“Estamos dispuestos a reunirnos con víctimas para ayudar a sanar heridas”: Carlos Lozada

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Una carta publicada en redes sociales y medios de comunicación, firmada por ocho excomandantes de las extintas Farc, volvió a revivir el compromiso de los exguerrilleros con las víctimas de la guerra: pedirles perdón por las heridas causadas a sus familias por delitos como el secuestro. La carta tuvo nombre propio: la familia de José Norberto Pérez (cabo de la Policía) y su hijo Andrés Felipe Pérez. El primero murió en cautiverio en manos de la guerrilla y el segundo falleció de cáncer a sus doce años, esperando que liberaran a su padre: “Sentimos vergüenza por no haber escuchado el clamor de Andrés Felipe, quien murió esperando reencontrarse con su padre”, escribieron en la misiva del pasado 14 de septiembre.

Cuatro días después, ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), once excombatientes del otrora Estado Mayor Central reconocieron haber cometido o haber sido cómplices del delito de secuestro y se comprometieron, nuevamente ante este tribunal, a entregar la verdad que esperan las 2.334 víctimas acreditadas ante esta justicia en el caso 01 sobre secuestro.

Carlos Antonio Lozada fue uno de los excomandantes que firmó la carta de perdón y ha manifestado estar arrepentido por delitos como el reclutamiento de menores de edad y el secuestro. Julián Gallo Cubillos, como es su nombre de pila, fue comandante del Bloque Oriental de las Farc y miembro del desaparecido secretariado. Actualmente es congresista del Partido FARC y en diálogo con El Espectador contó detalles de la carta de perdón y aseguró que tienen la intención de acercarse a las víctimas para “ir avanzando en ese proceso de sanar heridas”.

¿Por qué decidieron pedir perdón a través de una carta y no por otros medios más directos para las víctimas?

La idea inicial era hacer un video; de hecho, estábamos preparados para grabarlo. Sin embargo, concluimos que de pronto la carta podría terminar siendo algo más sobrio, algo más fácil de transmitir porque a veces se malinterpretan las imágenes de los videos, la actitud, la cara, los gestos; entonces finalmente dijimos no, hagamos mejor la carta que no permite equívocos porque ahí está el texto, está expresado lo que queremos transmitir.

¿Qué fue lo más difícil al tomar la decisión de pedir perdón?

La verdad es que esto no es algo que se dé de la noche a la mañana, es un proceso de reflexión muy profundo tanto a nivel personal como colectivo. Lo más difícil fue la contradicción que teníamos con la dimensión del lenguaje. Nosotros a veces nos hemos aferrado al lenguaje como un mecanismo de defensa y de afirmación de lo que somos. Pero el lenguaje nos tenía prisioneros de nuestro pasado, porque en la guerra nunca aceptamos el término “secuestro”. Desde el punto de vista jurídico se llama retención ilegal de personas y así lo manejamos siempre. Entonces, ese reconocimiento nos costó mucho porque seguíamos atrincherados en nuestros conceptos y en el ejercicio de ver qué nos impedía establecer una comunicación más directa y fluida con las víctimas, y la sociedad en general, concluimos que era necesario desprendernos de nuestro lenguaje para establecer una comunicación que logre transmitirle a la gente el proceso por el que estamos transitando.

En la carta ustedes mencionan el caso del niño Andrés Felipe Pérez, que murió clamándoles que liberaran a su padre, el cabo José Norberto Pérez. ¿Han tenido algún acercamiento con esta familia?

No lo hemos tenido, pero sí tenemos interés en dialogar con ellos. En general, quisiéramos dialogar con todos los familiares de las víctimas, porque creemos que esto hace parte del proceso de reconciliación, pero respetamos la decisión que tomen ellos sobre hasta dónde aceptar o no una reunión. Mencionamos en la carta el caso de Andrés Felipe Pérez porque en el diálogo que tuvimos dijimos que este era uno de los que más había marcado la conciencia colectiva de la Nación por lo dramático de la situación del cabo Norberto Pérez y, al mismo tiempo, por la situación de su hijo. Entonces lo incluimos para simbolizar todo el dolor que habíamos generado en la sociedad y las familias con la práctica del secuestro.

