La humana tarea de construir lo urbano,

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Entrevista a Miguel Ángel Aguilar

Miguel Ángel Aguilar.
Domingo, Septiembre 9, 2012

FERNANDO-ALONSO RAMÍREZ
LA PATRIA | Manizales

Nezahualcóyotl es un poblado ubicado al oriente de Ciudad de México que desde hace menos de dos décadas se ha ido constituyendo en una extensión y dormitorio del D.F., como otras localidades vecinas. El proceso de asentamiento allí de pobladores que van de la capital llamó la atención del profesor Miguel Ángel Aguilar, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, sede Iztapalapa, que estudió la participación de los habitantes en ese cambio.

Las conclusiones las presentó en su visita a Manizales la semana pasada, invitado por el Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanas (ICSH) de la Universidad de Caldas, en donde habló de las sorpresas encontradas en el diálogo con los habitantes de ese municipio, casi todos llegados cuando el Gobierno permitió que los campesinos vendieran su tierra para que fuera posible urbanizarla.

Demostraciones

La investigación buscaba demostrar cómo terrenos destinados a uso agrícola se convierten en 20 años en una zona urbana relativamente consolidada. Aguilar halló interesante que hay una gran historia común sobre la superación personal, basada en el esfuerzo: «cambiarse para construir una casa nueva está fundamentado sobre la idea de los logros familiares, del esfuerzo y de construir un patrimonio para la familia».

También le llamó la atención cómo la gente entendió que al organizarse en comunidad lograba propósitos que de manera individual no conseguía.

Esa organización inicial se fue desvaneciendo cuando se iba obteniendo la calidad de vida que se buscaba, aunque permanece como «eficacia simbólica del nosotros». Difícil no pensar en organizaciones en nuestro entorno como las sociedades de Mejoras Públicas, vitales en el desarrollo de la mayoría de nuestros municipios, venidas a menos a medida que se consiguen los resultados, pero siempre presentes en las raíces de unos poblados que les deben mucho.

Anota Aguilar que si bien la administración pública tuvo un papel casi protagónico al generar alguna planeación, dotar de servicios la comunidad, beneficiar a los habitantes con programas sociales, estos no reconocen tan decididamente ese papel, pues cuando se expresan ellos son los protagonistas, como los hacedores del lugar.

«El habitante como protagonista tiene que ver con la idea mítica del que va a colonizar, aquel que llega a un lugar agreste, natural, desordenado y le aporta un grado de domesticación o de orden particular», insiste.

Paradojas

El resultado es de paradojas, pues se buscaba estudiar un proceso macro: qué pasa cuando se oferta un gran espacio de suelo urbano en la colindancia de la ciudad de México. Los relatos, sin embargo, dan cuenta de otra realidad: «yo vine a vivir aquí porque me peleé con mi esposa y me separé», «vine a vivir aquí porque soy salvadoreño, iba a Estados Unidos, se me acabó el dinero y aquí es barato».

Esa comunidad es similar a muchas periferias colombianas a donde llegan personas de nivel económico bajo, trabajadoras principalmente del sector servicios, a construir vivienda como un proyecto familiar, a partir del ahorro, que se convierte en un muro, en un techo. «De acuerdo con el ciclo de vida, en la familia se hace un cuarto más cuando se casa el hijo o la hija. Son viviendas que van cambiando de acuerdo con la capacidad económica y con el momento de vida en que se encuentra la familia», explica el profesor Aguilar.

¿Para qué estudiar estas realidades? «Básicamente para entender la dinámica interna del proceso de habitar la periferia urbana, algo mucho más complejo de lo que le puede parecer al desarrollador inmobiliario, que piensa en grandes conjuntos para comunidades de tamaño descomunal en la periferia. El tema no es solo cómo habitar en cuatro paredes, sino qué pasa por el establecimiento de redes de vecinos, por el sentido de pertenencia, por la idea de la apropiación, y de pensar que la casa es un lugar propio, no en lo económico o en lo jurídico, sino en el sentido existencial. Yo soy mi casa y mi casa soy yo».

Agrega que este estudio le permitió darse cuenta de que la identidad «es algo que se crea, que se actúa, que se produce en contacto con los otros y en el proceso de narrar».

El conflicto

Allá, como aquí, la llegada de personas de distintas partes a un nuevo sitio urbanizado genera conflicto, que es importante. «Es inevitable el conflicto en diferente escala, pero hay que pensar cuáles son las formas de resolución, las normas que van a permitir superarlo y diferenciar las instancias, los procedimientos, los valores en común. El asunto no es espantarse», advierte Aguilar.

En estas urbanizaciones el espacio público es lo que queda después de que se construyó. Sin embargo, se crean formas para apropiarse de este con fines colectivos. «Por ejemplo, en estas zonas del oriente de la ciudad de México la costumbre es hacer fiestas abiertas: la hija cumple 15 años, el papá y la mamá rentan un sonido y cierran la calle y allí se celebra». Una vez más las similitudes con entornos nuestros.

