Redacción Análisis Urbano
La criminalidad se mantiene al alza, esa es la situación permanente que vive Medellín. Aunque se reconoce que la ciudad salió del ocultamiento de la verdad —de las verdades a medias y las cortinas de humo—, la inseguridad no cede y la institucionalidad, en cabeza del alcalde Federico Gutiérrez, no ha optado por darle un giro de 180° a la estrategia de seguridad que implementó.
Una nueva guerra parece haberse desatado en la ciudad, esta vez en las comunas 5 y 7. Esta vez los protagonistas no son Mondongueros, Oficina del Doce, Machacos, Pájaro Azul o Matecaña; los que se enfrentan, al parecer, son los Pesebreros dentro de su misma organización criminal que pertenece a la Oficina del Valle de Aburrá.
La lucha se desató por el poder económico, militar y territorial que comprende a los barrios Caribe, Córdoba, La Candelaria, Nuevo México, Pilarica, El Progreso, La Iguaná, San Germán, Los Colores, presuntas zonas controladas por el Diablo quien en la actualidad tiene orden de captura, uno de los lugartenientes de Camilo A, actual jefe de los Pesebreros, y quien cuida el poder del capturado Carlos Pesebre.
Según informaciones recibidas por Análisis Urbano, la guerra se mostró el sábado cuando fueron asesinadas dos personas en el Mirador de Calasanz. En Córdoba, La Candelaria y El Volador, también se presentaron homicidios, uno en cada barrio. Estos cinco asesinatos anunciaron la confrontación. Tres de los muertos serían alias Frito, Manta y Lora, quienes no quisieron traicionar al Diablo. Análisis Urbano, aclara que algunas de las víctimas podrían estar involucradas directamente y otras ser inocentes.
¿Quiénes estarían enfrentados?
La rebelión que sufren los Pesebreros, y en concreto el Diablo, estaría liderada por dos de sus hombres más cercanos, Alejo o Cacha y el Gordo Arepas, quienes el sábado tomaron el control de La Candelaria, el sector los Bloques y desde allí lideran la toma sobre Caribe, Córdoba, Nuevo México, Pilarica, El Progreso, la iguana, San Germán y Los Colores.
Desde el 11 de junio siguen presentándose homicidios en las zonas mencionadas, hechos que demuestran la intensidad de la guerra interna. El 12 de este mes fue asesinada una persona en Caribe, el 13, dos personas, una en el mismo barrio y otra en El Progreso. El 14 de junio, a las 11:50 a. m., fue asesinado, con ocho impactos de arma de fuego, un joven de 28 años, Yeison Oviedo Tamayo Pérez, conocido con el alias de Cheroky, quien en ese momento estaba trabajando en el servicio de transporte informal. Según las autoridades, perteneció a la banda del barrio Córdoba, pero se había retirado hacía un año de la vida criminal.
Fuentes que piden mantener la reserva de la identidad afirman que Yeison sí perteneció a la banda ilegal pero que cuando salió tomo la decisión de alejarse de todo, trabajaba en el transporte informal y al parecer también manejaba una ambulancia: “Estaba juicioso y trató de corregir su vida para poder darle un mejor futuro a su esposa y dos hijos”. Sus sueños se truncaron cuando los miembros de la banda de Córdoba le insistieron que volviera a ella, su negativa lo llevó a la muerte.
Esas mismas fuentes le han revelado a Análisis Urbano que Cacha y Gordo Arepas quien al parecer salió de la ciudad cuentan con un fuerte patrocinador, solo así se entiende que estén en rebelión contra Carlos Pesebre. Se cree entonces que habrá más muertos mientras se sofoca el levantamiento interno.
Las citadas fuentes dejan entrever que habría policías del CAI instalado en El Volador comprados y sirviendo en la guerra. Mencionan a un uniformado conocido como Roñoso o el Zarco, cuya identidad civil no se revela por respeto a la presunción de la inocencia. El brigadier general José Acevedo debería ordenar la inmediata investigación al personal del CAI El Volador para así saber a ciencia cierta si allí hay personal en la nómina paralela del crimen prestándole protección oficial a los delincuentes.
Ante los hechos violentos que se vienen presentando en Medellín, Análisis Urbano cuestiona respetuosamente la hoja de ruta de la seguridad urbana enfocada en la lucha contra el crimen que no es otra cosa que el conjunto de acciones desarrolladas por Federico Gutiérrez y sus coequiperos en pro de alcanzar las metas y los objetivos de la administración municipal: arrinconar el crimen urbano. Parece que la estrategia de seguridad está mal diseñada, los hechos violentos y de desborde de la criminalidad así lo confirman.
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Apunte Urbano
Cinco meses y medio de trabajo institucional enfocado en la lucha contra el crimen evidencian que romperle la columna vertebral a la Oficina del Valle de Aburrá y a sus aliados Urabeños, hoy llamados El Clan del Golfo, no ha funcionado. Cinco meses y medio donde la criminalidad va creciendo en todos los aspectos y algunos de estos períodos donde la violencia sube y baja cual yoyo —abril, mayo y lo corrido de junio lo demuestran—. Más allá del accionar de la institucionalidad seguimos estando a merced de las decisiones de subjefes y jefes criminales con poder militar, económico, territorial y base social que sustenta su accionar. Alcalde, ¿cuándo se le dará un ajuste real a la estrategia de seguridad? La decisión está en sus manos.