¿Cómo se vivió en las Farc la noticia de la muerte de Andrés Felipe?

Por más de que uno esté inmerso en la guerra no se deja de sentir ni de reflexionar, y fue muy doloroso vernos inmersos en ese tipo de situaciones.

Y si fue doloroso, entonces, ¿por qué no liberaron al cabo ante el clamor del país, del niño y hasta del papa Juan Pablo II?

No conozco la razón, porque en ese entonces yo era del Bloque Oriental y no teníamos el manejo directo de esa situación. Lo que puedo decir es que en la guerra las decisiones están mediadas por la propia dinámica del conflicto y en la medida que había una presión social de los medios, como fue ese caso, se leía al interior como si fuera una campaña para golpearnos, desprestigiarnos y acorralarnos. Entonces eso solía generar el efecto contrario, que era la no liberación. Este caso refleja la inhumanidad de la guerra.

¿Qué pasó con quienes asesinaron al cabo José Norberto Pérez?

Ni idea, no tenemos ni idea cómo terminó ese episodio.

Aunque la carta fue un mensaje general para todas las víctimas de este flagelo, ¿tienen pensado hacer algún acto público de perdón?

Desde luego. Nosotros estamos dispuestos a reunirnos con todas las víctimas que lo deseen. Queremos hacer encuentros, no necesariamente públicos, pueden ser privados, pero que nos permitan ir avanzando en ese proceso de sanar las heridas de las víctimas. En La Habana hicimos una propuesta y es que nos pongamos de acuerdo todos los sectores de la sociedad colombiana en hacer un día de contención; es decir, que conociendo lo que sucedió nos comprometamos con un día que llamemos “Nunca más” y en el que participemos nosotros como ex-Farc, el Estado, los empresarios que se involucraron en el conflicto y hasta la religión, para que esto que nos tocó vivir no lo repitan las actuales generaciones.

Hay un reclamo de las víctimas de que ustedes están mintiendo ante la JEP con sus versiones. Hay casos, incluso, que le competen al Bloque Oriental, que usted comandó. ¿Cómo saber si están diciendo la verdad?

Ante la JEP fuimos citadas 33 personas que hicimos parte del último Estado Mayor de las Farc y allí cada uno dio una versión individual sobre lo que conocimos de la práctica del secuestro; luego hicimos una versión colectiva general que se trabajó durante varios meses para tratar de recoger los elementos centrales y luego hubo necesidad de complementar esta versión colectiva con versiones colectivas por antiguos bloques. Supimos que las víctimas presentaron más de 170 reclamaciones a esas versiones colectivas de la JEP y eran familiares con preguntas como: ¿qué pasó con mi familiar? o ¿por qué eligieron a esa persona para secuestrarla? Pero hay preguntas para las que seguramente no tenemos respuestas, porque hay compañeros que eran quienes tenían información, sobre algunos casos, pero algunos murieron en la guerra o desertaron. Entonces va ser imposible satisfacer todos los requerimientos que hagan las víctimas.

Después del perdón, ¿cuál es el compromiso del Partido FARC con el país?

Lo que deseamos es que se puedan sanar las heridas de la sociedad y que, independientemente de que sigamos pensando distinto, podamos convivir en una sociedad democrática. Y ojalá podamos pedir perdón a las víctimas por parte de todos quienes intervinimos en el conflicto.

¿Han programado encuentros y diálogos para generar un vínculo con las víctimas?

A veces, como partido, y en medio de la confrontación política, se malinterpretan esos actos señalando que se está haciendo una utilización de este tipo de situaciones. Por eso, cuando esos encuentros se han dado, es porque son las víctimas las que han tomado la iniciativa o porque es producto de la maduración de un proceso de diálogo con la Comisión de la Verdad. Otras personas también han facilitado esos espacios.

