La noche de los lápices, 45 años como emblema del terror estatal en Argentina

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Buenos Aires, 16 de septiembre de 2021.- Se cumplen 45 años de uno de los episodios más simbólicos del terror sembrado por la última dictadura argentina (1976-1983). Durante la «noche de los lápices», el régimen secuestró y torturó a una decena de alumnos de secundaria, la mayoría militantes políticos, de los que solo cuatro sobrevivieron, entre ellos Emilce Moler: «el pasado está entre nosotros», cuenta a Efe.

«Hombres fuertemente armados entraron a mi domicilio encapuchados notificándose como del Ejercito argentino. Golpeando las puertas encañonaron a mi padre y encañonaron a mi madre. Buscaban una estudiante de bellas artes. No sabían ni mi nombre, sabían que venían a buscar una estudiante de 17 años», relata esta doctora en bioingeniería de ahora 62 años.

Principalmente en la noche del 16 de septiembre de 1976 pero también en fechas cercanas, en La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, la dictadura, que ya venía secuestrando a personas desde el golpe de Estado de marzo de ese año, ordenó una serie de detenciones de adolescentes con militancia política, entre cuyos reclamos había estado el otorgamiento del billete de autobús con descuento estudiantil.

«Yo descubrí que se podía hacer algo por el más desposeído no desde la caridad sino con la política, que la política iba a permitir que no haya más pobres. ¿cómo con 15, 16 y 17 años no querer eso? Los equivocados no éramos nosotros, el Estado que nos tenía que cuidar fue el que nos torturó, nos encarceló y desapareció, eso es lo que es terrible», evoca Moler.

Fotografía cedida por Emilce Moler, tomada en una marcha de organismos de derechos humanos en marzo de 2019, en la que se ve a la propia Moler (d), sobreviviente de «la noche de los lápices», junto a la madre de Plaza de Mayo Adelina Rizzo. EFE/ Emilce Moler

SEIS DESAPARECIDOS

Aquella madrugada en que fue secuestrada comenzó el calvario para Emilce, entonces miembro de la peronista Unión de Estudiantes Secundarios: primero fue llevada, como los otros estudiantes detenidos, a uno de los centros clandestinos de tortura del régimen: «donde uno pierde toda la condición humana», subraya.

Pero sus caminos se dividieron al ser trasladados a otro.

«Una semana después de estar ahí, nos suben a todos en un camión, y a todos los que estábamos en ese centro, que éramos muchos. El camión en un momento para y empiezan a leer una serie de nombres, y entre ellos están los seis chicos que hoy están desaparecidos, y nosotros seguimos. (…) Yo pensaba que en cualquier momento iban a venir. Ahí se jugaron los destinos. Ahora, ¿por qué? Yo sé que ellos no hicieron nada para no estar, como yo no hice nada para vivir», señala.

Salvo cuatro, el resto de estudiantes detenidos no sobrevivió.

Según organismos de derechos humanos, durante la dictadura unas 30.000 personas -militantes políticos armados y no armados, sindicalistas o estudiantes- sin ser sometidas a juicio fueron secuestradas, torturadas y asesinadas.

COMPROMISO DE SOBREVIVIENTE

Tras pasar por el segundo centro clandestino, Emilce fue llevada a una comisaría y de ahí, en 1977, a una cárcel común, donde estuvo hasta que en 1978 recibió la libertad vigilada, que no fue total hasta el año siguiente.

«Yo salí aún en dictadura, y si hubiera necesitado no podía ir a un psicólogo. No podía exponer a un psicólogo a tener una entrevista conmigo y que yo le cuente eso, porque le estaba poniendo en peligro», revela.

Y confiesa: «Las marcas del cuerpo y el sentir que todavía podía tener alguna cuestión física que impidiera un deseo como la maternidad era algo que me perturbaba. El día que parí a mi primera hija dije, listo, ya está, soy libre».

Hoy tiene tres hijos y tres nietas. Y mantiene su «compromiso» como sobreviviente: «el compromiso de honrar la vida, de ser la voz de los que no están, de narrar y tener todos los detalles y testimoniar desde adentro, porque los juicios y las condenas a los militares en gran parte se pudieron hacer gracias a los sobrevivientes».

«La noche de los lápices» -como se acabó conociendo lo ocurrido- tomó conocimiento público principalmente en 1985, por el testimonio de un sobreviviente en el Juicio a las Juntas Militares. Y una película recreó lo sucedido.

«Al principio no nos creían. Se hablaba, se decía, pero siempre ese manto de ¿será así?», lamenta Emilce, que ha declarado seis veces en juicios -la última en junio pasado- y cree se ha hecho toda la justicia que han permitido los avatares históricos argentinos.

«Estoy conforme porque a las nuevas generaciones les dejamos la mayor cantidad de genocidas presos y juicios. Eso no todos los países lo lograron, y me parece que fue una tarea que hicimos entre todos», afirma, aunque reprocha que los militares no digan dónde están los cuerpos de los desaparecidos.

Como cada año, este jueves diversas actividades recordarán en La Plata a las víctimas. Porque para Moler «el pasado no ha pasado, el pasado está entre nosotros, se nos cuela todos los días en nuestro presente».

Rodrigo García

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