En video | El Bronx de Medellín no tiene cuarentena: plazas de vicio, vacunas y Convivir se mantienen al día

FECHA:

El 29 de abril, pasadas las 12 m., miembros del equipo de la Agencia de Prensa Análisis Urbano nos encontrábamos a pocas cuadras del llamado Bronx, observando y registrando los alrededores y las pocas calles de la gran plaza de vicio que se instauró a unos metros de la Estación Candelaria de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá. Esta es ya una rutina que hacemos dos o tres veces a la semana, sea con dron o en recorrido en vehículo, pues caminando se corre el riesgo de sufrir agresiones por parte de los campaneros, consumidores de estupefacientes o el aparato militar de las Convivir que protegen la zona.

Después de tantas denuncias e investigaciones periodísticas realizadas y publicadas, esperábamos que un mes después de que mostráramos «la olla» desde aire y tierra, encontrándonos en época de pandemia y cuarentena «rigurosa», ya se hubiera por fin intervenido el Bronx, en una ciudad que se jacta de ser segura y que, como muestra de eso, presenta la reducción de homicidios como un triunfo, dejando por fuera de las cifras la desaparición forzada de personas.

En medio del recorrido de registro en la zona, de un momento a otro empezaron a sentirse detonaciones. Parecían papas explosivas —como se les llama a los petardos—. Acudimos a la avenida de Greiff, luego nos metimos por Los Puentes y bajamos por Tejelo; encontramos carabineros y Esmad. En efecto, algo estaba ocurriendo, y pensamos que por fin habían iniciado los operativos para desarticular una de las mayores plazas de droga ubicada en el centro de la ciudad, el llamado Bronx de Medellín. Parecía que sí.

Sin embargo, en las grabaciones observamos que a pocos metros de donde estaban los carabineros, los miembros del Esmad y los policías del cuadrante, se encontraban los consumidores, los campaneros y, un poco alejados, los «vigilantes del crimen», miembros de las Convivir de San Benito y Los Puentes observando cada detalle. Podría ser que estaban aprendiendo en el terreno cómo se harían las futuras intervenciones en la zona.

Acudimos a fuentes oficiales de la Meval que nos confirmaron que efectivamente no eran operativos para desmantelar el Bronx: «Estaban realizando una diligencia judicial en un hotel, por un homicidio que se cometió allí el 28 de abril en la madrugada, atacaron el carro donde se trasladaba personal de la Fiscalía. Fue necesario que llegara el Esmad. Pero es todo».

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Después, revisando redes sociales, se encontró un video, de unos 25 segundos, en el que un grupo de habitantes de calle atacaban con armas contundentes, palos, piedras, entre otros objetos, un vehículo de color rojo que al parecer se encontraba estacionado cerca de la plaza de la droga. Algunos decían que eso solo mostraba que ya se estaban haciendo saqueos en la ciudad, sin embargo, las declaraciones del secretario de seguridad de Medellín, general retirado, José Gerardo Acevedo Ossa, dejaban en claro lo ocurrido el miércoles en la tarde: se había presentado un ataque contra personal del Cuerpo Técnico de Investigaciones (CTI) que estaba adelantando una investigación por un homicidio. «Ocurrió ayer y son dos investigadores del CTI que estaban en un procedimiento de investigación. Por querer sacarla adelante ingresaron a este sector para recolectar una prueba, que era fundamental para esclarecer el homicidio, y los habitantes de calle fueron utilizados por los delincuentes para evitar que ellos estuvieran allí en el sitio», indicó el secretario[1].

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Unas semanas antes, el equipo de Análisis Urbano fue atacado con palos en una de las calles del Bronx, mientras se hacía registro en terreno de lo que allí se vivía. Parece que esto no le sirvió de experiencia a los funcionarios del CTI que ingresaron en carro vistoso a la zona.

