El sacerdote Federico Carrasquilla llegó a la comuna nororiental de Medellín en 1968, durante un periodo marcado por la acelerada invasión territorial en los barrios Popular 1 y Villa del Socorro, producto de la violencia en el país que dejaba miles de desplazados a su paso.

Impulsado por una sólida formación en humanidades y la Teología de la Liberación, Carrasquilla se dedicó a servir con compromiso y profundo amor a los más necesitados. Como primer párroco de la comunidad, enfocó su motivación personal en brindar esperanza y apoyo a las familias que enfrentaban condiciones de pobreza extrema.

Sacerdote Federico Carrasquilla, foto cortesía Biblioteca Pública Piloto.

El padre Federico Carrasquilla Muñoz no solo cumplió con su labor como guía espiritual de la Iglesia Católica, sino que también se dedicó incansablemente a mejorar las condiciones de vida de sus feligreses. Mediante la organización de trabajos comunitarios, promovió la construcción de viviendas, espacios de reunión como iglesias y escuelas, y, sobre todo, la formación de una verdadera comunidad. Un ejemplo emblemático de este esfuerzo colaborativo fue la edificación de una capilla, resultado del trabajo conjunto de los habitantes de la zona, lo que reflejó su enfoque en la colaboración comunitaria.

La historia del barrio Popular, en el nororiente de Medellín, se construyó sobre pilares de cooperación, lucha y el deseo de superación de su comunidad. Las dinámicas sociales se fortalecieron gracias a eventos comunitarios como convites, sancochos y fritangas, que no solo fomentaron la cohesión social, sino que también impulsaron el desarrollo material del barrio. La participación activa del padre Carrasquilla fue clave en el tejido social inicial de este sector, que entre 1987 y 2003 enfrentó una violencia multilateral que afectó gravemente a Medellín y a todo el país.

El padre Carrasquilla llegó al barrio Popular en los años 60, cuando la zona enfrentaba condiciones de extrema precariedad debido a la conflictividad nacional. Durante 18 años, vivió en esta comunidad, dedicándose a construir una identidad local a través de la fe y la acción social. En este contexto, desarrolló una antropología del pobre, basada en su inquietud por comprender las razones de la pobreza de Jesús, lo que lo llevó a adoptar una postura crítica y compasiva hacia la realidad de sus parroquianos.

Sacerdote Federico Carrasquilla, foto cortesía Biblioteca Pública Piloto.

La construcción de la comunidad en el barrio Popular no fue un proceso fácil, pero la visión del padre Federico Carrasquilla de que «el pueblo no es tonto» y su confianza en la astucia y creatividad de sus habitantes marcaron la diferencia. Gracias a su liderazgo, se creó una cooperativa de vivienda que facilitó materiales y recursos para que los miembros de la comunidad pudieran construir o mejorar sus hogares, a pesar de las dificultades legales relacionadas con las escrituras de propiedad.

El padre Carrasquilla no solo trabajó desde su rol clerical, sino que vivió en estrecha unión con su comunidad, convirtiéndose en un referente de dignidad e identidad para los más pobres. Su legado sigue vivo en la memoria colectiva del barrio y en las vidas de quienes se beneficiaron de sus enseñanzas y acciones. Residentes del barrio Popular 1 y Villa del Socorro destacan cómo su presencia transformó vidas. “El padre Carrasquilla siempre estuvo ahí en nuestros momentos más difíciles. Con él, muchos encontraron no solo un hogar, sino una familia”, compartieron algunos testimonios. Su capacidad para escuchar y responder a las necesidades de su comunidad lo convirtió en un faro de esperanza en medio de una ciudad y un país marcados por profundas heridas.

Sacerdote Federico Carrasquilla, foto cortesía Biblioteca Pública Piloto.

A pesar de su impacto, la labor de Carrasquilla no estuvo exenta de dificultades. Enfrentó resistencia por parte de las autoridades y la policía, quienes intentaron desalojar a las familias que buscaban un lugar donde vivir, incluso si sus hogares eran de cartón o plástico. En una ocasión, él y su comunidad fueron detenidos mientras realizaban labores de construcción. Sin embargo, su convicción y lucha incansable por los derechos humanos de los desplazados y desvalidos lo mantuvieron firme en su misión.

El legado del padre Carrasquilla va más allá de las construcciones físicas; su huella está grabada en los corazones de quienes atendió. Fue reconocido en varias ocasiones como defensor de los derechos humanos y como un líder altruista que dedicó su vida a las comunidades excluidas. Su vida y obra son ejemplo de dedicación y amor al prójimo en Medellín.

El 29 de julio pasado, a los 89 años, el padre Carrasquilla falleció en la clínica CES de Medellín. Su partida representa la pérdida de un faro de esperanza en un momento en que el compromiso de ciertos sectores religiosos hacia las causas de los más necesitados parece disminuir. Sin embargo, su historia deja una reflexión: las nuevas generaciones deben recordar las luchas, sacrificios y persecuciones que permitieron a sus ancestros encontrar refugio y construir fraternidades perdurables.

Paz en su tumba.

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