La pérdida de biodiversidad en Latinoamérica y el Caribe -que se acerca al 94 %- y los conflictos ambientales irán creciendo en la zona si los países no cambian el modelo de desarrollo, sostiene el Coordinador del Subprograma de biodiversidad y ecosistemas para la región del PNUMA, Juan Bello.
Bello habla con EFE, un día antes de la reunión sobre Biodiversidad convocada por el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, en el marco de la Asamblea General en la que se tratan los problemas globales, incluidos los ambientales.
«Es una falacia creer que la minería es la única fuente de crecimiento económico en Latinoamérica y el Caribe», asegura el representante regional del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), y añade que hay alternativas de desarrollo en armonía con la naturaleza.
En su opinión, en Latinoamérica y el Caribe «es necesario un cambio de visión de negocio por parte de las empresas y los empresarios y su relación con la naturaleza».
Explica que el informe del Foro Económico Mundial ‘El futuro de los negocios y la Naturaleza’ advierte -desde una perspectiva privada- que «los negocios van a dejar de ser viables en unas décadas por la destrucción de la naturaleza».
Ese estudio recoge que «no puede haber empleo en un planeta muerto» y demuestra que poniendo en marcha 15 transiciones en los tres sistemas socioeco de producción -agroalimentario, infraestructuras y ciudades y energía y recursos minerales- «se podrán crear 400 millones de empleos hasta 2030, con trillones de dólares en una economía amigable con la naturaleza».
En Latinoamérica «se ha incrementado la expansión de la frontera agroindustrial y la minería, especialmente con la minería ilegal, que sobre todo afecta a Colombia, Brasil, Venezuela y Perú, y en menor medida a Ecuador».
«El 70 % de los impactos sobre la biodiversidad se derivan de los sistemas agroalimentarios, tanto a nivel continental como oceánicos por la sobrepesca».
Así, sostiene, «al paso que va, la región va a perder su principal capital que es el natural» y añade que, con esa perspectiva, «en 20 o 30 años puede sumirse en un nivel de pobreza realmente grave».
Recuerda que el último informe Planeta Vivo de WWF -difundido hace escasas semanas-, cifra en cerca de un 94 % la pérdida de biodiversidad en Latinoamérica y el Caribe.
La región «debe plantearse» negociaciones comerciales y de cooperación económica para empezar a «generar empleos verdes y riqueza que no sea a expensas de la naturaleza» y la sociedad «pedir cambios» en relación a los subsidios.
Cuando se reactive el turismo, «el de naturaleza va a seguir siendo una fuente de ingresos en los próximos años», pero hay muchas otras posibilidades de las que los gobiernos pueden obtener ingresos, «recursos que generan equidad, empleo y bienestar».
Asevera que la explotación de recursos está llevando a la desaparición de grandes ecosistemas, entre otros, a «una pérdida alarmante de humedales, grandes reguladores hídricos, de la sequía y fuente de alimentación para millones de personas», como señala el quinto informe de Perspectiva Mundial sobre Diversidad Biológica de la ONU.
Una situación que contrasta con «la reducción de la deforestación, que actualmente es la mitad de lo que se registraba a finales del siglo anterior y de lo que llevamos de este», asegura.
No obstante, explica que la deforestación es acumulativa, por lo que es necesario dar espacio a los bosques para su recuperación, porque «en los últimos 25 años se han perdido 20 millones de hectáreas».
Señala Bello que actualmente cerca del 25 % del territorio de Latinoamérica y el Caribe está bajo algún régimen de protección o área protegida, lo que denota el incremento de políticas para la protección de la biodiversidad.
Sin embargo, ese incremento de políticas no es suficiente para detener su pérdida y los científicos, recuerda, llevan décadas advirtiendo de ese problema, siendo Latinoamérica y el Caribe, donde se encuentran algunos de los países con mayor biodiversidad planetaria, «la región más afectada».
En relación a los incendios, apunta que es necesario tomar en cuenta los efectos del cambio climático con periodos de sequía más largos, por un lado, y, por otro, que los países desmonten «subsidios y políticas que promueven, por ejemplo, la agricultura y la ganadería a gran escala en áreas que no son aptas para esas actividades».
Afectaciones que se producen «en muchos ecosistemas más», como las turberas -grandes acumuladores de carbono-, en los bosques, en los páramos o los humedales, y todo esto «está generando problemas muy graves para la región».
Estos ecosistemas, además, «se están viendo fragmentados en parches», aislados entre sí, lo que genera más dificultades a las especies para sobrevivir porque quedan aisladas y más susceptibles a la supervivencia.
Estas situaciones, destaca el representante del PNUMA, provocan además que las comunidades humanas «queden más expuestas a enfermedades zoonóticas» como la pandemia actual de la Covid-19.
Sobre la pérdida de glaciares en los Andes, de cuya agua dependen muchas personas, Bello señala que es un problema que demuestra que no bastan las políticas nacionales, sino «acciones multilaterales y conjuntas» a nivel global directamente relacionadas con la reducción de emisiones por parte de los países que más las producen y son causantes del calentamiento global.
EFE