Lo ocurrido ese 29 de abril nos lleva a recordar que en la comuna 10 —centro o La Candelaria—, a pesar de la existencia de una cuarentena que obliga al encierro y de que se imponen comparendos por casi un millón de pesos, existen sectores en los que nadie acata la obligatoriedad del confinamiento; San Benito, La Candelaria, El Raudal, La Veracruz, la plazuela Rojas Pinilla, la avenida de Greiff —donde inicia el Bronx— y los alrededores del Museo de Antioquia, los puentes y la plaza Minorista, son ejemplo de eso.

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En ese perímetro confluyen varias actividades criminales muy lucrativas, por un lado las plazas de vicio y el aparato militar ilegal que brinda «protección» —las Convivir—, que cobra por «regular el espacio» por medio de la «protección obligatoria». Por otro lado, están el pagadiario, las casas de tortura y pique, el contrabando, la prostitución, la explotación sexual y las vacunas al comercio formal e informal, toda una empresa criminal montada en las narices de la institucionalidad.  

Lo expuesto anteriormente muestra que el Bronx, la venta y el consumo de estupefacientes, los pagadiarios, las vacunas, las Convivir, los coordinadores, los subjefes, los jefes, los patrones y los patrones de patrones del crimen urbano, toda una jerarquía del bajo mundo de Medellín, son la realidad del centro de la ciudad, con pandemia y sin ella, con institucionalidad y sin ella.

Antes de la llegada del COVID-19, la ONG Corpades y la Agencia de Prensa Análisis Urbano, llevan ocho años mostrando y demostrando que el centro de Medellín es el lugar de la ciudad donde más actividades criminales pululan. Paradójicamente, es la comuna que tiene más seguridad respecto a las otras quince y los corregimientos. En su jurisdicción se encuentran la estación Candelaria, la estación 300, el Comando de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá, más de cien cuadrantes y cerca de 800 cámaras de seguridad, de las 2.600 instaladas en Medellín. A esto hay que sumarle la «paraseguridad» ofrecida por el aparato criminal de las Convivir, que cuenta con protección oficial. Todo un modelo de seguridad urbano.

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Finalmente, advertimos a la institucionalidad que seguiremos haciendo visitas a los lugares ya mencionados, entre ellos, el sector comprendido entre las carreras 53 y 54 y las calles 56 y 57B, en pleno centro de Medellín, sector conocido como los puentes o el Bronx.

Esperamos que la voluntad política del nuevo alcalde de Medellín, Daniel Quintero, se exprese con acciones reales sobre la comuna 10, eso permitiría cambiar la impresión que nos ha quedado al equipo de investigación de Análisis Urbano, después de tantas denuncias y recorridos permanentes. Nada va a cambiar mientras la voluntad política no sea la que predomine y que esté por encima de los intereses particulares, si no se hizo nada en los tiempos que no había pandemia, menos se hará ahora que tenemos esta crisis de ciudad en la que el hambre aflora como la gran protagonista, mientras que la gran ausente es la institucionalidad. ¿Será que harán lo mismo que en las cárceles colombianas, dejando que llegue el coronavirus a estas zonas de la ciudad? ¿La mal llamada limpieza social se estará gestando bajo la excusa de la pandemia?

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Apunte Urbano

Reiteramos lo afirmado en el artículo «La estrategia de seguridad de Medellín en tiempos del COVID-19», publicado el 27 de abril del 2020: «En la era Quintero Calle, que apenas lleva cuatro meses, nada nuevo en la estrategia de seguridad se ha mostrado, termina siendo una copia calcada a las administraciones anteriores y se resume en lo mismo: instalar o adecuar cámaras de seguridad, aumentar el número de cuadrantes, aunque no haya personal policial disponible, activar o mantener la red de cooperantes, recompensas y anuncios mediáticos sobre “importantes capturas” de personas sin mayor poder o que ya están relevados o de salida; en concreto, nada novedoso se muestra debido a la contingencia que se vive».


[1] Extracto tomado del artículo «La versión sobre el video del ataque al carro rojo en el Centro de Medellín», publicado en el periódico El Colombiano, el 30 de abril de 2020.

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