Filadelfia (EE.UU.), 26 de agosto de 2022.- La ciudad de Filadelfia va camino de volver a superar su récord de homicidios y es en este momento una de las grandes urbes más peligrosas de EE.UU. en un estado, Pensilvania, con una de las leyes de armas más laxas del país.
Los tiroteos dejan a diario un rastro de heridos y muertos, especialmente en los barrios más pobres y con mayor marginalidad. Pero no exclusivamente.
La sensación de inseguridad es cada vez más generalizada, como muestra una encuesta realizada por el centro Pew que revela que el 70 % de los habitantes ven el crimen como el problema más importante que enfrenta Filadelfia, casi 30 puntos porcentuales más que en 2020.
El 75 % de los residentes en la sexta ciudad más grande de Estados Unidos (1,6 millones de habitantes) aseguran haber escuchado disparos en su vecindario en los últimos 12 meses.
“Es la peor época que hemos vivido, mucha gente está frustrada, hay muchísimas manifestaciones, pero nada parece moverse”, cuenta a Efe Laura Madeleine, creadora del proyecto Souls Shot Portrait.
Hace seis años, frustrada por la violencia, la artista decidió fundar este proyecto que reúne a pintores con familiares de víctimas de la violencia para recordar, a través de retratos, que tras cada número y cada bala hay una historia y una familia destrozada.
Ante la ola de violencia que vive la ciudad, en los últimos años han surgido decenas de iniciativas para denunciar la situación o para intentar cambiarla, como Nomo Foundation o Fathership Foundation.
La tarde en la que tienen lugar las entrevistas de este artículo, el martes 23 de agosto, nueve personas resultaron heridas de bala en cinco incidentes diferentes en distintas zonas de la ciudad. Tres de ellas murieron.
El pasado mes de junio el terror llegaba a una popular zona de clubes nocturnos con un tiroteo masivo que acabó con la vida de tres personas e hirió a otras doce, y que dejó claro que la violencia no es algo que solo sucede en ciertas zonas y entre grupos criminales.
A menos de cien metros del suceso está el Salón de la Independencia, donde fue redactada la Declaración de Independencia de los Estados Unidos en 1776, una de las zonas turísticas por excelencia.
“Para ser honesto, Filadelfia en este momento es problemática en todas partes. No hay un área en la que puedas decir que no pasa nada”, cuenta a Efe Ricky Duncan, uno de los fundadores de Nomo.
Según datos oficiales, este año ha habido hasta la fecha 352 homicidios en la ciudad -una cifra similar a la del mismo periodo de 2021-, la mayoría de ellos por herida de bala.
Una cifra calificada por el propio alcalde, Jim Kenney, como “desgarradora, enloquecedora e indignante”, según declaraciones facilitadas a Efe por su gabinete.
El demócrata lleva años exigiendo (incluso judicialmente) a las cámaras de Pensilvania, controladas por el Partido Republicano, que endurezcan las leyes sobre venta y control de armas.
Comprar una pistola en Pensilvania es más sencillo que en otros estados y solo es necesario un permiso que requiere no tener antecedentes penales.
Con el permiso y rellenando un par de formularios, cualquier ciudadano puede salir en minutos de una tienda con una pistola de nueve milímetros de la marca Springfield, una de las más vendidas, cuyo precio no llega a los 500 dólares.
Cifras de la Policía de Filadelfia recogidas por la prensa local señalan que entre 2017 y 2020 el número de solicitudes de licencias de armas se mantuvo en una cifra cercana a las 11.000 por año, pero en 2021 se disparó hasta las 70.789 solicitudes.
Además, hay un floreciente mercado negro que funciona gracias a lo laxo de las leyes. ”Uno puede comprar un arma por 300 dólares y venderla en la calle a cualquiera por 4.000”, explica Ricky Duncan.
Sin embargo, Duncan no cree que las armas tengan toda la explicación a la violencia, pues la razón es mucho más profunda. Él la llama “maldición generacional”, algo que sufren los jóvenes, “que tienen que rendir cuentas por las cosas que sucedieron antes que ellos”.
Por eso, el principal enfoque de Nomo es la educación, según cuenta el también fundador Dawan Williams: “Tenemos un programa de prevención para jóvenes de 12 a 26 años, y les enseñamos habilidades que les ayuden a prosperar”.
Duncan añade: “Nuestro objetivo es preparar mejores generaciones. Esta herida no requiere una tirita, sino cirugía y rehabilitación, y nosotros somos como un centro de rehabilitación”.
“Mientras sigamos yendo a más graduaciones que a funerales, tendremos éxito”, sentencia Duncan.
Williams y Duncan pasaron por la cárcel en su juventud y buscan hoy ser ejemplo de que se puede salir del agujero. También Jonathan Wilson, creador de la Fathership Foundation, ubicada en una zona del extrarradio de Filadelfia, con altas tasas de pobreza.
Fue en la cárcel donde ideó la fundación que ayudará específicamente a hombres aunque no se animó a ponerla en práctica hasta que salió de prisión y sufrió en sus propias carnes la violencia.
Doctor en Educación, Wilson ha estudiado, sobre una silla de ruedas, las raíces de la violencia, que tienen que ver con “la desigualdad estructural o el racismo institucionalizado”.
Y es que de los 1.547 heridos por arma de fuego en Filadelfia en lo que va de año, el 76 % son afroamericanos y el 14 % hispanos, sentencian las cifras oficiales.
Paula Escalada Medrano
EFE