Préstamos rápidos, sin garantías, con cuotas pequeñas pero intereses altos. Así como parece sencillo, es complejo y oscuro, se trata del negocio del gota a gota que nació en Medellín, conquistó comunas de las laderas orientales y occidentales de la ciudad, se enquistó en las bandas criminales y, finalmente se reprodujo y expandió por Latinoamérica.
Las autoridades colombianas reconocen que el problema es transnacional, lo que obligó a la Policía y la Fiscalía a buscar alianzas con sus homólogos de México, Argentina, Chile, Bolivia, Ecuador, Perú, México y Brasil para frenar la expansión.
Claudia Carrasquilla Minami, directora de Seguridad Ciudadana de la Fiscalía — quien hasta hace un mes estuvo al frente de la unidad contra el crimen organizado— explicó que este negocio ilícito se empezó a registrar en las comunas de Medellín entre 2010 y 2011. Y ya entre 2012 y 2013 empezaron a tener noticias de grupos de colombianos en el exterior prestando dinero a tasas de interés que rondan el 20 o 25 % mensual, llegando al agiotismo (ver Desafíos legales).
“Hemos podido evidenciar que ellos envían personas desde Medellín a México, Argentina, Brasil y Chile, a quienes los financiadores de esos créditos —que usualmente son integrantes de esas organizaciones delincuenciales— les entregan pequeños capitales para que los pongan en préstamos”, contó.
En los últimos años, agrega, se ha detectado la incorporación de delincuentes locales en países como México y Perú, para hacer tareas de cobros, homicidios y desplazamientos forzados.
“Trabajamos con autoridades extranjeras con las que venimos intercambiando información de los préstamos en esos países, para establecer si son las mismas personas que hacen parte de las organizaciones delincuenciales. La meta es hacer macro operativo conjuntos”, precisó.
En lo que va de 2019 los medios regionales han registrado la captura de redes de colombianos prestamistas en el exterior: el 26 de mayo fueron 60 los detenidos por la Gendarmería Nacional de Argentina en Salta. El 23 de mayo cayeron otros cuatro connacionales en la colonia Doctores de México D.F.. En abril, la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos de Argentina reportó la deportación de 50 colombianos relacionados con el delito.
En marzo, 13 compatriotas fueron capturados en La Paz, Bolivia, casi todos con situación migratoria irregular. El 13 de febrero, en Cancún, hubo 8 capturas y 87 denuncias contra supuestos cobradores llegados desde Medellín.
Eso citando casos recientes ocurridos en lo que va del año. Pero hay episodios más escabrosos, como el ocurrido el 18 de mayo de 2017 cuando cuatro paisas dedicados al negocio ilícito de prestar dinero con altos intereses cayeron en manos de agentes de la Policía de Cancún, en México.
Uno de ellos apareció decapitado dos días después. Tres meses más tarde la revista Proceso hizo público un reportaje en el que informó que los jóvenes terminaron en manos del Cartel de Jalisco y que su jefe pagó 50.000 pesos mexicanos (8,6 millones de pesos colombianos) para que los dejaran libres.
Muchachos en moto
De las laderas orientales de Medellín salió “Jimmy”, de 33 años, hijo de un vendedor de “contado”, esos hombres que durante la década de los 90 y comienzos de 2000 recorrían las calles de Medellín entregando mercancía a crédito que se pagaban diaria o semanalmente, según el caso. Este negocio fue la génesis del gota a gota. Los comerciantes dejaron de entregar mercancía, empezaron a prestar dinero y vieron que era rentable.
“Eso dejaba mucha plata, tanta que de un momento a otro se llenó la ciudad de gente que hacía eso y entraron las bandas que cobraban ‘vacuna’ (extorsión) en cada barrio. Entonces yo junté los ahorros que tenía y pensé en irme al exterior”, cuenta vía telefónica.
En 2013 tomó un avión a Brasil —el país que tenía la moneda más valorizada de la región— y aunque no conocía a nadie buscó un hotel. “La primera semana me la pasé viendo televisión para intentar imitar el idioma. Después hice unas tarjetas con mis datos para explicarle a la gente cuánto debía pagar, y con eso me fui a los locales. A punta de señas y números, en dos semanas hice el primer préstamo, el rumor se regó y la gente empezó a llegar”, agrega.
Hoy es el jefe del negocio en el que trabajan su papá, primos y algunos amigos. Sabe que su actividad no es legal y, aunque niega tener nexos criminales, reconoce que semanalmente les paga a los policías de las zonas donde trabaja para que no lo molesten. “Yo busco a los jefes de las zonas, porque si le pago a cada cuadrante, se me van las ganancias”, explica.
Sobre su estatus migratorio, dice que tuvo ayuda “externa” (de funcionarios) para legalizarse.
