La Paz, 22 de octubre de 2021.- Rosa Jalja recuerda que le decían «india cochina», de Otilia Lux se «avergonzaron» cuando asumió un alto cargo en un Gobierno, Elvira Pablo vio cómo trataban a su madre con desprecio por no hablar castellano y a Elizabeth Zenteno no le creían capaz de ser autoridad en su comunidad por ser joven.
Todas ellas tienen algo en común: son mujeres indígenas que alzaron su voz contra la discriminación.
Las indígenas representan el 8,5 % de la población de Latinoamérica y el Caribe, es decir que son 28 millones de mujeres, según el informe del Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas (ECMIA) y a pesar de los avances en el respeto por sus derechos, aún persiste la discriminación hacia ellas y esta situación mantiene la brecha de desigualdad en la región.
Esta desproporción se ve reflejada en las condiciones de pobreza que aún mantienen las poblaciones indígenas, que repercuten especialmente en las mujeres, pero también «en el acceso desigual a la justicia, la educación, la salud y la participación política», dijo a Efe la especialista de la oficina regional para América y el Caribe de ONU Mujeres, Bárbara Ortiz.
En Latinoamérica la discriminación está latente «tanto en los países que tienen porcentajes importantes de población indígena como Bolivia, Guatemala o México, como aquellos que tienen un menor porcentaje como Argentina o Uruguay», comentó Ortiz.
VAMOS A SURGIR
«Vamos a sufrir siempre discriminación, pero poco a poco yo creo que vamos a surgir», contó la boliviana Rosa Jalja, una aimara de 68 años, sobre las palabras que le dijo una vez su abuelo y que han sido su motivación para estudiar y desarrollar sus pasiones, la radio, el cine, y dar voz a las mujeres indígenas que sufren violencia.
De pequeña tuvo que dejar su comunidad Sampaya con su familia y establecerse en La Paz, donde con solo 13 años trabajó como empleada doméstica, allí cuando veía los ojos claros de los hijos de su madrina ellos le gritaban «india cochina», recordó.
Ahora vive en Copacabana donde trabaja en una radio junto a su esposo para informar sobre la coyuntura del país, pero también para dar un espacio a las mujeres para denunciar casos de violencia tanto en castellano como en aimara, asimismo, es una ferviente defensora del lago Titicaca, el navegable compartido con Perú.
Ella prepara su primera película y tiene el deseo de ser asambleísta, pero le dicen que «ya es muy mayorcita», a pesar de ello, se alegra de ver a mujeres indígenas en el Parlamento haciendo escuchar las necesidades de los pueblos.
«Mi papá no sabe leer ni escribir, mi mamá no sabe leer ni escribir, mi abuelo tampoco, casi toda la familia, entonces como hija, como nieta, creo que he sido el orgullo de mi familia, eso creo que es lo que más me ha apoyado», expresó a Efe Jalja.
Jalja destacó el avance en Bolivia para erradicar el analfabetismo en los pueblos y que cada vez hay más «ímpetu» en las mujeres para liderar sus comunidades.
PARTICIPACIÓN POLÍTICA
Las mujeres indígenas aún sufren plena «desventaja» en la participación política, expresó a Efe Otilia Lux de Cotí, quien fue una de las pocas ministras indígenas en Guatemala que cuenta con una destacada trayectoria en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas.
Cuando fue posesionada como ministra de Cultura y Deporte en su país en el año 2000 fue muy cuestionada, le dijeron que era una «vergüenza nacional» y que solo servía para «hacer canastos y tortillas», sin embargo, siempre recordaba el coraje y las enseñanzas de su madre y su abuela que le recalcaron que «jamás se dejara insultar».
«A mí me decían india y yo les contestaba, no me dejaba y se ponían bravos (…) pero veía a mis amigas, hermanas que no podían responder y yo les decía que no se dejen, que nos miren que nos estamos defendiendo con nuestra palabra», contó Lux.
En Guatemala desde 1985 hasta la actualidad solo hubo 17 mujeres mayas en el Parlamento y solo dos mujeres de pueblos indígenas lograron ser ministras de Estado, enfatizó Lux.