En la primera versión pública sobre el caso de reclutamiento de menores ante la JEP, usted dijo que el reclutamiento en la guerrilla era considerado una falta grave, ¿considera que fue un error no haberlo denominado un delito?

Aunque no era delito en nuestra reglamentación interna como guerrilla, eso no quiere decir que no fuéramos conscientes de lo trágico que era para una sociedad el hecho de que los jóvenes y los niños puedan verse inmersos en la tragedia de la guerra. Hoy en día, desde afuera, la mirada es distinta y por eso estamos empeñados en que se debe consolidar el Acuerdo de Paz para remediar lo que ocurrió.

Ese es un delito que sigue vigente con otros grupos armados. Desde su experiencia, ¿por qué sucede?

Dado el abandono estatal y mientras persista el conflicto en sus múltiples expresiones, los niños siempre van a estar allí expuestos a que terminen siendo incorporados en las filas de cualquier grupo armado ilegal, como sucedió y sigue sucediendo en la guerra.

Si bien en las versiones voluntarias ante la JEP no hay una obligación de asumir responsabilidad sobre el delito de reclutamiento, ¿hay compromiso por parte de ustedes de hacerlo si es necesario?

Esta es una responsabilidad enorme porque sabemos que se trata de un modelo de justicia transicional, distinto a todo lo que habíamos tenido en el país. Quienes terminamos en la última dirección de las Farc hemos asumido el compromiso de llevar sobre los hombros la responsabilidad de todo lo malo que pudo haber ocurrido al interior de las filas y que violó el Derecho Internacional Humanitario. Todo, así a nivel personal se tenga o no responsabilidad. Esa es la obligación con las comparecencias en la JEP.

En este mes que termina se celebró el Día Internacional por la Paz, pero, al mismo tiempo, hubo marchas en las que participaron sectores que piden el cumplimiento del Acuerdo de La Habana. ¿Qué pasa con lo pactado?

En términos del cumplimiento no se ha avanzado en la reforma rural integral ni en los compromisos con los exguerrilleros, ni siquiera en la reforma política, porque no se han implementado las 16 curules de las víctimas. Sin embargo, no somos pesimistas. De hecho, cada vez más vemos que hay gente en defensa de la implementación de lo acordado en La Habana y que sale a manifestarse y a exigir que se cumpla. Si logramos superar estos cuatro años de un Gobierno que se propuso hacer trizas los acuerdos, seguramente podremos tener en el próximo período un gobierno que se comprometa realmente con la paz.

¿Antes de la firma del Acuerdo de Paz sabían que el incumplimiento podría ser una posibilidad?

No había forma de llegar a un acuerdo si no había dejación de las armas por parte de la guerrilla, eso era lógico. El cumplimiento del Acuerdo siempre será incierto, uno no sabe si van a cumplir o no; pero nosotros le apostamos a que el cumplimiento tiene que ser el resultado de una correlación de fuerzas que termine fortaleciendo la resistencia a sectores poderosos que necesitan y viven del conflicto; un conflicto que les garantiza su permanencia en la conducción del Estado. Se podrá cumplir en la medida en que otros sectores de la sociedad colombiana, que necesitamos la paz y estamos convencidos de que el futuro no puede ser la guerra, asumamos el control de la sociedad. Esa es la apuesta y por eso consideramos que hacia allá debe marchar la sociedad y eso es lo que nos motiva cuando vemos que la gente comienza a salir y a marcharse y movilizarse.

¿“Control de la sociedad” significa representación en el gobierno? ¿Eso quiere decir que ya hay una candidatura para las elecciones de 2022?

La aspiración de todo partido político es llegar a ser gobierno y nosotros no somos la excepción. Sin lugar a dudas, de una u otra manera, sea con candidato propio o en una coalición, estaremos presentes en el debate presidencial y en las elecciones parlamentarias de 2022.

Tomado de El Espectador

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