Farmacias de barrio, el mejor vecino

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Ayamonte/Faro (España/Portugal), 13 abril de 2021.- Ana y María no pierden la sonrisa bajo la mascarilla. Trabajan en una farmacia en Ayamonte (sur de España) y miman a sus vecinos. Vigilan su tensión, su peso, sus niveles de oxígeno, piden medicinas al hospital… Hacen la vida de los enfermos más fácil.

Ana Beas y María Rivero trabajan en la farmacia La Villa, en un barrio popular ayamontino, a pocos kilómetros de la frontera con Portugal. Tienen una amplia experiencia como «boticarias» detrás del mostrador, pero desde hace unos meses se ocupan, además, del bienestar de sus vecinos.

Ambas colaboran con el proyecto NUMA, una iniciativa con un presupuesto de 1,5 millones de euros cofinanciada por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) dentro del Programa de Cooperación Transfronteriza Interreg España-Portugal (POCTEP).

Su propósito: mejorar la atención a los enfermos mayores vulnerables aprovechando el alcance de la red de farmacias.

La farmacia actúa como un interlocutor entre el paciente y los servicios sociales y sanitarios a través de una plataforma de «telemedicina» que usa tecnologías de la información y de la comunicación.

En el proyecto participan Andalucía -a través de la Consejería de Salud de la Junta, la Universidad de Sevilla y el Colegio de Farmacéuticos hispalense- y el Algarve (sur de Portugal).

El objetivo es triple: mejorar el seguimiento de las condiciones crónicas del usuario -con el control de sus constantes vitales-; evaluar su fragilidad -evitar riesgos de caídas y fracturas- y facilitar su rutina con las medicinas porque, explica Ana Beas, «las primeras semanas de un nuevo tratamiento son cruciales».

El modelo busca sacar ventaja de la proximidad entre la farmacia y el usuario para prestarle asistencia y mejorar su calidad de vida. Además, en una fase avanzada, se plantea un programa terapéutico que incluye recomendaciones de estimulación cognitiva, funcional y social, promoviendo la actividad física y la socialización.

En ningún caso la farmacia sustituye al médico ni al centro sanitario, pero el «boticario» puede medir las constantes vitales del paciente y subirlas a una plataforma online en tiempo real a la que tiene acceso su médico de atención primaria. O facilitar fármacos, incluso a domicilio, indicados por el especialista y que antes solo eran dispensados en hospitales.

NUMA tiene su propio espacio en la farmacia La Villa. En una vitrina se guardan los instrumentos utilizados por el programa -termómetro, espirómetro, tensiómetro, báscula..-, que envían directamente los datos obtenidos a una plataforma a la que accede el médico.

Ana Beas y María Rivero pueden hacer seguimiento de los tratamientos y dar la voz de alarma si encuentran síntomas sospechosos en alguno de los pacientes del programa.

La farmacéutica Ana Beas en su farmacia en Ayamonte, Huelva. EFE/ Carlos Garcia

LA TENSIÓN DE JOSÉ

José González es uno de los usuarios de NUMA. Tiene 78 años, recibió un trasplante de riñón hace veinte y necesita ser vigilado de cerca.

Se ajusta al perfil medio de pacientes de la primera fase del programa, que «está especialmente indicado para mayores de 65 años, polimedicados y con enfermedades crónicas», explica Ana Beas. Aunque es posible ampliar el espectro.

En la farmacia del barrio, Ana toma periódicamente su tensión, mide su nivel de azúcar en sangre, su peso y le hace una revisión general para asegurarse de que está todo en orden.

Y José se ahorra tiempo y energías. Antes, recuerda, tenía que ir a consultas al ambulatorio. En coche, confiesa, porque dista 3 kilómetros de su casa. «Ahora estoy a cinco minutos, a 150 metros».

José recibe atención primaria en el ambulatorio de Ayamonte, pero también tiene revisiones en hospitales de Sevilla y Huelva. «Antes tenía que pedir cita, ir al centro médico. Ahora vengo a la farmacia y si no es hoy, es mañana».

«Yo vengo aquí y a mi amiga Ana le digo ¿cuándo vengo?», bromea José. «Esto debería continuar y extenderse».»Aquí me cuidan bien», continúa José, que recibe atención en la farmacia un par de veces por semana.

