El papa pide recuperar «la capacidad de asombrarse» para «volver a comenzar»

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Ciudad del Vaticano, 28 mar – El papa instó hoy a los cristianos a que recuperen «la capacidad de asombrarse» para «volver a comenzar» en un mundo marcado por la pandemia, durante la homilía del Domingo de Ramos, con cuya celebración comenzaron los ritos de una Semana Santa marcada de nuevo por la crisis sanitaria causada por el coronavirus.

«Volvamos a comenzar desde el asombro», dijo Francisco ante unos pocos fieles en el interior de la Basílica de San Pedro, donde por segundo año consecutivo tuvo lugar la celebración litúrgica del Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor, en lugar de en la plaza vaticana y con la presencia de decenas de miles de personas, como era habitual hasta la llegada de la COVID-19.

«Dejémonos sorprender por Jesús para volver a vivir, porque la grandeza de la vida no está en tener o en afirmarse, sino en descubrirse amados. Y en la belleza de amar», aseguró, antes destacar la importancia de acoger a los «descartados», «humillados por la vida», «rechazados» y dejar de ser «rehenes de la admiración y el éxito».

En la celebración que marca el inicio de la Semana Santa, el pontífice estuvo acompañado por una treintena de cardenales y varios religiosos, que respetaron en todo momento la distancia de seguridad ante un virus que en Italia ya se ha cobrado más de 100.000 vidas.

La liturgia se ofició en el altar de la Cátedra de la basílica de San Pedro, y no bajo el baldaquino, como se hacía hasta la llegada del coronavirus. Además, la tradicional procesión de las palmas se redujo a un pequeño recorrido realizado por los cardenales con palmas entre los escasos fieles presentes en el interior de la basílica, que fue decorada con algunas ramas de olivo.

Hace justo un año, Francisco impartió una histórica bendición «Urbi et Orbi» -a la ciudad y al mundo- desde una plaza de San Pedro del Vaticano totalmente vacía de fieles, un imagen que se ha convertido ya en un símbolo del silencio y el vacío en los que la pandemia ha sumido al mundo.

Aquel día, fueron llevados hasta el Vaticano la imagen de la Virgen Salus Populi Romani, que habitualmente se guarda en la Basílica de Santa María la Mayor, y el Cristo crucificado de la Iglesia de San Marcello, y ambos se colocaron hoy en el altar, convertidos ya en el emblema de la oración del papa para pedir que se erradique la pandemia.

«EL ASOMBRO ES DISTINTO DE LA ADMIRACIÓN»

En la homilía, Francisco se refirió al «sentimiento de asombro» que suscita cada año esta liturgia: «Pasamos de la alegría que supone acoger a Jesús que entra en Jerusalén al dolor de verlo condenado a muerte y crucificado».

«También hoy hay muchos que admiran a Jesús, porque habló bien, porque amó y perdonó, porque su ejemplo cambió la Historia», pero «el asombro es distinto de la simple admiración. La admiración puede ser mundana, porque busca los gustos y las expectativas de cada uno; en cambio, el asombro permanece abierto al otro, a su novedad».

Francisco quiso destacar el «camino de humillación» que eligió Jesús: «Él triunfa acogiendo el dolor y la muerte, que nosotros, rehenes de la admiración y del éxito, evitaríamos».

Lo hizo «por nosotros» y «probó nuestros peores estados de ánimo: el fracaso, el rechazo de todos, la traición de quien le quiere e, incluso, el abandono de Dios (…) . Y ahora sabemos que no estamos solos. (…) Ningún mal, ningún pecado tiene la última palabra. Dios vence, pero la palma de la victoria pasa por el madero de la cruz. Por eso las palmas y la cruz están juntas».

«Y nosotros, ¿somos capaces todavía de dejarnos conmover por el amor de Dios? ¿Por qué hemos perdido la capacidad de asombrarnos ante él? Tal vez porque nuestra fe ha sido corroída por la costumbre. Tal vez porque permanecemos encerrados en nuestros remordimientos y nos dejamos paralizar por nuestras frustraciones. Tal vez porque hemos perdido la confianza en todo y nos creemos incluso fracasados».

Para Francisco, «detrás de todos estos ‘tal vez’ está el hecho» de no abrirse «a la gracia del estupor» y por eso es necesario «dejarse sorprender por Jesús para volver a vivir, porque la grandeza de la vida no está en tener o en afirmarse, sino en descubrirse amados. Y en la belleza de amar » porque «acogiendo a quien es descartado, acercándonos a quien es humillado por la vida, amamos a Jesús».

Marta Rullán

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