Los heridos por disparos de perdigones de Carabineros no cesan durante las protestas en Chile, que cumplen más de un mes y dejan ya 23 muertos, pese a que la institución anunció el pasado martes la restricción de su uso, criticado por organismos y organizaciones internacionales.
Decenas de miles de personas se reunieron este viernes en la Plaza Italia, en el centro de Santiago, como viene siendo habitual desde que el pasado 18 de octubre estallara la revuelta social contra la desigualdad en el país austral, y los manifestantes por impacto de perdigones siguen siendo un goteo constante.
Los puestos de atención médica improvisados en diferentes esquinas y bocacalles de la plaza capitalina registran a diario nuevos lesionados en extremidades y rostros por los disparos de los uniformados.
Amanda Zapata, médico cirujano que atiende en uno de estos puestos, confirmó a Efe que en esta jornada ha seguido recibiendo a este tipo de heridos a consecuencia de la represión policial en las protestas y a pesar de que Carabineros determinó que esta munición solo sería utilizada en casos de riesgo para la vida de un agente.
«Hemos visto heridas variadas de todo tipo. Lesiones contusas, cortantes, y entre ellas heridas de perdigones en extremidades y faciales principalmente», detalló, y puntualizó que «el panorama de hoy ha sido movido».
LA REPRESIÓN CON BALINES ES CONSTANTE
La Policía anunció el martes la suspensión temporal del uso de perdigones o balines para controlar las manifestaciones tras tener dudas sobre la composición real de las municiones y después de que la Universidad de Chile asegurase que los proyectiles no son solo de goma, sino que también contienen plomo, lo que explicaría el alto número de heridos.
Sin embargo, y como confirman los sanitarios y ha podido constatar Efe en las protestas, los disparos de los uniformados siguen realizándose, tanto al cuerpo como a los rostros de los manifestantes, principalmente a hacia los que generan disturbios pero también hacia quienes se manifiestan de forma pacífica.
La crisis chilena, la mayor desde el retorno a la democracia en 1990, ha dejado ya más de 2.535 heridos, de los cuales 1.552 son por disparos (de bala, balines de goma, perdigones o armas no identificadas) y de ellos 223 presentan traumas oculares severos, según el estatal Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH).
«Observadores del INDH constatan que Carabineros continúa usando escopetas antidisturbios contra manifestantes en Plaza Italia», informaron desde el ente sobre la manifestación de esta tarde.
«NOS QUITARON TODO, HASTA EL MIEDO» DE SALIR A LA CALLE
A pesar del acuerdo del Parlamento para redactar una nueva Constitución, la agenda social anunciada por el Gobierno de Sebastián Piñera, las acusaciones de organizaciones internacionales como Amnistía Internacional sobre la «brutalidad» en la represión de las protestas, la gente sigue saliendo a la calle a mostrar su descontento.
«Se ha producido una violencia sistematizada de parte del Estado a través de sus órganos represivos. Siempre lo han hecho, ante cualquier evento de esta magnitud siempre tiran las fuerzas represivas hacia la gente», dijo a Efe Sebastian Mery, que participó en la movilización de este viernes.
«Esto ya no para, nos quitaron todo, hasta el miedo nos quitaron, así que esto va a seguir», agregó.
Felipe Molina, un joven encapuchado para evitar los gases lacrimógenos que Carabineros lanza a discreción para reprimir la multitud, explicó que la sociedad ya se cansó de las injusticias en Chile.
«Acabo de salir del trabajo y vengo aquí a protestar por un sueldo digno, porque mi sueldo no me alcanza con esto que está pasando en Chile. Ya nos cansamos de injusticias en el país. ¡Piñera renuncia!», señaló.
Igual que Loreto, quien junto a su hija de 15 años protesta junto a los miles de personas que en el centro de la Plaza Italia claman por un Chile mejor.
«Estoy con mi hija menor, de 15 años, y hay gente que viene incluso con hijos más chicos, familias que vienen marchando a demostrar pacíficamente, sin provocación alguna y salen los Carabineros reprimiendo. Se han perdido más de 200 pares de ojos», afirmó a Efe.
Una realidad que refrendó la educadora de párvulos Ana María Candia: «Yo estoy acá, no estoy tirando piedras. Estoy apoyando a los cabros (jóvenes) porque es una gran lucha la que han llevado. Tenemos perdigones todos y no merecemos los perdigones».
EFE