Extranjeros son extorsionados por policías en El Poblado, Medellín

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Imagen toda de infodeayuda.blogspot.com

Redacción Análisis Urbano

El grupo estaba conformado por cuatro hombres y una mujer: un norteamericano de ascendencia afro, un belga de apariencia bastante latina y  tres alemanes, la chica y los otros dos jóvenes, rubios, altos, de piel muy blanca y ojos azules. Caminaban por la calle 10, exactamente por la parte de la vía que lleva de la estación Poblado del Metro hacia el Parque del mismo nombre. Eran las nueve de la noche del pasado viernes 30 de octubre, cuando sintieron una moto frenar a sus espaldas y una voz autoritaria que en español les ordenaba detenerse. Era la policía.

Los uniformados, pistola en mano, se bajaron de la motocicleta e inmediatamente se dirigieron a la chica y la separaron del resto del grupo. Señalando al norteamericano de piel oscura y al belga de apariencia latina, los patrulleros le preguntaron a la chica si esos sujetos les estaban ofreciendo droga para la venta. La alemana, que entiende y habla relativamente bien el español, indignada por lo que consideró un acto algo racista, contestó que de ninguna manera, que los jóvenes señalados eran tan extranjeros como ella y que además eran sus amigos. Pero la respuesta no tranquilizó a la autoridad.

Elevando un poco sus pistolas y apuntándoles para intimidarlos, pero con algo de disimulo para no llamar mucho la atención de los vehículos que pasaban o de otros transeúntes, los extranjeros fueron requisados y sus nombres fueron reseñados. Como a muchos colombianos que constantemente requisan en el Parque del Periodista, en la plazoleta de Carlos E Restrepo o en el Parque El Poblado, de Medellín, a uno de los extranjeros también le encontraron una mínima cantidad de alguna sustancia ilícita para consumo personal.

Los patrulleros no hicieron ningún ademán de corregir o de denunciar el hallazgo, tan común de por sí en esta ciudad, y por el contrario empezaron a expresarse con un lenguaje ambivalente pero universal y perceptible para cualquiera: el de la corrupción policial. Los uniformados, que luego de la requisa aún conservaban en sus manos las credenciales de identidad y pasaportes foráneos, advirtieron que éstos no serían entregados a menos que los extranjeros les dieran 500 mil pesos a cambio; suma que ni entre los cinco extorsionados reunían.

La sensación de abandono y de pérdida por estar en una país extraño y en manos de dos policías corruptos les llevó a los extranjeros a aceptar sus condiciones. Sin embargo, los cuatro jóvenes y la chica intentaron decir que ellos no tenían todo ese dinero, que juntos sólo alcanzaban a reunir 100 mil pesos, y les rogaron a los patrulleros que les recibieran ese monto y les devolvieran sus documentos.

A regañadientes, los uniformados aceptaron, y a continuación pasaron a explicar cómo debía ser la transacción, haciéndolo como si esto ya fuera un procedimiento de rutina: uno, máximo dos, de los extranjeros tenían que desplazarse una cuadra más arriba y después doblar por una calle oscura donde los patrulleros estarían esperándolos. Una vez allí, debían arrojar el dinero al suelo, cerca de los policías, y después recoger los documentos que también les serían lanzados por estos últimos; el objetivo: realizar exitosamente el intercambio sin estar demasiado cerca y sin cruzar las manos. Tal cual ocurrió.

Los policías se retiraron con el dinero y los extranjeros con sus documentos y con la pequeña cantidad de sustancia ilícita en los bolsillos del pantalón de alguno de ellos. Los jíbaros, que es como se les llama a quienes venden la droga al menudeo en Medellín, continúan en el Parque del Periodista, en la plazoleta de Carlos E. Restrepo y, especialmente, en el parque Lleras y el del Poblado, lugares donde la droga se vende a un precio más caro.

Todos saben quiénes son los jíbaros; todos, colombianos y extranjeros, saben a quién acudir cuando quieren consumir este tipo de sustancias, pero la policía no ha podido dar con ellos, extrañamente los ignoran. No obstante, siempre encuentran a quien la consume y el correctivo que aplican casi siempre es una extorsión, cuyo precio varía de acuerdo a la nacionalidad. Esto es sólo un eslabón más, necesario para sostener la cadena del tráfico de drogas que azota a Medellín.

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