Nairobi, 26 mar- Marvins Ouma camina por las calles de Nairobi intentando esquivar con su bastón de invidente de color blanco las grietas que se abren a su paso, mientras dos amigos suyos, también con discapacidad visual, aunque parcial, le agarran de los hombros para evitar que meta el pie en un agujero.
Este es el pan de cada día para este joven de 19 años, pero también para sus amigos, Wangara Muiru y Festus Korir, y para miles de personas que conviven con una discapacidad visual en la capital de Kenia, sumida en un «boom» de edificación que deja muchas calles sin zonas peatonales y con escasas políticas públicas de regulación.
A la derecha de Ouma, un estrecho canal de agua, de medio metro de profundidad y seco por la falta de lluvias, separa la maltrecha acera por donde camina de un camión de mercancías que ocupa toda la carretera.
A su izquierda, un boda-boda (moto-taxi), impaciente por adelantar al camión, invade parte de la acera y obliga a los tres jóvenes a agruparse para no ser atropellados.
Problemas de accesibilidad
«Las calles no son del todo accesibles, hay interferencias de ruido y de vehículos, y cruzas la carretera sin ser consciente de ello. Podría matarte», señala Ouma a EFE en la oficina de la Unión de Ciegos de Kenia (KUB, en inglés), en el sureste de Nairobi.
En esta línea, el presidente de la KUB, Jackson Agufana, destaca a EFE estos problemas: «los mapas no están diseñados para personas ciegas, hay espacios públicos que no son accesibles para ellos, que no tienen ni ascensores ni rampas, incluido los gubernamentales».
Agufana también lamenta que «aún queda mucho camino por recorrer para las personas con discapacidad visual, que no pueden caminar libremente y tienen riesgo de ser atropelladas».
«Si no es una moto, será una bicicleta, y si no es una bicicleta, será una carretilla. Para hacer las carreteras accesibles queda mucho que trabajar, ya que se diseñaron sin aceras ni sistemas de drenaje», señala.
Los tres amigos, compañeros de clase en la Universidad Internacional de Estados Unidos-África de la capital, donde estudian Relaciones Internacionales, creen que las autoridades deberían implementar políticas públicas que les facilite su día a día.
Piden que mantengan las aceras en buenas condiciones y sin agujeros, así como que habiliten zonas peatonales y que promulguen leyes para que los vehículos circulen sólo por la carretera.
«Básicamente, esto nos ayudaría a desplazarnos bien», remarca a EFE Muiru, al añadir que quiere que estas medidas se cumplan de modo «que las aceras sean para las personas».
«El más dominante de nuestros sentidos»
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la visión como «el más dominante de nuestros sentidos».
Según sus estimaciones, hay al menos 2.200 millones de personas con deterioro de la vista en el mundo, de los cuales 1.000 millones podrían haber evitado ese problema o todavía no se ha tratado.
En cuanto a las diferencias regionales, señala la OMS, la prevalencia de una discapacidad visual es cuatro veces mayor en las regiones de ingreso bajo y mediano que en las de ingreso alto.
En la visión cercana, por ejemplo, las tasas de deterioro de la visión sin tratar son superiores al 80 % en África subsahariana, mientras que en las regiones de ingreso alto, como América del Norte, Europa Occidental o zonas de Asia, son inferiores al 10 %.
Además de políticas públicas, los invidentes subrayan la importancia de educar a la población.
«Es importante crear conciencia entre la gente. Hay algunas calles, muchas peatonales, repletas de obstáculos. Así que si hay una manera de concienciar para hacer que estos obstáculos desaparezcan, creo que nos ayudaría», expresa Korir.
El joven, de 23 años, también lamenta que «las estafas están bastante extendidas» hacia la población con discapacidad visual.
Y su amigo Ouma añade: «Necesitamos tener un amigo o tienda de confianza, porque sin ver el logotipo o la etiqueta del producto, es difícil y algunos se aprovechan».
Aun así, tienen historias positivas que contar: «Creo que he pasado por muchas cosas, pero una que destaca fue un día que quería cruzar una carretera muy concurrida. No me sentía cómodo en esa zona, pero encontré a una señora que se llamaba Masi, que me agarró y me ayudó a cruzar. Eso sí que me impresionó», relata Muiru.
Carlos Expósito
EFE