La Corporación para la Paz y el Desarrollo Social (CORPADES) y la agencia de prensa Análisis Urbano presentan este texto como un homenaje profundo y emotivo a Jesús María Valle, destacando su vida, su incansable lucha y el legado que dejó en la defensa de los derechos humanos.
Medellín, Antioquia, Colombia, 28 febrero de 2025.- Jesús María Valle nació el 29 de febrero de 1943 en Ituango, Antioquia, en el seno de una familia humilde que trabajaba la tierra con esfuerzo y esperanza. Hijo de Jesús y Blanca, y hermano de diez, creció en un hogar marcado por las carencias del campo, en una parcela que apenas sostenía sus vidas.
Desde niño comprendió que la justicia no era un don universal, sino una lucha que debía ganarse en favor de los más débiles. Ese sentido de justicia lo guió hasta el final de su vida.
Un camino de lucha y compromiso
Cuando su familia emigró a Medellín, Valle encontró en el estudio un camino de redención. Se educó en el Liceo Antioqueño, donde destacó por su liderazgo y pasión por las causas justas. Posteriormente, ingresó a la Universidad de Antioquia, donde se formó como abogado, no en busca de reconocimiento personal, sino para defender a los más vulnerables y luchar por la justicia social.
Su incansable labor lo llevó a desempeñar cargos públicos:
- 1972: Diputado en la Asamblea Departamental de Antioquia.
- 1987: Concejal de Ituango.
- 1979: Fundador del Comité Permanente de Derechos Humanos.
Tras el asesinato de Héctor Abad Gómez, asumió la dirección de este comité, convirtiéndose en maestro y guía para muchas personas, así como en un faro de esperanza en medio de la violencia que azotaba Antioquia.
Denuncias valientes y persecución
Jesús María Valle no solo habló; actuó. En 1997, frente a un país golpeado por la violencia, lanzó una contundente denuncia:
“El meridiano de la violencia pasa por Antioquia.”
Se atrevió a señalar la responsabilidad de las autodefensas y la complicidad militar en las masacres que asolaban la región. En 1996, solicitó protección para Ituango, donde en pocos meses 150 personas fueron asesinadas por la violencia paramilitar. Sus advertencias fueron ignoradas.
Uno de sus mayores opositores fue Álvaro Uribe Vélez, entonces gobernador de Antioquia, quien lo calificó como “enemigo del Estado” y lo denunció por calumnia. Sin embargo, Valle no se amilanó y continuó denunciando las masacres de La Granja y El Aro, crímenes que años después fueron confirmados por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, demostrando que tenía razón.
Asesinato y legado eterno
El 27 de febrero de 1998, en su oficina en Medellín, sicarios acabaron con su vida. Un día antes, había comparecido ante la Fiscalía General de la Nación para denunciar graves violaciones a los derechos humanos.
Su muerte no fue el final de su lucha, sino un grito eterno de justicia. Su sacrificio dejó una herida imborrable en la conciencia de un país que aún clama por verdad y dignidad.
El espíritu de Valle sigue vivo
Jesús María Valle fue el Apóstol de los Derechos Humanos en Antioquia. Desafió la muerte con la fuerza de la verdad, enfrentó el miedo y se convirtió en símbolo de la lucha por los más débiles.
Su legado nos interpela: ¿Quién alzará la voz cuando el miedo nos paralice?
Nos enseñó que el verdadero valor no está en sobrevivir, sino en vivir por los demás. Su sangre regó la semilla de un futuro más justo, un eco que aún resuena en las montañas de Antioquia y en cada persona que se niega a callar.
Jesús María Valle no ha muerto; sigue trascendiendo. Su vida fue más que un evangelio de coraje, fue una luz que perfora la oscuridad de la opresión.
Hoy, su espíritu nos susurra en el viento:
No hay derrota en la lucha, solo en la rendición.
Jesús María Valle nos dejó un mandato sagrado: ser guardianes de la verdad y faros de esperanza para las comunidades.