La Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad dio a conocer un documento en el cual alertan sobre problemas con la salud mental de las defensoras de derechos humanos que se enfrentan a situaciones de amenaza. La organización pidió reevaluar la asignación de esquemas de seguridad por parte de la Unidad Nacional de Protección.
“En las conversaciones con las defensoras se encontraron narraciones sobre alteraciones en el estado de alerta y sueño, hipervigilancia e irritabilidad durante conversaciones con los demás”. Ese es apenas uno de los fragmentos del informe Sintonías Corporales ‘Memoria y resistencia de defensoras, un seguimiento a la Resolución 1325’ que presentó hoy la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (Limpal). El documento registró las afectaciones psicológicas de las que son víctimas las defensoras de derechos humanos en Colombia.
“Los liderazgos también se viven con miedo, dolor, indignación y rabia. Estos sentimientos se conectan con malestares físicos, tales como el insomnio, dolores de cuello e indigestión”, puntualizó el informe, en el cual también se exponen datos sobre las violencias que padecen las lideresas sociales en varias regiones del país. Por ejemplo, el Instituto de estudios para el desarrollo y la paz (Indepaz) registró tres casos de violencia sexual durante el primer trimestre de 2019. Ese agobio psicológico que sienten las lideresas puede, incluso, desencadenar en el alejamiento y la apatía frente a los problemas de sus comunidades.
“El impacto de estos daños psicosomáticos también se evidencia a largo plazo, con el cese o reducción de actividades para el crecimiento personal y la necesidad de aislarse socialmente, a fin de encontrar cualquier espacio y tiempo para dar un receso a las presiones sobre el cuerpo”, agregó.
En el documento se recogieron varios relatos de mujeres que contaron como han sido violentadas: amenazas telefónicas, escritas o personales, agresiones físicas, violencia sexual, prejuicios de parte de funcionarios estatales, desplazamientos forzados y separación familiar son apenas algunas de las vivencias que padecen. “Todo esto significó pérdidas en el sentido de bienestar, seguridad de cara al futuro, disminución en su percepción de justicia y en su motivación para continuar siendo agente defensora de derechos humanos”, reveló el documento. Incluso, hay casos de defensoras de derechos humanos que ante la amenaza latente de un atentado decidieron apartarse de sus familias como una medida de protección de las vidas de sus seres queridos.
La violencia viene de diferentes sectores, no siempre de actores armados. Un ejemplo que se encuentra en el documento es el estigma que recae sobre las defensoras de los derechos de las mujeres que son juzgadas como promotoras “de rupturas matrimoniales y distanciamiento familiar, razón por la que también reciben amenazas”, señaló el informe. “En consecuencia, algunas de ellas afrontan estas situaciones ocultando su acción de defensa y accionando desde la privacidad y el silencio”.
Pero las afectaciones no solamente son causadas por los violentos, las dinámicas de trabajo también influyen. “En general, los ritmos de trabajo de las defensoras facilitan situaciones de elevado estrés y otros estados de ánimo que afectan las dinámicas de afectividad y relación dentro de las organizaciones y, en general, generan conflictos con las personas del entorno”, puntualizó el documento.
El informe es duro en criticar las medidas que el Estado ha tomado para proteger a las lideresas. Según el documento, estas han resultado ineficientes y en ocasiones han aumentado el riesgo. La preocupación más grande tiene que ver con los esquemas de seguridad asignados por la Unidad Nacional de Protección (UNP). “Se tiene conocimiento por la información obtenida por Sisma Mujer de 12 casos de violencias basadas en género contra defensoras usuarias de medidas por parte de los hombres encargados de su protección durante el año 2018”, enfatizó. “Es recomendable que el diseño e implementación de esquemas de seguridad para las mujeres líderes sean reevaluados, incluyendo una perspectiva de Acción Sin Daño”, agregó.
El informe también expuso que los hombres armados aumentan el riesgo en algunas regiones y afectan la salud mental de las defensoras de derechos humanos. “El armamento utilizado, tanto por la Fuerza Pública como por grupos ilegales, pierde toda connotación de protección y adquiere significados de riesgos, peligro y muerte”.
Por último, el documento hizo sugerencias acerca de cómo mitigar las afectaciones psicológicas de las defensoras de derechos humanos: “la prevención, en este sentido, implica desarrollar ajustes entre los mandatos institucionales del sector seguridad y el modo en que se despliega la cotidianidad de las mujeres y comunidades que exigen protección a fin de que se implementen estrategias sensibles con las diferentes condiciones de vulnerabilidad propias de los territorios”. “Prevenir los daños psicosociales de las mujeres líderes tiene una repercusión directa en la protección de las comunidades”, agregó. Y, por último, recordó la importancia del trabajo de las mujeres que construyen paz en sus territorios: “Algunos de los liderazgos se han ejercido por décadas lo cual, indudablemente, deja historia sobre los cuerpos y los territorios, facilitando los procesos que se orientan a revertir y cuestionar los lugares legitimados de silencio y sumisión y distanciamiento de la participación activa en procesos de transformación social, sostenidos a través del tiempo”.
Tomado de El Espectador