El problema del asesinato de Toledo Plata, además de su oprobioso olvido e impunidad, es que el panorama actual de 223 personas asesinadas, firmantes del Acuerdo Final de Paz, presentan dolorosas y complejas similitudes para quienes le apuestan a la paz.
Hoy hace 36 años, el 10 de agosto de 1984, El País de España titulaba “el doctor guerrillero”, la noticia sobre el asesinato del médico, político y revolucionario Carlos Toledo Plata, al frente de su lugar de residencia en Bucaramanga, a mano de sicarios del MAS. Su muerte representó un atentado brutal contra los diálogos de paz de la época entre el M-19 y el gobierno de Belisario Betancur. En represalia, el municipio de Yumbo fue tomado por cerca de 200 guerrilleros, donde liberaron 60 presos, destruyeron la alcaldía y se enfrentaron en combate por más de tres horas, con un saldo trágico de diecisiete muertos.
Toledo Plata, nacido en 1932, natural de Zapatoca (Santander) fue un médico y especialista en Salud Pública que realizó sus estudios en la Universidad de Buenos Aires. Cuando regresó a Colombia, participó en diversas movilizaciones por la indignación del fraude electoral sobre Rojas Pinilla, y se vinculó a la Alianza Nacional Popular, partido del cual logró una curul como representante a la Cámara. Entre 1979 y 1983 estuvo en La Picota después de ser capturado por un frustrado ataque. Procesado por estos hechos por un tribunal militar, jurisdicción competente para la época, por los delitos de rebelión y homicidio. Obtuvo su libertad por la ley de amnistía de 1982, del gobierno de Belisario Betancur, lo que le permitió obtener un salvoconducto de amnistía y realizar un tránsito a su vida civil.
Tal vez, su momento de mayor resonancia y conocimiento mediático fue durante el episodio del robo de armas del Cantón Norte donde figuró como vocero del grupo armado en declaraciones públicas. El 16 de febrero de 1979, la Embajada de los Estados Unidos en Bogotá enviaba un cable al Departamento de Estado en Washington, donde alertaba sobre el accionar de Toledo y del M-19 bajo el título de “Comunicado extremistas”. El comunicado alertaba como “propaganda pura” la entrevista de Toledo en clandestinidad.
En contraste con esta visión, la periodista Patricia Lara, en su obra Siembra vientos y recogerás tempestades recuerda que la personalidad de Toledo, “concordaba más la de un sacerdote que con la de un guerrillero”. Esta visión es algo más cercana a los recuerdos de nuestros padres y madres cuando evocan la memoria de él, y remiten a su faceta como médico en consultas de temas de enfermedad infantil, en las jornadas de vacunación y atención que promovió en zonas periféricas del área metropolitana.
De igual forma, recuerdan su voz y su presencia que irradiaba cercanía y diálogo. Es importante recordar su contribución en la creación y desarrollo de instituciones de salud como el Centro Médico Popular, con la firme convicción de la salud como un derecho y cuya garantía era necesaria hacerle accesible a las familias santandereanas. En últimas, vislumbró y ofreció su potencial científico y humano en servicios de salud para el Area Metropolitana, y en cierta medida, fueron las raíces y las bases de proponer como modelo una ciudad médica y sanitaria, que hoy en día cubre el Nororiente del país.
Toledo actuó de manera desinteresada y fiel al mandamiento hipocrático, y no vaciló ni escatimó recursos en brindar servicios y tratamientos de salud, con altos estándares y calidad, para barrios populares y hacia las personas menos favorecidas de Bucaramanga. De ahí, la memoria con su nombre para un barrio que ayudó a construir como garantía de vivienda digna.
En relación con su asesinato, se divulgó la teoría que había sido la propia guerrilla con la finalidad de sabotear los diálogos de paz. Existen nuevos elementos que permitan controvertir esa tesis. La información se encuentra en el reciente informe publicado por el Centro Nacional de Memoria Histórica, “El Estado Suplantado” , estudio sobre el fenómeno paramilitar, en concreto de las Autodefensas de Puerto Boyacá, sobre sus orígenes y el accionar de esa estructura armada.
