Dubái, 12 de diciembre de 2023.- El horizonte de acabar con los combustibles fósiles no es el único aspecto que ha crispado el ambiente y enturbiado las negociaciones en la COP28 de Dubái: la financiación de la acción climática y la adaptación son elementos clave en las alianzas entre países pero también generan brechas.
La COP28 ha llegado a su momento máximo de tensión afectada por el revuelo que dejó el lunes el borrador de ‘Balance Global’ que propuso la presidencia de la cumbre y que ha enfadado a una buena parte de los negociadores.
La principal prioridad para la UE, como han insistido desde el principio, es la llamada urgente a acabar con los combustibles fósiles, algo que muchos países esperaban integrara el ‘Balance Global’ y que de momento no ha quedado reflejado.
Financiación
Sin embargo, la financiación para asumir la transformación que requiere descarbonizar la economía y amortiguar los impactos climáticos inevitables es otro punto caliente que está entorpeciendo las alianzas entre bloques, según cuentan a EFE fuentes de la negociación.
Muchos países en desarrollo no están dispuestos a aceptar un acuerdo que no garantice que las economías industrializadas -enriquecidas en base al modelo que ahora buscan deshacer- van a aportar la financiación que exige llevar a cabo esos cambios en sus territorios.
“Si vamos a conseguir el paquete de transición energética, tendrá que venir acompañado de una promesa de apoyo financiero y tecnológico para esa transición, en particular para los países en desarrollo que no están recibiendo esos flujos de financiación en este momento», informa a EFE la especialista en política climática Catherine Abreu, directora de Destination Zero.
«La gran mayoría de la financiación para la energía limpia va actualmente al Norte global y a China”, precisa Abreu, ya que muchos países en desarrollo, sobre todo después de la pandemia, tienen dificultad para asumir sus deudas y así, el riesgo de los préstamos y las inversiones es también mayor.
Coaliciones
La UE, como en otras cumbres, busca coaliciones con los países más ambiciosos, sobre todo sus socios habituales, los que están más amenazados por la crisis climática, como los pequeños estados insulares en desarrollo.
Estos países piden el fin de las energías fósiles para salvaguardar su futuro, pero también dinero para resistir y prevenir las consecuencias climáticas sin tener que endeudarse.
El grupo de los 27 lleva el liderazgo en la mitigación y abandera un discurso centrado en la rebaja de emisiones y el fin ordenado de los combustibles fósiles, pero en el terreno de la financiación, Europa juega más a la defensiva.
Los europeos no han desaprovechado ninguna oportunidad para reiterar que la UE es el mayor donante de financiación climática internacional y que de hecho aporta “más dinero que lo que le corresponde” al Fondo Verde del Clima, al que los países ricos se comprometieron a apoquinar al menos 100.000 millones de dólares anuales para 2020, si bien esa promesa ha sido sistemáticamente incumplida.
Estados Unidos está en otro punto, y aunque se alía con la UE en sus demandas de mitigación -deshacerse de los combustibles fósiles- encuentra divergencias con Europa en la fórmula de compromiso para costear esa transición, según confirman fuentes europeas.
Responsabilidad común pero diferenciada
Los países en desarrollo -unidos en el grupo negociador G77- subrayan el principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas” de acuerdo a la contribución histórica al calentamiento y las capacidades de cada uno, que recoge el Acuerdo de París en su artículo 9.
Este artículo, dedicado a los recursos financieros, recoge que son los países desarrollados quienes deben apoyar los esfuerzos de los países en desarrollo para construir un futuro habitable.
La UE y Estados Unidos insisten más en el artículo 2.1.c, que busca “que los flujos financieros sean coherentes con una senda hacia bajas emisiones de gases de efecto invernadero y un desarrollo resistente al clima”.
Pero los países en desarrollo, afectados también por la falta de confianza que atraviesa todas las negociaciones (y más en cuanto a la financiación), sospechan que esto puede convertirse en un comodín para que los países ricos eludan responsabilidades.
“Los niveles de confianza son muy bajos no sólo por la geopolítica, sino por los años de promesas incumplidas”, señala a EFE el analista de E3G Tom Evans, experto en diplomacia climática y observador en estos procesos.
Temen que los pagos de la mitigación y la adaptación climática se dejen a una suerte de “mano invisible” del sector privado, y que de esta manera se diluya la obligación de los estados más contaminadores.
Aunque no rechazan fuentes privadas, insisten en que la parte principal debe ser de origen público y -precisan- “sobre la base de subvenciones, porque de otra manera lo que hace es incrementar deuda”, explican a EFE desde la portavocía del G77.
“La inversión extranjera puede ser positiva, pero el inversor al final va a sacar capital”, alegan.
Además, el artículo 2.1.c genera incertidumbre en estos países más vulnerables al cambio climático. Algunos dudan, por ejemplo, si construir infraestructura gris, como puede ser un dique contra inundaciones, recibirá financiación privada, pues la huella de carbono de una construcción de este tipo es alta.
Marta Montojo
EFE