*Lea adjunta la entrevista completa pregunta-respuesta.

Entrevista realizada a Miguel Ángel Aguilar, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, sede Iztapalapa, de México que presentó su ponencia Del espacio al lugar: una aproximación narrativa a experiencias vitales en el oriente de México, invitado a Manizales por el Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanas (ICSH) de la Universidad de Caldas.

FERNANDO-ALONSO RAMÍREZ

LA PATRIA | Manizales

 ¿En qué consistió la investigación que presentó en Manizales?

Es sobre el proceso a través del cual un conjunto amplio de terrenos destinados a uso agrícola se convierte en 20 años en una zona urbana, relativamente consolidada. Allí surgen preguntas muy interesantes para las ciencias sociales: ¿qué motiva a las personas a mudarse a un lugar agreste para convertirlo en urbano?, ¿cómo este proceso es puesto en narraciones, en discursos? y ¿de qué manera domestican el lugar? 

¿Ese proceso de urbanización fue espontáneo o planeado?

Fue un proceso relativamente espontáneo, a medida que el cambio en la legislación nacional permite a los campesinos vender sus tierras, cosa que durante mucho tiempo no pudieron hacer, y de pronto hay gran oferta de suelo colindante a la ciudad para fines urbanos. Es un proceso no planeado, pero dado bajo una lógica de mercado. Aquí está el terreno, quién lo quiere y de pronto hay muchos compradores. 

¿Qué moviliza a personas que viven en la ciudad consolidada a iniciar una vida nueva en otro espacio?

Estos procesos son fuertemente anclados en la biografía y ocupan espacio importante en los relatos de vida de las personas porque significan casi iniciar una nueva vida. Es algo consistente que también encontramos en migraciones nacionales o internacionales.

¿Y qué pasa con los habitantes que son de allí? ¿Qué conflictos se presentan?

Lo interesante es que prácticamente todos los habitantes del Municipio eran nuevos, entonces las dinámicas que ocurren tienen que ver con que hay una narrativa o una gran historia sobre la superación personal basada en el esfuerzo. Todo esto de cambiarse a construir una casa nueva está fundamentado sobre la idea de los logros familiares, del esfuerzo y de construir un patrimonio para la familia. Eso moviliza de manera muy fuerte los cambios de residencia dentro de la ciudad. No es tanto la búsqueda de un lugar de vida, sino también la búsqueda de un futuro para la persona y la familia.

Está más o menos probado que en estos casos funciona la persistencia, de movilizarse, de demandar un servicio.

¿Qué otra cosa encontró?

La gente encontró que organizándose podía obtener servicios que de manera individual no. Esto mostró la capacidad persuasiva que tiene la organización colectiva al hacer ciudad. También es interesante que la organización inicial se fue desvaneciendo cuando consiguió algunos o muchos objetivos, cuando la calidad de vida que se buscaba ha sido obtenida. Y, sin embargo, la organización permanece como punto de referencia fundador, como memoria de lo colectivo, como construcción de un gran nosotros. La eficacia simbólica del nosotros permanece en el tiempo.

Eso es casi tribal.

Sí, nosotros somos estos, queremos aquello, peleamos con los otros, ese recuerdo sigue siendo imprescindible para ubicar socialmente a los habitantes. Ese presente, convertido ahora en recuerdo, sigue teniendo un poder aglutinador importantísimo. La gente recuerda de manera muy nítida las asambleas, las discusiones, los grupos que se armaban, y crea imágenes del pasado.

Cuentan de un foco prendido en la inmensidad de viviendas y cómo esa luz pequeña representaba a los 20 mil o 30 mil habitantes que podía haber en aquel momento, o recuerdan de manera muy clara el primer poste de luz del cual todos sacaban cables para su casa, cómo esa luz pública termina siendo la luz privada, y ese poste atestado de cables representa un pasado fundacional, emotivo, en donde la gente puede contrastar el presente con él. Son recuerdos que crean una suerte de comunidad afectiva: recordamos lo mismo y nos reconocemos con cierto nivel de semejanza, a pesar de que ahora seamos diferentes. Estas memorias fundacionales son importantísimas para entender dinámicas sociales.

¿Y la administración pública qué papel jugó en este proceso?

Tuvo un papel casi protagónico, generar algún tipo de planeación, de la traza urbana, dotar de servicios, convertir a los habitantes en objeto de programas sociales a nivel local que luego fueron a nivel nacional, pero cuando hablo con los habitantes usualmente ponen en un segundo plano la acción del Estado. En sus relatos, ellos son los protagonistas y esta dinámica de esfuerzo, solidaridad, lucha es la que ha construido el territorio. Aquí los funcionarios vienen, traen dinero y se van, pero los que vivimos aquí somos nosotros, ellos en su discurso aparecen como los hacedores del lugar.

Ellos siempre han estado, mientras los funcionarios cambian.

