los talleres permanecen en pie y el barrio obrero rodea al puente peatonal que une los dos grandes bloques de calles del lugar, muchas de ellas pintadas con los colores amarillo y negro.
Así es el barrio Peñarol, el parque industrial más grande de Uruguay, que todavía mantiene aquella esencia de los primeros trenes ingleses que unificaron al país y luego darían vida al club cuyo emblema («serás eterno como el tiempo y florecerás en cada primavera») se renueva cada 28 de septiembre.
Heraldo Yanuzzi es un referente del barrio. Apasionado por su historia, por los trenes y por dejar clara la importancia de esta comunidad para el resto del país, es un conocedor de cada rincón y se lo cuenta a quien quiera escuchar.
Yanuzzi relata a Efe que este barrio surgió como la Villa Peñarol y debe su nombre a Juan Bautista Crosa, italiano que arribó a Uruguay, se instaló allí y siempre recordó su origen: Pinerolo, un municipio italiano vecino a Turín. La deformación de esta palabra devino en Peñarol.
La llegada de los ferrocarriles ingleses cambió la cara de aquella villa sin muchas construcciones, ya que los obreros se instalaron allí e incluso los jefes mandaron construir sus casas. Con el tiempo y el crecimiento del sitio se llega al fútbol, pasión difundida por los británicos que, rápidamente, enamoró a sus pobladores.
En ese campo de juego rodeado de herramientas y vagones, las divisiones entre jefes y empleados se perdieron y el fútbol fue desarrollando una forma de vida que cautivó a todos y se expandió fuera de la empresa.
«El fútbol fue traído como deporte por los ingleses y ellos lo trasmitieron a quienes eran sus obreros, sus empleados. Eso llegó a gustar mucho y por eso se genera el CURCC como primer cuadro de fútbol organizado», narra el referente barrial que, paradójicamente, es fanático del Nacional.
Vivir rodeado de amarillo y negro en columnas, paredes o esquinas no le molesta, pues asegura que se convive con respeto y tanto él como sus vecinos ‘carboneros’ constantemente se hacen bromas.
UN FERROCARRIL DE CARBÓN… Y ORO
«Carbonero soy, de tu caldera. Y seré, la vida entera», escribió Jorge Drexler, hincha confeso del Peñarol, en una canción a la «locomotora» aurinegra para la inauguración del estadio Campeón del Siglo en 2016, demostrando así la vigencia de la identificación con los orígenes de la entidad.
«El club surge a través del ferrocarril, eso es innegable», dice a Efe el periodista Alfredo Etchandy, quien acota que si bien en un inicio las autoridades inglesas pensaron en el CURCC como en un club de cricket, el fútbol enseguida lo dominó.
A los pies de su estadio se posa un antiguo ferrocarril y cada 28 de septiembre autoridades y futbolistas visitan al barrio que tiene su nombre, hacen un paseo en tren y recorren cada rincón de aquella antigua villa donde la pelota comenzó a rodar.
A poco de alcanzar 150 años, esta huella de oro y carbón que «corre por las venas», como reza el «Himno al campeón del siglo», late en sus fanáticos que sienten al ferrocarril como su fuerza de impulso y no olvidan ese origen de pueblo obrero que, años después, abrazaría la gloria a nivel local e internacional.
Federico Anfitti
Con información de EFE