La grandiosa y controvertida colección de arte moderno occidental de Irán

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Teherán, 5 abr – Con obras de Picasso, Miró, Bacon, Gauguin, Rothko o Kandinsky, el Museo de Arte Contemporáneo de Teherán presume de la mejor colección de arte moderno occidental de Oriente, aunque no exenta de polémica por su adquisición antes de la Revolución Islámica.

El museo ha reabierto recientemente sus puertas al público tras casi dos años cerrado por restauración. En este tiempo, se han modernizado las instalaciones, incluidos sus sótanos, que guardan los tesoros más importantes.

Hasan Noferestí, director de relaciones públicas, asegura a Efe que es «uno de los diez museos de arte contemporáneo más destacados del mundo al contener obras de artistas iraníes, europeos y estadounidenses de diferentes estilos».

La mitad de las más de 4.000 obras del museo pertenece de hecho a autores occidentales y, según reconoce el responsable, «fueron en su mayoría compradas antes de la revolución» por la que fue «emperatriz» de Irán, Farah Diba, y quien ha criticado en numerosas ocasiones la gestión de ese patrimonio.

LA TEMPORALIDAD EN UN ESPACIO LIMITADO

Y es que los visitantes que esperan deleitarse con «Ventana abierta sobre la calle Penthièvre» (1920), de Pablo Picasso; «Tensions Claires» (1937), de Wassily Kandinsky; o «Naturaleza muerta con estampa japonesa» (1889), de Paul Gauguin, se sentirán decepcionados.

Estas obras no están permanentemente a la vista del público, solo de forma temporal cuando son seleccionadas para las exposiciones. En las salas del museo, cuya arquitectura mezcla modernidad y tradición, inspirándose en las casas de adobe del desierto iraní, hay capacidad para exponer solo entre 200 y 250 obras.

«Tenemos muchas obras muy destacadas y famosas y, en caso de que quisiéramos exhibir esas de modo permanente, ya no habría espacio para el resto», justifica Noferestí, quien también defiende que el mantenimiento en la tesorería es «mucho mejor».

Las únicas siempre expuestas son una piscina que contiene unos 5.000 litros de aceite de coche, «Matter and mind» (1977) del japonés Noriyuki Haraguchi, y las alrededor de catorce esculturas colocadas en el jardín y los patios del museo, entre ellas una de Eduardo Chillida: «Estela a Pablo Neruda» (1974).

Esta política de exposiciones temporales de la colección ha fomentado probablemente las denuncias efectuadas por Farah Diba de que las obras occidentales que ella adquirió están «escondidas» en los sótanos del museo, sobre todo en las primeras décadas tras la revolución.

LAS OBRAS NO SE OCULTAN

La última esposa del shá Mohamad Reza Pahlaví, quien reside en la actualidad en París, inauguró en 1977 el Museo de Arte Contemporáneo de Teherán, tan solo dos años antes del triunfo de la Revolución Islámica, para acomodar su gran colección de arte moderno occidental.

El cuadro más importante comprado por Farah Diba es «Mural on Indian Red Ground» (1950) de Jackson Pollock, considerado uno de los mejores del artista estadounidense y que hasta el año 2005 no vio la luz en el museo de la capital iraní.

Desde entonces, este óleo ha sido exhibido en Teherán «cinco o seis veces» y fue prestado a Japón para una exposición en 2012, señala el director de relaciones públicas del museo para defender que las obras no están languideciendo en los sótanos.

Noferestí también detalla que siete y ocho cuadros de Picasso han sido expuestos en tres o cuatro ocasiones en estas cuatro décadas y que están planteando que la próxima exposición temporal esté dedicada al español Joan Miró.

«No es verdad que las obras estén en la tesorería, que no las toquemos y que nadie las haya visto. Nosotros con diferentes motivos, en diferentes exposiciones, hemos mostrado una gran parte de las obras», subrayó el responsable del museo.

Tan solo -reconoce- hay unas quince obras que al mostrar desnudos no han sido expuestas en Teherán debido a las restricciones morales impuestas por las autoridades persas desde la instauración de la República Islámica.

CUIDAR EL TESORO

Noferestí también niega los rumores de que algunos cuadros hayan sido vendidos: «No es cierto, hasta ahora ninguna obra del Museo de Arte Contemporáneo ha sido vendida», asevera.

Únicamente, hace ya casi tres décadas, una de las obras que no se podía exponer por incluir desnudos, de Willem de Kooning, fue intercambiada por un antiguo y valioso manuscrito persa del «Shahnameh», lo que avivó la protesta de Farah Diba.

El responsable del museo insiste en que el objetivo es cuidar esas obras que «pertenecen a la nación iraní» y que de hecho la reciente restauración del museo se centró en mejorar las condiciones de la tesorería, separando el sistema de refrigeración de los sótanos, para una mejor preservación de los cuadros.

Ahora, la exposición temporal que exhibe el museo, titulada «Armaghan» (obsequio), incluye parte de las 700 obras recientemente cedidas por la familia de la artista iraní Maniye Mir Emadí, de famosos autores locales como Parviz Tanavoli y Jazeh Tabatabai.

También se han dedicado dos salas a una exposición de fotografías de artistas extranjeros como los alemanes Bernd y Hilla Becher, que habían sido adquiridas por Farah Diba antes de partir al exilio con el fin de la monarquía en Irán.

Otra de las metas del Museo de Arte Contemporáneo de Teherán es finalizar un banco de datos para que de modo virtual se puedan ver todas las obras y sus características. Una forma de acallar los rumores sobre sus tesoros.

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