La nueva guerra de Medellín contra Pablo Escobar

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Por Rafael Croda

MEDELLÍN, COLOMBIA.- Sobre las ruinas del Edificio Mónaco, el bunker del narcotraficante Pablo Escobar en los 80, la alcaldía de Medellín construyó a paso veloz el Parque Memorial Inflexión, un espacio en el que se rinde homenaje a las víctimas del capo de las drogas más famoso del mundo.

El acalde de Medellín, Federico Gutiérrez, estaba empeñado en inaugurar la obra antes del 31 de diciembre, cuando finalizará su mandato.

Para él era un asunto fundamental. Durante su gestión, ha librado una lucha frontal contra el “culto” que rinden a Pablo Escobar turistas nacionales y extranjeros y miles de jóvenes marginados de la ciudad que ven al fallecido capo como un ícono pop y un modelo a seguir.

En esta guerra contra la influencia cultural del jefe Cártel de Medellín, quien cumplió 26 años de muerto el 2 de diciembre anteriorla mayor victoria de Gutiérrez fue haber logrado la demolición del Edificio Mónaco, que ocurrió el pasado 22 de febrero.

“El alcalde ha asumido esto como una guerra a muerte contra lo que simboliza Escobar. Lo quiere erradicar como ícono mafioso y esto es algo que no se puede hacer por decreto”, dice a Proceso el principal experto en crimen organizado de Medellín, Luis Fernando Quijano.

Para el alcalde, el Edificio Mónaco, construido por Escobar en 1985 con columnas de hormigón reforzadas y recubrimientos de mármol, era un “monumento de la ilegalidad y de la violencia”.

En el Parque Memorial Inflexión, aseguró, “vamos a contar la historia desde el lado correcto, el de las víctimas, no el de los victimarios, y ese será el comienzo de una nueva narrativa”.

Esa nueva narrativa es desafiada por un fenómeno que el doctor en filosofía política Óscar Mejía Quintana denomina “la cultura mafiosa”.

El académico, incluso, imparte en la Universidad Nacional una cátedra que lleva ese nombre, “La cultura mafiosa”, la cual, considera, es “predominante” en Colombia “y parte constitutiva” de su identidad.

Esto, porque en Colombia prevalece “un tipo de legitimación tradicional-carismática en la que la tradición y la figura del líder priman sobre la de un Estado de derecho neutro e imparcial”.

Y un referente ineludible de esta legitimación es Pablo Escobar y las narcoseries, telenovelas, películas, canciones y libros que voluntaria o involuntariamente hacen apología de él.

De acuerdo con el académico, lo narco se vende en los medios “porque lo narco es el espejo de esta sociedad y uno tiene la necesidad de mirarse al espejo para reconocerse y para retocarse”.

También, “porque al colombiano promedio le gusta auto-percibirse como el ‘duro’, el que ‘todo lo puede’, para el que ‘todo vale’, es decir, como un mafioso”.

Esta reflexión, con diferentes matices, puede aplicarse perfectamente a México y a la mayoría de países de América Latina.

Apogeo del narcoturismo

La curiosidad morbosa y la admiración por Pablo Escobar rebasan por mucho las fronteras colombianas.

Cada año llegan a Medellín miles de turistas extranjeros –latinoamericanos, estadounidenses y europeos en su mayoría— con un apetito voraz por conocer la vida, la leyenda y los lugares más representativos del capo.

Los llamados “narcotours” han crecido en forma vertiginosa en Medellín en los últimos años.

Estos consisten en recorridos por la tumba de Escobar; por la casa donde lo mató un grupo elite de la policía y el Ejército, el 2 de diciembre de 1993; por la cárcel La Catedral, que construyó el capo para entregarse a la justicia y de la que luego se escapó, y –hasta febrero pasado— por el Edificio Mónaco.

El alcalde Federico Gutiérrez ha intentado erradicar este tipo de turismo que, a su juicio, termina por hacer “apología del delito” y daña la imagen de la ciudad.

