«La casa de Paolo», la otra manera de luchar contra la mafia en Palermo

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Palermo (Italia), 19 julio de 2022.- Hay otra manera de luchar contra la mafia en Palermo: «La Casa de Paolo», la antigua farmacia de la familia del juez Paolo Borsellino en el barrio de la Kalsa, se ha convertido en un «refugio» donde los niños pueden crecer lejos de la criminalidad que rodea a sus padres y lograr algo más de lo que la vida parece tenerles destinado.

«Era una buena persona, creía en la posibilidad de cambio en las nuevas generaciones y eso es lo que intentamos aquí, que los niños no tengan que tomar decisiones equivocadas, dándoles alternativas y una esperanza concreta», explica a Efe Roberta Gatani, sobrina del magistrado que mejor simbolizó la lucha antimafia junto a Giovanni Falcone, al cumplirse 30 años de su asesinato.

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Borsellino y Falcone, amigos de la infancia, lograron despertar a los palermitanos del terror impuesto por la «Cosa Nostra», la sanguinaria mafia siciliana, pero pagaron por ello: Borsellino murió con sus cinco escoltas en un sangriento atentado en Vía d’Amelio el 19 de julio de 1992, menos de dos meses después del brutal asesinato de Falcone.

Aunque la cúpula mafiosa fue condenada, la familia Borsellino está convencida de «la complicidad del Estado» en un momento de «connivencia» con la Cosa Nostra: «La bala que le mató no llegó de frente, del enemigo, sino por la espalda, de quien debía protegerle».

«Han pasado 30 años y todavía nos falta esa parte de la verdad» porque «los ‘arrepentidos’ de la mafia han contado como se cometió materialmente el atentado, pero para el resto debe aparecer un ‘arrepentido’ del Estado», algo que sólo pasará cuando hayan muerto todos los implicados y se les pueda «culpar».

UN «REFUGIO» EN LA KALSA

Mientras llega ese momento, Roberta, hija de la hermana mayor del juez, Adele, mantiene viva en la Kalsa la memoria de su tío, del que «su más bello recuerdo es su sonrisa» y «su mayor herencia, el optimismo».

Roberta Gatani, la sobrina del magistrado Paolo Borsellino. EFE/ Alvaro Padilla

«‘La casa de Paolo’ es lo mejor que me ha pasado en la vida. Paolo y Giovanni crecieron juntos en estas calles, compartieron juegos con otros niños y después, cuando fue magistrado, reconoció a esos pequeños en las caras de algunos a los que juzgó (..) Entonces se preguntó: ¿Por que yo he conseguido tener una vida al margen de la criminalidad y ellos no?», explica a Efe Gatani en la antigua farmacia de su abuelo Diego.

Se le ilumina el rostro cuando habla de la iniciativa de Salvatore, que funciona «gracias a voluntarios fijos de la zona, que vienen todos los días» para las actividades con los niños: extraescolares, cursos de ajedrez, de cocina, de informática, de costura, de inglés, de francés, de teatro…»todo sirve para sacarlos de la calle».

Y «aquí todo es gratuito», desde los cursos hasta los viajes que han hecho a Inglaterra.

«Rechazamos la financiación de ese Estado que consideramos cuanto menos corresponsable de la matanza de Via d’Amelio y no queremos absolutamente nada hasta que no llegue la verdad. Funcionamos gracias a voluntarios, donaciones privadas y hermanamientos con otras entidades», agrega.

LOS NIÑOS DE PAOLO

Los mayoría de «los niños de Paolo» tienen de 6 a 10 años y todos los que han terminado la escuela media se han inscrito en la superior: «Es un gran logro porque en este barrio nadie va a la superior, solo a la obligatoria».

Antes de la pandemia había 42 , «ahora poco a poco están regresando», explica Roberta, que lleva siete años al frente de esta singular iniciativa que le permite «ver crecer a los niños»

«Vienen de situaciones familiares muy difíciles: la mayoría viven en casas ocupadas, tienen un solo progenitor porque el otro está en la cárcel o ha abandonado la familia o está en arresto domiciliario. Los trabajos de los padres son precarios, al limite de la legalidad, situaciones de desventaja no solo económica, sino sobre todo socio-cultural».

Y aunque «hay mucha reticencia hacia todo lo legal» porque «temen las represalias del Estado, que es el enemigo», son «los propios padres los que nos los traen» gracias, en parte, a que en la Kalsa sigue vivo el recuerdo del abuelo Borsellino: «Ayudaba a la gente del barrio y para los viejos, los abuelos de nuestros niños, es un privilegio que la familia haya vuelto».

Gatani siente «una satisfacción personal enorme» porque para alguien «que ha tenido una relación directa con una víctima de la mafia, seguir adelante es duro» pero ahora ha vuelto a «sonreír».

«Para mí esto es la felicidad», proclama.

Marta Rullán

EFE

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