Jerusalén, 27 diciembre.- Israel comenzó hoy su tercer confinamiento, que reduce drásticamente la actividad del país, mientras se avanza con la vacunación masiva, que se espera pueda hacer de este el último cierre antes de acabar con la pandemia.
A la tercera va la vencida. O al menos eso espera el Gobierno israelí, que pasó de ser caso modelo por su respuesta a la pandemia en marzo y abril a liderar las cifras de morbilidad pocos meses después y que hoy, con una de las campañas de vacunación más rápidas del mundo en marcha, tiene que volver a cerrarse.
Inicialmente se prevé que el confinamiento dure dos semanas, algo que los expertos anticipan poco probable y asumen que se extendería casi un mes.
El objetivo que se ha trazado el Gobierno es bajar las cifras de contagios diarios a menos de mil y la tasa de reproducción a uno.
Durante la última semana Israel, con unos nueve millones de habitantes, registró cifras diarias en torno a los 4.000 nuevos casos, mientras que la tasa de reproducción (la media de personas a las que un infectado transmite el virus) se ubica en 1.3 entre la población general y 1.7 en los sectores ultraortodoxos.
A diferencia del primer confinamiento, en el que los israelíes llegaron a tener restricciones de movimiento de hasta 100 metros de sus casas y que ofreció imágenes de un país casi vacío, este cierre se presenta como relativamente laxo, con un margen de movimiento de hasta un kilómetro del domicilio.
La mayoría de las restricciones que entraron en vigor hoy se asemejan a las del segundo confinamiento, incluido el cierre de comercios no esenciales y la prohibición de visitar residencias de otras personas, pero este nuevo cierre cuenta con la particularidad de que no se cerrarán las escuelas, según decidió hoy el comité de Educación de la Knéset (Parlamento).
Otra de las particularidades de este nuevo confinamiento es el cierre de las denominadas «islas verdes», pequeñas burbujas turísticas implementadas en la ciudad de Eilat y en las orillas del Mar Muerto, adonde los israelíes pudieron escaparse para disfrutar durante los últimos dos meses un poco de la normalidad prepandemia.
Además, coincide con las medidas impuestas para evitar la entrada de la cepa británica, que cierra el país a extranjeros y obliga a los nacionales que retornen a hacer 14 días de cuarentena en hoteles, no en sus viviendas.
La gran novedad, sin embargo, no radica en las restricciones sino en el marco en el que se aplican estas nuevas medidas. A diferencia de los dos cierres previos, este llega en medio de un velocísimo proceso de vacunación, específicamente de la producida por Pfizer, que en una semana se ha aplicado a más de 260.000 personas.
La intención del Gobierno es elevar las cifras de vacunación para llegar a las 150.000 diarias para que la mitad de la población pueda recibir su primera dosis para fines de enero y encaminarse así a reactivar la actividad comercial en febrero.
«Creo que este cierre podría haber sido evitado», explicó a Efe Nadav Davidovitch, director de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Ben Gurión y asesor del Gobierno en la gestión de la pandemia, que agregó que se deberían haber aplicado otro tipo de medidas en las últimas semanas, sobre todo mayores controles a quienes llegaban desde el exterior y el cierre de centros comerciales.
Por otra parte, llamó a acelerar todo lo posible la vacunación e incluir a todos los hospitales y al Ejército en la campaña, que espera pueda hacer de este confinamiento el último.
«¿Por qué demorar lo inevitable?», argumentó Arnón Afek, director del hospital Sheba y también miembro del comité asesor del Ejecutivo, que explicó, durante un encuentro con periodistas, que de demorar aún más el confinamiento la situación podría ser más grave.
Respecto al proceso de vacunación, enfatizó que era imposible inocular a la población lo suficientemente rápido como para evitar este cierre, dado que hará falta al menos un mes para tener cifras considerables de gente inmunizada.
Recién comenzado el tercer confinamiento, aparecen así las mismas discusiones que en los cierres previos, las mismas quejas y similares restricciones. El mismo temor de que la gente no respete las instrucciones y las mismas dudas sobre la eficacia del cierre.
Pero, a diferencia de los anteriores, este cierre no parecería ser una medida de contención sino la última estación antes de poder finalmente cambiar de página y volver a la normalidad.
Pablo Duer