Mientras tanto, en México, “Jose” alista cada día un bolso con varias tarjetas de presentación, un celular y las llaves de su moto. La misión de este paisa también es recorrer las calles buscando a comerciantes formales e informales a los cuales les hace ofertas tentadoras: créditos de entrega inmediata, 20 días de plazo, que desembolsan de inmediato.
Pero “de eso tan bueno no dan tanto”. El precio por la rapidez es alto: los intereses son 10 veces más de los permitidos por la ley (2,97 % mensual para créditos personales) y a diario se debe hacer un abono; de ahí el nombre de gota a gota.
“Jose” se fue hace dos años de su barrio, en la zona nororiental de Medellín, reclutado por uno de sus amigos que le dijo que solo tenía que poner su trabajo diario. El capital para los créditos, la moto, el celular y los tiquetes desde Colombia iban por cuenta del patrón.
A cambio, debía convencer a los comerciantes de tomar los créditos, cumplir con la recolección del pago diario, contactar nuevos clientes y gestionar los casos difíciles. Es decir, los cobros de quienes se atrasaban o decidían no pagar.
Hoy cuenta con 150 clientes en varias rutas y sus ingresos triplican los que tenía en Colombia como empleado formal. Su esposa y su hijo ya viajaron a México, y ella se integró a la red.
Pero el negocio tiene su lado sombrío. “Jose” prefiere no dar muchos detalles de lo sucedido, pero reconoce que el año pasado sufrió un atentado, al parecer ordenado por los carteles. Un grupo de hombres armado le salió a la ruta y le disparó dos veces. A su compañero le dieron cinco tiros y ambos terminaron en un hospital custodiados por la Policía. “Yo me alcancé a desencartar de las tarjetas y la plata (antes de llegar al centro médico), entonces alegué que no sabía qué había pasado. Nos atendieron y a los días nos dejaron ir”, recordó.
Aunque, en su diálogo con EL COLOMBIANO, negó que usara armas o tuviera nexos con bandas criminales, en México las autoridades sí han reportado casos de desplazamiento forzado y amenazas de prestamistas a quienes no quieren o pueden pagar.
Los cobros
El problema no es exclusivo de México y Brasil. Distintas autoridades en Latinoamérica han reportado casos de desplazamiento forzado, amenazas y hasta homicidios atribuidos a los prestamistas.
Uno de los más visibles ocurrió en Perú a mediados de abril de 2017. Dos colombianos en moto llegaron hasta la casa de Javier Óscar Puma Huamán, un mecánico que tenía varios créditos sin pagar, y lo asesinaron.
La familia no quiso denunciar ni hablar con la prensa, pero gracias a testimonios de vecinos se logró la captura de nueve colombianos, oriundos de Armenia y Pereira.
En una rueda de prensa el entonces jefe de la Policía local, Javier Torres, dijo que “todos refirieron que no tenían oportunidades laborales en Colombia y por eso trabajaban ilegalmente en Perú. Fueron deportados”.
En Chile, luego de que varios prestamistas dispararan contra un local comercial, las autoridades hicieron un operativo. El pasado 26 de mayo, cuando se conocieron los resultados (5 colombianos y un boliviano capturados), el fiscal regional Raúl Arancibia dijo, en una rueda de prensa, que los prestamistas tienen manual de operaciones, sistemas computacionales para subir los pagos apenas eran cobrados, y redes de envío del dinero a Colombia “donde está la jefatura de la organización”.
En México, además, “Jose” aseguró que varios connacionales se han aliado con los carteles para gestionar los cobros difíciles. “Los mismos mexicanos están viendo que esto es rentable y se quieren meter. En algunos casos compran las deudas para cobrarlas y en otros simplemente les dicen a los colombianos que recojan su plata y se vayan”, agregó.
La fiscal Carrasquilla lamentó que este negocio siga en expansión porque golpea directamente a las clases más bajas, a los que no pueden acceder al sistema financiero porque no cumplen con los requisitos o, simplemente, no tienen la capacidad de pago.
Los términos del negocio
En México los colombianos prestan desde 1.000 hasta 5.000 pesos ($173.000 a $869.000 colombianos al cambio actual). El mexicano paga entre 60 y 300 pesos diarios de interés. En Brasil los créditos arrancan en 300 reales ($250.000 colombianos) hasta 1.000 reales ($837.000), con los mismos intereses (20 %). Los requisitos son el comprobante de domicilio y los datos personales, para saber dónde cobrar en caso de que el usuario se atrase en los pagos. Según “Jose” y “Jimmy” los comerciantes mantienen créditos activos, en promedio, hasta por seis meses y muchos trabajan con más de un prestamista a la vez.
Tomado de El Colombiano