El año pasado, la alcaldía cerró la “Casa Museo de Pablo Escobar” que estaba abierto al público en la residencia del hermano mayor del capo, Roberto Escobar, “Osito”, quien también fue integrantes del Cártel de Medellín, pero la clausura solo duró dos meses porque el propietario cumplía todos los requisitos para la operar ese negocio.

Los “narcotours” se anuncian en portales turísticos, como TripAdvisor, y cuestan entre 30 y 200 dólares por persona.

La casa donde fue acribillado Escobar, ubicada en el barrio Los Olivos, es también un sitio de peregrinación de visitantes extranjeros que se toman fotos frente al inmueble, donde ahora funciona una escuela de español.

Una parada obligada de los “narcotours” es el cementerio Jardines Montesacro, donde está la tumba de Escobar.

Es fácil dar con ella porque gran parte del día se arremolinan allí decenas de turistas de todo el mundo que se quieren tomar la foto en el mausoleo de mármol, lajas verdes y grava blanca donde fue sepultado el capo.

Es un espacio abierto de cinco metros cuadrados que alberga los restos de Escobar, de sus padres Hermilda y Abel, de su hermano Fernando, de su nana Teresa, de sus tíos Inés y Juan Manuel, de su prima Gloria y de su guardaespaldas Álvaro de Jesús Agudelo, quien murió con él baleado por la policía.

La tumba de Escobar es un atractivo turístico “oprobioso”, de acuerdo con el alcalde Gutiérrez.

Muchos de los visitantes, que llegan en minibuses de operadores turísticos, visten bermudas y caminan con sus celulares en mano para tomarse selfies con sus parejas, familiares y amigos junto a la lápida del narcotraficante, quien murió a los 44 años y el pasado 1 de diciembre cumpliría 70 años.

“Don Fico”, como se hace llamar un cuidador del mausoleo que vive de las propinas, dice que no faltan personajes que “hacen rituales raros” en el lugar.

“Algunos vienen borrachos y tiran cocaína, fuman ‘bareto’ (mariguana) y arrojan casquillos de bala a la tumba del Patrón”, asegura.

Dice que “deben ser malandros que le piden a don Pablo que les vaya bien en sus vueltas; algunos rezan”.

Johny es un peluquero puertorriqueño que vino a Medellín desde San Juan con el único propósito de hacer el “narcotur” temático de Pablo Escobar.

“A mí sí me gusta Pablo. Por las series que veo de él, ‘El patrón del mal’, ‘Narcos’, la de ‘Popeye’ (quien fue sicario del capo)”, dice Johny, quien visita la tumba del narcotraficante junto con su novia.

“Pablo no solo le gusta, le encanta”, dice ella.

Carlos Echeverri, un guía de “narcotours”, afirma que cada año hay más turistas interesados en hacer esos recorridos.

Echeverri, “Don Fico” y un trabajador del cementerio estiman que cada día visitan la tumba de Escobar entre 70 y 80 personas.

Esas cifras suman entre 25 mil 200 y 28 mil 800 al año.

Según Echeverri, los visitantes se han “al menos duplicado” en los últimos cinco años y “cada día que pasa vienen más”.

El guía está convencido de que el “tour de Pablo” es uno de los detonantes del turismo en Medellín, que creció en 55 por ciento entre 2013 y 2018 al pasar de 528 mil a 823 visitantes en ese lapso.

De los extranjeros, los que más llegan son estadounidenses, franceses y mexicanos.

La herencia criminal

Medellín tiene muchos atractivos: la hospitalidad de su gente, sus museos, su gastronomía, su intensa vida nocturna y cultural, sus bucólicos alrededores y los grafitis de la Comuna 13.

Aquí nació Pablo Escobar, pero también son de Medellín el pintor y escultor Fernando Botero, el escritor Fernando Vallejo y el reguetonero J Balvin.

Por eso a algunos “paisas”, como se conoce a los oriundos de Medellín y del departamento (estado) de Antioquia, les parece que la cruzada del alcalde Federico Gutiérrez contra el fenómeno cultural en el que se ha convertido Pablo Escobar es, más que nada, “un recurso político”.

