Jerusalén, 13 may- Una madre llora desconsolada, sentada frente a la tumba de su hijo en el cementerio militar del Monte Herzl de Jerusalén. El suyo es uno de los 272 soldados muertos desde que las tropas israelíes invadieran Gaza el pasado 27 de octubre dando inicio a una guerra sin precedentes en el enclave palestino.
Banderas israelíes, velas encendidas y flores decoran la sepultura de este joven de tan solo 22 años, que murió el pasado mes de febrero en Gaza. A su lado, yace la tumba de otro joven enterrado hace tan solo un mes, y otra madre que le venera junto a su marido y sus otros tres hijos.
Nieta de víctimas del Holocausto y criada en norteamérica, Morell recuerda a su hijo, Maoz, con orgullo: «Creo que mi hijo compartía la sangre de mi abuela, a quien mataron Auschwitz. Su último acto fue el de evacuar y salvar a sus compañeros (en Gaza), pese a que sabía que eso ponía en riesgo su vida».
Asimismo, enfatiza que su hijo, pese a haber crecido en un ambiente religioso en el que muchos jóvenes descartan cumplir con el servicio militar a fin de dedicarse al estudio de la Torá, siempre quiso sumarse al Ejército.
Su hermano, Eliezer, de 28 años y quien también sirve en el Ejército pero en la frontera norte con el Líbano, donde diariamente hay intercambios con la milicia chií Hizbulá, agradece haber podido despedirse de su hermano antes de que falleciera en un hospital.
«Llegó muy grave y ya sabíamos que era muy difícil que sobreviviera, pero al menos pudimos estar unos últimos días junto a él», dice, lo que asegura hizo su partida algo más fácil.
Pese al dolor de la pérdida, su madre cree que la guerra en la Franja, que ya suma más de 35.000 muertos gazatíes, debe continuar.
«Si no luchamos contra Hamás, no podremos existir. ¿Qué pasa con nuestros rehenes? Si alguien cree que Israel está en el lado incorrecto, que revise lo que hizo Hamás», asevera Varda.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, también participó este lunes en la ceremonia conmemorativa, con un discurso retransmitido en todo el camposanto a través de megáfonos, y durante el que parte del publico decidió abandonar el acto.
El mandatario, a diferencia de lo que han hecho otros altos cargos como el jefe del servicio de Inteligencia interior, Ronen Bar, o el jefe del Estado Mayor del Ejército, Herzi Halevi, todavía no ha asumido públicamente ninguna responsabilidad por el ataque múltiple de Hamás que causó 1.200 muertos en suelo israelí, entre ellos unos 340 soldados.
«Morir por mi país»
Entre los asistentes preguntados por EFE, tan solo una joven israelí, con los ojos vidriosos, urge a que alguien, de alguna manera, termine con esta ofensiva bélica que cada día, según expertos, se asemeja más a una guerra de guerrillas sin una estrategia clara.
«Mi amigo de 26 años también era soldado y murió en Gaza. Esta guerra tiene que acabar cuanto antes, hay demasiadas pérdidas», dice a EFE en lo que parece una opinión minoritaria.
Pero mientras el Gobierno israelí, y sobre todo el mandatario Netanyahu, decida proseguir con la guerra en una Gaza irreconocible, será también inevitable que los familiares y amigos de los que combaten sientan dolor o teman por sus vidas.
«No tengo miedo a morir. Por el contrario, sería un honor morir por el Ejército, morir por mi país», dice a EFE Avi Evron, estudiante de 17 años que vino hoy con su clase a Jerusalén desde Eilat, el sur del país, para recordar a sus compatriotas muertos.
Núria Garrido y Patricia Martínez Sastre
EFE