Redacción Análisis Urbano
La captura de alias el Mico, jefe de la banda Las Mulas que opera en sectores como La Capilla, El Ñeque, Los Joaquinillos y El Manzanillo —comuna 16 y corregimiento Altavista—; y alias Guasón —su hombre de confianza—, el pasado 6 de marzo, detonó una guerra dentro de esta organización criminal que parece salírsele de las manos a las autoridades legítimas y que ya deja consecuencias negativas en la comunidad que habita la zona y es ajena al conflicto.
En el barrio El Rincón —zona de operación de Las Mulas—, el 80% de las bandas existentes pertenecen a la facción liderada por alias Tuto, quien actualmente paga una condena en la cárcel de El Pedregal; la segunda voz es alias Pablo Raya, quien ejerce dominio en las zonas controladas por Las Mulas y una parte de Guayabal —en la comuna 15—. Tras la caída del Mico, el mando lo asume Merencho, quien fue aprehendido posteriormente.
Rumores y ambición de poder tras la ruptura en Las Mulas
En el bajo mundo se habla de que Yoa, jefe de los Joaquinillos, y Cuadrado, quien manda el ala de Las Mulas y que se opone a que los allegados del Mico controlen, comenzaron a “moverle el piso” a este último y a Merencho, a través de chismes que los desprestigiaban. Hecho que llevó a Pablo Raya a dudar de la fidelidad de Las Mulas, al creer que estas podrían salirse de control, y dio la orden de que se les quitara La Capilla y demás sectores de influencia. Lo que no sabía Pablo es que la intención de Yoa, quien tiene orden de captura vigente, y alias Cuadrado, era quedarse con los territorios y las rentas ilegales provenientes del tráfico de droga, la vacuna, entre otros.
En la zona se acaba de forjar una frontera entre los de abajo, allegados al Mico, y los de arriba, al mando de Cuadrado, respaldado por Yoa y Pablo Raya, quien cuenta con el poder militar de la comuna 15.
La presencia de la fuerza pública ha servido al parecer como un disuasivo para evitar más muertes, sin embargo…
Miedo, zozobra, desalojo y balas, hechos cotidianos en La Capilla
En la actualidad una parte del barrio Belén Rincón se encuentra bajo el manto del miedo. El enfrentamiento interno entre Las Mulas y los del Cuadrado están dejando el barrio desolado. Específicamente, los sectores de La Capilla y El Alto, sufren no solo la zozobra de los enfrentamientos armados, sino el desabastecimiento de algunos víveres, como leche, pan, arepas, huevos y quesos. Incluso hay varias casas que ya fueron desocupadas pues sus moradores no aguantan la angustia de una guerra que pareciera ser tan silenciosa y callada que en el piso 12 de La Alpujarra ni se han enterado.
Análisis Urbano ha conocido de fuentes confiables que desde hace unos días los dueños de microempresas de arepas, panaderías, distribuidores de huevos y lácteos, entre otros, han optado por evitar el acceso a la zona de conflicto. A esto se ha sumado el transporte colectivo informal. Los que han continuado prestando el servicio o el abasteciendo el sector se han visto obligados a pagar el doble de la vacuna y en las propias narices de la autoridad tienen que hacerlo.
A la fecha el conflicto no disminuye, los allegados del Mico arrecian en sus ataques a Cuadrado y su socio Yoa, quien ha ordenado matar los familiares del jefe detenido.
Las balaceras, cuando llega la noche y en la madrugada, son la constante, los bandos en conflicto se hostigan mutuamente.
En la mañana de ayer, 23 de julio, se registró un nuevo hecho violento que muestra la intensidad del conflicto. Al parecer, contratistas del Municipio de Medellín que realizan obras públicas, debieron retirarse del sector donde laboraban debido a la tensión militar que predomina. Posteriormente, en la noche, dos integrantes de Las Mulas, de la parte de abajo, salieron a la vía principal y realizaron disparos hacía la parte alta. Cuando sus enemigos se preparaban para responder el ataque, la presencia de motorizados de la Policía evitó el enfrentamiento.
La presencia de la fuerza pública es necesaria en el sector, pero no solo de forma disuasiva, es urgente que la inteligencia recopile los datos suficientes para iniciar el desmantelamiento de la banda Las Mulas, Los Joaquinillos y, por qué no, golpear de forma más contundente a Pablo Raya, quien hoy funge como uno de los hombres de confianza de Tuto, amo y señor de la comuna 15 y una parte de la comuna 16.
La gente merece vivir bien, sin miedo, balas y vacuna. La institucionalidad debe garantizar eso y pasar del control, la captura y el decomiso al desmantelamiento de las bandas y de las estructuras de la Oficina y los Gaitanistas.
¿Para qué se jacta la administración municipal de Medellín de tener 975 cámaras operando en la ciudad, más 400 cuadrantes y haber derrochado desde el año 2012 a la fecha más de trescientos mil millones de pesos en seguridad, si por ejemplo, a quince minutos de La Alpujarra en el barrio Belén Rincón, sector La Capilla, el crimen manda y la institucionalidad retrocede? Y no solo allí, lo mismo pasa en otros sectores de la ciudad. Que la tecnología y el despliegue de seguridad sea para la acción y la operatividad, para los hechos concretos y eficaces, no solo para el boletín de prensa y los informes comerciales.
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