EL VIAJE DE ADELINA

Adelina Lorenzo tiene otro perfil. Con 59 años sufre una enfermedad crónica y degenerativa, artritis reumatoide, que precisa de una tratamiento que habitualmente solo dispensan las farmacias hospitalarias.

El programa le ha cambiado la vida. Para conseguir su medicación estuvo un año desplazándose a un hospital de Huelva, a 50 kilómetros de su casa.

Han sido cientos de kilómetros recorridos y decenas de horas invertidas, lamenta Adelina. «Y solo para que me entregaran un medicamento».

Su situación se agravó con la aparición de la pandemia, porque su enfermedad hace a Adelina especialmente vulnerable. Pero sus temores se disiparon cuando le propusieron entrar en el programa, hace un año, y retirar el tratamiento en la farmacia de su barrio.

«Es mucho mejor, mucho más fácil, no tengo que desplazarme, y al hospital, tal como están ahora mismo, cuanto menos vayamos mejor», dice.

«No es lo mismo venir aquí, a la farmacia, que estoy a cinco minutos andando, que tener que ir a Huelva a recoger una medicación». Adelina se siente aliviada y segura. «Es una opción muy buena y muy avanzada».

María Rivero, volcada en la segunda fase del programa, vela por Adelina. Sigue de cerca el tratamiento y se ocupa de solicitarlo al hospital cuando es necesario.

Se encarga también de acompañar la reacción de los enfermos ante nuevos tratamientos, de renovar los pedidos a los médicos e incluso de dispensar medicamentos sin tarjeta a los usuarios del proyecto cuando está justificado.

UN PROGRAMA QUE LLEGÓ PARA QUEDARSE

«Este programa ha llegado para quedarse», asegura María Rivero. «Mejora la calidad de vida, especialmente ahora con la pandemia».

María se enfoca en la segunda fase del proyecto, más centrada en la comunicación entre el enfermo, el farmacéutico, el centro de atención primaria y, en caso necesario, el hospital.

«El objetivo del proyecto es que estemos conectados los sanitarios de todos los ámbitos, ya sean públicos o privados -las farmacias-«, continúa. «Nosotros como profesionales del medicamento, el médico como profesional del diagnóstico y el enfermo».

El propósito principal del proyecto, subraya María, es facilitar la comunicación entre los profesionales de la salud para mejorar la calidad del vida del paciente.

«De eso se trata, de que el paciente haga buen uso de la medicación, de que tenga adherencia al tratamiento y que si tiene cualquier problema podamos resolverlo e incluso renovar el tratamiento todos los meses», sostiene.

La pandemia ha impactado en el proyecto, admiten Ana Beas y María Rivero.

«Estamos muy cerca del paciente y en las actuales condiciones, en las que el paciente no ha podido ir a consulta presencial, aquí se le ha hecho lo mismo que habría hecho el enfermero», abunda Ana.»En tiempo real, los datos del usuario los ve reflejados tanto el enfermero como el médico de atención primaria».

El potencial de NUMA es impresionante, en especial en las zonas rurales y en las áreas castigadas por el envejecimiento de su población.

El ejemplo de Andalucía puede replicarse en su vecino portugués, el Algarve, que comenzó el pasado diciembre con la fase práctica pero tuvo que suspender el programa por la pandemia.

Todavía está retrasado pero se implementará en breve, explica el especialista luso António Pina.

Pina apuesta por NUMA para la región del Algarve como gran proyecto de «telemonitorización» que podría ayudar, entre otros, a enfermos con hipertensión.

«La hipertensión es un problema grave en el país», admite. «Y en el Algarve en particular», debido al envejecimiento de la población y a su dieta rica en sal.

Además, advierte, «muchos hipertensos no saben que lo son», e incluso «cuando lo saben y se les hace diagnósticos y el médico les prescribe medicación, se van».

Algunos llegan a medicarse, pero no de la forma adecuada. «Hay una confusión total y los estudios sobre los hipertensos muestran que toman la medicación mal o no la toman», advierte Pina.

De ahí la importancia de un proyecto como NUMA que, además, «permite aliviar la carga de los hospitales y los centros de atención primaria».

Nunca las farmacias sustituirán a los hospitales, pero, insiste, «pueden mantener la vigilancia y velar por la disciplina».

Mar Marín

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