El sistema ancestral de canales que combate el cambio climático en Perú

FECHA:

Lima 29 de abril de 2022.- Hace más de seis siglos, los pueblos prehispánicos idearon y elaboraron una red de acequias que bordean la sierra peruana de Huarochirí y abastecen de agua a comunidades campesinas del valle. Hoy, este sencillo sistema de riego está siendo restaurado para luchar contra la crisis hídrica que vive la zona y paliar los efectos del cambio climático.

Amuna significa «retener» en quechua y es el nombre de este método de aprovechamiento y distribución de aguas nacido en el seno de la cultura huari, una civilización preincainca que formó un imperio que abarcó parte del Perú actual y cuyos conocimientos absorbieron los incas.

Foto del 22 de abril de un invernadero en la comunidad campesina de Huarochirí, en la provincia de Lima, durante la actividad de recolección de agua. EFE/Aldair Mejía

«Antes teníamos lluvias desde enero hasta abril, pero en estos últimos años tenemos muy pocas por el tema climático. Hemos tratado de recuperar estas amunas para captar el agua de las lluvias y filtrarla para beneficiarnos a nosotros y a nuestra agricultura y ganadería», explicó a Efe Beatriz Olivares, miembro de la comunidad campesina de San Pedro de Casta.

UN INGENIO A 3.000 METROS

Este pequeño distrito situado a más de 3.000 metros de altura, en el corazón de la sierra de Huarochirí, en la provincia de Lima, está rodeado de amunas que parecen estrechos senderos entrelazados en la maleza pero que esconden el secreto del saber ancestral de la siembra de agua.

En la cosmovisión andina, el agua es un ser vivo que fecunda la tierra para crear vida, y en lugares como esta sierra, que no posee nevados, su escasez ha provocado la agudización del ingenio de distintos pueblos que la han habitado.

Foto del 22 de abril de un pago a la tierra en la comunidad campesina de Huarochirí, en la provincia de Lima, durante la actividad de recolección de agua. EFE/Aldair Mejía

Pero el paso del tiempo y su desuso ha hecho que estas acequias, que funcionan por estar en zonas empinadas, hayan quedado en su mayor parte obsoletas.

Es aquí donde entra, desde 2016, la labor de Aquafondo, la empresa promotora de este proyecto de reconstrucción que, junto a los vecinos, ya han restaurado con materiales naturales 18 kilómetros de amunas.

La laboriosa elaboración y organización de este sistema estaba necesariamente ligada a un fuerte sentimiento de comunidad de las civilizaciones de la región que los habitantes de hoy parecen haber heredado al reparar lo que hicieron sus antepasados.

«Los ancestros construyeron las amunas, que hacen un trabajo muy valioso, utilizando los recursos del lugar: piedras y arcilla, nada más», declaró Gregorio Ríos, un anciano poblador de la zona y uno de los impulsores de la reconstrucción.

Ríos se lamenta porque muchos de los habitantes de la zona ignoran los cientos de kilómetros de amunas que recorren la cordillera, transportando agua, y han olvidado su valor.

AGUA DE MANANTIAL

Del manantial del río Carhuayumac parte una de estas amunas ya reconstruidas que va filtrando el agua de las lluvias al subsuelo y ayuda a los campos de alfalfa y ganado de la parte alta de la sierra.

El camino del agua llega a regar la parte baja del valle, que cuenta con cultivos de fruticultura beneficiados por el aumento del caudal.

«Hace cinco años empezamos este trabajo y hemos recuperado 18 kilómetros de amunas, lo que significan más de cuatro millones de metros cúbicos de agua infiltrada al año», señaló a Efe la directora ejecutiva de la empresa promotora del proyecto, Mariella Sánchez.

Comunidades como la de San Pedro de Casta contaban con una escasez de agua que llamaba a instalar un nuevo sistema de riego, pero los propios vecinos dieron con la idea de reconstruir uno que ya existía con un escaso impacto medioambiental.

Además del beneficio a estos pueblos campesinos, el aumento del caudal de la cuenca hace que más agua desemboque en el Rímac, uno de los ríos que riegan Lima.

«El beneficio hídrico es para esta comunidad y sus actividades agrícolas en un 80 %, pero este llega indirectamente a la ciudad de Lima», explicó Sánchez.

«Lima es un desierto, pero Lima sin nosotros, sinceramente, sería una sequía», dijo Olivares, quien añade, entre los huertos comunitarios que también forman parte del proyecto, que la reconstrucción de las amunas podría aplicarse en otros puntos de la sierra.

Ríos, el anciano habitante que ha dedicado su vida al estudio de la agricultura, la ganadería y el agua, se despide del visitante con una última lección: Para contrarrestar el cambio climático, hay que seguir prestándole atención a este sistema de aprovechamiento de agua y continuar así la difusión del saber ancestral desde las alturas.

Paula Bayarte

EFE

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