Recalcó que la participación de mujeres indígenas es una «odisea» porque no hay muchas oportunidades en los partidos políticos dominados por «hombres mestizos», por lo que afirma que el «sistema» debe ser reformado en toda Latinoamérica para incluir a los pueblos indígenas en espacios de toma de decisiones.
«Nos toca a los pueblos indígenas, en donde somos mayoría como es el caso de Guatemala, a darle realmente una reforma al Estado, tenemos que reformar su estructura para lograr que haya redistribución de poder», señaló Lux.
En los últimos años las mujeres indígenas han ganado espacios de representación en Parlamentos, en direcciones de decisión y también han logrado mayor visibilidad de sus preocupaciones e inquietudes, pero aún falta un mayor acceso a oportunidades, explicó Ortiz.
Uno de los hitos de estos últimos años es la elección de Elisa Loncón, mujer indígena mapuche, como presidenta de la Convención que se encargará de la redacción de la nueva Constitución de Chile que marca el «avance de los derechos de las mujeres indígenas», destacó.
INDÍGENAS JÓVENES
Elvira Pablo, de 28 años, es originaria del pueblo indígena Ayuuk del norte de Oaxaca en México y rememora que cuando era niña acompañaba a su madre al hospital para recibir atención, pero lo único que encontraba era el maltrato de los médicos y enfermeras que no podían comunicarse con ella porque no hablaban mixe, su lengua natal.
Esa situación la impulsó a estudiar derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), un camino en el que sufrió junto a otras mujeres de discriminación por ser migrantes.
«Todas las desigualdades que vivimos, todas las barreras que enfrentamos por el hecho de ser mujeres, indígenas, jóvenes no debieran ser una razón por la cual se nos nieguen servicios, derechos, oportunidades (…) y ver estas injusticias siempre me ha movido», comentó a Efe Pablo.
En la actualidad es oficial de Política y Participación de la estrategia Gilrs Not Brides, que trabaja en la visibilización del matrimonio infantil y forzado en niñas, desde donde trata de ayudar a que las chicas, indígenas o no, puedan ser libres de proyectarse y soñar con su presente y su futuro.
«No basta con que se nos escuche, queremos que se nos tome en cuenta, eso lo tienen bastante claro las niñas y adolescentes no solo de México, sino de otros países», comentó.
En cambio la boliviana Elizabeth Zenteno, de 27 años y secretaria general del sector Cumbre en La Paz, tiene que lidiar con los comentarios sobre que no tiene la experiencia suficiente para el cargo ya que es muy joven.
«Muchas veces las hermanas tienen miedo a expresarse, más que todo por la crítica que pueden recibir, personalmente me he ido abriendo campo porque explicaba mi posición siempre con argumentos, siempre me basaba en leyes», sostuvo Zenteno.
La mujer aimara es licenciada en ingeniería ambiental y también es parte del grupo de lideresas que defienden el Titicaca.
«A la menor injusticia alcen la voz porque el principal problema de una mujer es quedarse callada frente a una injusticia», sostuvo.
TAREAS PENDIENTES
Para la responsable de ONU Mujeres, los Gobiernos latinoamericanos deben eliminar las múltiples formas de violencia a las que se ven expuestas las mujeres indígenas, promover su participación en la política, asegurar el acceso a educación, salud, respetar sus costumbres y sus idiomas nativos, además de contar con datos y estadísticas desagregados que contribuyan al desarrollo de políticas públicas a su favor.
También hay que tomar en cuenta este nuevo contexto que deja la pandemia de la covid-19 que amenaza muchos de los logros de los pueblos indígenas, uno de los riesgos es que muchas niñas y mujeres en la región no vuelvan a la escuela o que dejen la misma por la brecha digital que se ha puesto en evidencia, al no contar con un teléfono, una computadora o conexión a internet.
«El reto es pasar de la igualdad a la igualdad real, la igualdad sustantiva», agregó la especialista.
Otro riesgo es la probabilidad de que aumenten los matrimonios infantiles y forzados, los embarazos en adolescentes, lo cual significa un retroceso en ciertos avances que han tomado años que van profundizar las brechas de desigualdad, comentó Pablo.
Yolanda Salazar
EFE