Son cambiantes, el funcionario está en la capital, y el habitante como protagonista tiene que ver con la idea mítica del que va a colonizar, aquel que llega a un lugar agreste, natural, desordenado y le aporta un grado de domesticación o de orden particular. También hemos encontrado en los relatos elementos casi míticos. Al estudiar la narrativa de los habitantes hay un discurso como de «cuando llegamos aquí no había nada» y ese es casi el inicio de todas las narrativas cosmogónicas, en el principio había caos, no había nada. Esta experiencia de vida es tan fuerte que requiere para ser expresada de un vínculo con los mitos.

Me parece que estuviera narrando la historia de Manizales.

Es la historia de Latinoamérica, precisamente, es la dimensión del narrar, del contar, porque uno puede estar en un lugar, rodeado de ciertas condiciones materiales, pero lo que representa el sentido se genera en las pláticas familiares los domingos, acabando de comer, donde tíos o abuelos cuentan cómo era esto antes, y cuenta también la narrativa que permite acceder a su historia, a sus etapas, a sus dificultades. Lo interesante es preguntarnos ahora qué utilidad tiene cierto tipo de narrativa, qué genera en sus habitantes, en su interlocución con otros.

¿Por qué la academia se interesa en un proceso de estos?

Porque hay un giro desde hace unas décadas en las ciencias sociales hacia el análisis de procesos subjetivos, de creación de significado. Durante mucho tiempo los estudios duros pensaron los procesos urbanos como económicos, materiales, políticos, generados por grandes fuerzas sociales, por grandes actores, los empresarios, los banqueros, lo cual es parte del proceso, pero no es todo. También la historia se hace con los habitantes. Los ciudadanos tenemos mucho que decir de esa primera fase.

Una meta era analizar el tema no solo desde esa perspectiva macrosocial o macroeconómica, sino también desde una perspectiva humana. Yo estudié un proceso macro: qué pasa cuando se oferta un gran espacio de suelo urbano en la colindancia de la ciudad de México y, sin embargo, los relatos son: «yo vine a vivir aquí porque me peleé con mi esposa y me separé», «vine a vivir aquí porque soy salvadoreño, iba a Estados Unidos, se me acabó el dinero y aquí es barato».

¿Cuál es el nivel económico de estas personas?

Personas de nivel económico bajo, que trabajan principalmente en el sector servicios, trabajo precario, y construir la vivienda es un proyecto familiar, ellos construyen la vivienda a partir del ahorro y prácticamente el trabajo y el ahorro se convierten en un muro, en un techo. Construcciones paulatinas a través del tiempo de acuerdo con el ciclo de vida en la familia, se hace un cuarto más cuando se casa el hijo o la hija, son viviendas que van cambiando de acuerdo con la capacidad económica y con el momento de vida en que se encuentran en el sitio familiar.

Y una característica supongo es la falta de unidad arquitectónica.

Hay cierto patrón, uno o dos pisos, el tamaño del terreno es semejante, pero adentro son bien diferentes, porque van cambiando en función de esto. Cuando entraba a las casas siempre había materiales de construcción, ladrillos, arena, varillas, porque es la forma de ahorro que hay.

¿Es similar a las expansiones en el centro urbano de Ciudad de México?

No, en la medida en que ya no hay suelo urbano libre, accesible para autoconstrucción. Ahora hay es tendencia a la construcción de interés social financiada por el Estado para grupos populares, son edificios grandes con departamentos cada vez más pequeños: 55 o 60 metros cuadrados, con tres cuartos y es el tipo de vivienda dentro de la ciudad o en la zona consolidada, es vivienda cara comparativamente, por eso la periferia es la opción para personas con bajos ingresos.

En la ciudad usualmente hace falta un préstamo bancario al que los sectores que no tienen un salario estable no pueden acceder. Son estrategias diferentes tanto de acceder a la vivienda como del significado del espacio.

¿Para qué han servido los resultados del estudio?

Básicamente para entender la dinámica interna del proceso de habitar la periferia urbana, como mucho más complejo del que podría parecer para el desarrollador inmobiliario que piensa en grandes conjuntos para comunidades de tamaño descomunal en la periferia. El tema no es solo cómo habitar en cuatro paredes, sino qué pasa por el establecimiento de redes vecinales, por el sentido de pertenencia, por la idea de la apropiación y de pensar que la casa es un lugar propio, no en lo económico o en lo jurídico, sino en el sentido existencial casi. Yo soy mi casa y mi casa soy yo.

¿Alguna administración se ha interesado en los resultados?

El estudio apunta a abrir ventanas de comprensión hacia dimensiones nuevas del proceso del habitar en la ciudad y termina a su manera abriendo ventanas nuevas en lo metodológico, la apertura de narrativas, el análisis de historias de vida, de elementos autobiográficos. Uno entiende muchas cosas al contarlas. Contar una historia es recuperar un pasado que está ahí de manera sólida, pero es también acomodarlo, encontrarle significación, dimensiones nuevas. La narrativa tiene que ver mucho con identidad. Al contar una historia la cuento desde mi punto de vista, qué hice yo, qué hicieron los otros. No puedo contar una historia sin convertirme antes en el narrador, el testigo, porque soy parte.

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