Jairillo, a dos años de su triste partida

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El amigo Jairo Maya, incansable luchador social, de un gran espíritu combativo, hoy no está con nosotros.

Al menos físicamente no. Está sí, en nuestra memoria. Son ya dos años sin él. Se fue a otra dimensión, pero aún lo sentimos presente, más firme que el mármol.

Se lo llevó una penosa enfermedad. No habrá pena de muerte, dice la Constitución en su artículo 11, pero a él lo mató el Estado, no por acción, sino precisamente por lo contrario, por omisión. Le negaron un buen tratamiento. No lo atendieron como merece cualquier ser humano. Era un hombre que privilegiaba la amistad y que anhelaba un mundo en el que la justicia, la libertad y la igualdad reinaran. Era un obstinado, un héroe invisible, un rebelde con causa. También un soñador, corriendo tras utopías.

En su norte estaban la búsqueda colectiva por el respeto de la dignidad humana, la lucha, la resistencia social, la responsabilidad estatal y la solidaridad con los más desvalidos y vapuleados por las circunstancias y el Estado opresor.

Circunstancias, sea dicho, consentidas por un sistema que discrimina, segrega, divide, castiga, un sistema violador de los derechos humanos.

Caminamos el sendero juntos. Conocimos sus anhelos, sus sueños, sus propósitos, su férrea convicción de continuar en la lucha cotidiana por la igualdad y la equidad, de perseverar incansablemente por la justicia social. Denunció con firmeza a la ilegalidad, a la corrupción, la connivencia de los agentes del Estado con lo oscuro, lo prohibido. Era su sello personal.

Amigo, luchador, gallardo, adalid de las causas justas y cuasi perdidas, hasta siempre. ¡Seguiremos en tu nombre, compañero!

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