Dicha investigación, refiere dos testimonios que pueden ser de vital importancia para ayudar a derrumbar la impunidad y el olvido del crimen. El primero, es una contribución voluntaria de Alvaro Jiménez Millán, vocero del movimiento M-19 en las negociaciones de paz entre esta guerrilla y el gobierno de Belisario Betancourt en 1984, y Garante de los diálogos adelantados hasta el 2007 entre el gobierno del presidente Uribe Vélez y el ELN en Cuba, y bloguero de La Silla Vacía, cuya declaración puede ayudar al esclarecimiento de la verdad.
En el relato de memoria histórica refiere, que en la década de los años 80, integrantes del M-19 tuvieron un acercamiento y negociaciones con las Autodefensas de Puerto Boyacá. Jimenez señala que solos los comandantes conocían su identidad: “Nadie sabía quién era yo, salvo Henry y Ariel. Que era un juego que él hizo mucho al interior de su propia organización porque también para ellos era una ruptura muy grande que estuvieran hablando con un tipo del M-19 y que lo dejaran entrar allá. Era una ruptura muy loca lo que estábamos haciendo. Nosotros y ellos. En un intento como de conocernos, como de olfatearnos. (…) Con un elemento adicional. Realmente la guerra de esos paramilitares del Magdalena Medio, aunque eran los corresponsables del asesinato de Carlos Toledo y de algunos dirigentes de Barranca y de Santander, realmente la guerra de ellos y por la que ellos habían nacido era contra las Farc.
El segundo relato es el de Arnubio Triana, alias Botalón donde refiere sobre el mismo tema: “Para el año 1990, 1991, Henry andaba con unos exguerrilleros del M-19. Y era que esos exguerrilleros le estaban planteando a él que hiciera lo mismo que hizo el M-19”.
Estos testimonios son importantes por tres razones: la primera, es porque no existen investigaciones o decisiones frente el crimen de Toledo. La segunda, es porque Botalón aún se encuentra obligado al esclarecimiento de los crímenes cometidos por los grupos paramilitares en el marco de la Ley de Justicia y Paz. Y la tercera, que considero fundamental, es la posibilidad de la participación de agentes de Estado con corresponsabilidad en la comisión de los hechos, reafirmando el crimen como una ejecución extrajudicial, siendo una grave violación a los derechos humanos cometida en el marco de la guerra sucia en contra del M-19.
Es decir, el caso de Toledo aún tiene unas remotas posibilidades, si estas encuentran algún espacio de voluntad en la justicia ordinaria, a través de la Fiscalía General de la Nación; o en la justicia transicional, ante la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad y la Jurisdicción Especial para la Paz. Igual, no hay nada que perder, porque la impunidad ha sido la reina en este caso.
El problema del asesinato de Toledo Plata, además de su oprobioso olvido, es que el panorama actual de más de 223 personas asesinadas de las Farc, excombatientes firmantes del Acuerdo Final de Paz, nos presentan dolorosas y complejas similitudes para quienes le apuestan a la paz, tres décadas después de su muerte. Cuando Toledo volvió a Bucaramanga, sabia que no tenia muchas posibilidades, pero aún sabiendo que le esperaba la muerte, luchó hasta el último momento por una opción que consideró fundamental, el cambio democrático en Colombia. Parece ser que su muerte, se replica en quienes hoy en día pagan con su vida, en la búsqueda de condiciones dignas de oposición y participación política. Ojalá algún día, dejemos de sembrar en la tierra de la democracia colombiana con la sangre de quienes han creído en la construcción de la paz y la reconciliación.
Adenda. El señor Guillermo Acevedo Giraldo alias «memo fantasma» o «Sebastián Colmenares» según información de Insight Crime es un reconocido empresario en Madrid. Integrante durante más de veinte años de grupos paramilitares y narcotraficantes, perteneciendo desde el Cartel de Medellín hasta el Bloque Central Bolivar, de quien fungió como comandante y con mayor poder que Macaco. Debe responder ante la justicia ordinaria en su rol de fundador y financiador del Bloque Central Bolivar en el Magdalena Medio y sus bienes deben ser usados para la reparación. Se encuentra en mora de darle la cara a las víctimas del conflicto armado y debe la verdad sobre su participación en el origen y accionar del grupo. Es una afrenta contra las víctimas que este comiendo jamón serrano y vinotinto en Chamberi, y no en una cárcel en Colombia.
Tomado de La Silla Vacía