El especialista en crimen urbano Luis Fernando Quijano considera que el alcalde, quien entregará el cargo el próximo 1 de enero al político independiente Daniel Quintero, “ha explotado en términos mediáticos su lucha contra Escobar como símbolo de la ilegalidad y la violencia”.

El alcalde, dice Quijano, “ha insistido mucho en acabar con la influencia cultural de Pablo Escobar, pero durante su administración han seguido operando y dominando zonas enteras de la ciudad las estructuras criminales sucesoras del Cártel de Medellín”.

Entre ellas, menciona a La Oficina, una confederación de bandas delictivas creada por Escobar, y a La Terraza, que tiene su origen en un grupo de sicarios del capo.

De hecho, La Oficina, que controla más de dos terceras partes de las rentas ilegales de Medellín y su zona metropolitana, se llama así porque Escobar solía referirse a su emporio delictivo como su “oficina”.

Y como su sede operativa estaba en el municipio metropolitano de Envigado la holding criminal comenzó a ser llamada “La Oficina de Envigado”.

Algunos jefes de La Oficina han sido capturados en los últimos años, pero la estructura, como tal, sigue siendo “tan poderosa como siempre”, asegura Quijano.

Y sostiene: “La herencia criminal de Pablo Escobar no ha sido tocada. El alcalde golpea ciertos símbolos, pero las bandas más poderosas de La Oficina y La Terraza están, operativamente, intactas”.

Con Pablo Escobar, Medellín se convirtió en la ciudad más violenta del mundo. Llegó a tener una tasa de 368 homicidios por cada 100 mil habitantes. Eso fue en 1991. En 2018, la tasa fue de 24 homicidios por cada 100 mil habitantes, lo que significa una caída del 93 por ciento en los últimos 27 años.

La violencia fue el sello de Escobar. Su guerra contra el Estado colombiano produjo en la zona metropolitana de Medellín unos 200 atentados explosivos, más de 500 policías asesinados y 46 mil 612 homicidios entre 1984 y 1993.

Entre sus víctimas figuran el director del diario El Espectador, Guillermo Cano; el procurador Carlos Mauro Hoyos; el ex director de la policía antinarcóticos, coronel Jaime Ramírez; el comandante de la policía de Medellín, coronel Valdemar Franklin Quintero; el precandidato presidencial Luis Carlos Galán, y 110 pasajeros de un avión de Avianca que estalló en el aire en 1989.

A todas las víctimas del capo, que según las autoridades son al menos cinco mil, se les rendirá homenaje en el Parque Memorial Inflexión que se construye en el predio donde estaba el Edificio Mónaco, en el que se fraguaron varios crímenes.

El parque formará parte de la ruta de los “narcotours”, según el empresario del sector turístico Juan David Mejía, quien está seguro de que a los visitantes interesados en Escobar les gustará saber dónde estaba el Edificio Mónaco y qué hay ahora allí.

Un integrante del mando colegiado de La Oficina que habló con Proceso el año pasado y que se hizo llamar “Ocho” dijo que Escobar “hizo mucho daño y dejó un legado de bandidaje en todo Colombia”.

Pero al mismo tiempo, agregó el dirigente de la estructura heredera del Cártel de Medellín, el famoso narcotraficante “llegó a las comunas (barrios marginados) de Medellín a cubrir las necesidades sociales de la gente”.

Escobar construyó casas que repartió entre los pobres, hizo canchas de futbol, clubes deportivos y regaló dinero.

El secretario general del Concejo de Medellín, Jorge Iván Mejía Martínez, considera que eso fue parte “de una estrategia política clientelista de Escobar, que buscaba un respaldo social que le permitiera potenciar sus ambiciones políticas y hacer frente a la persecución de las autoridades”.

Los 17 mil habitantes del barrio Pablo Escobar de Medellín piensan que el capo es su benefactor y hay algunos, como la septuagenaria señora

Irene Gaviria, que hasta le rezan para que les ayude en asuntos concernientes a sus vidas cuesta arriba.

En 1984, Escobar construyó y regaló 443 viviendas en este asentamiento. Las autoridades se han empeñado durante años en cambiar el nombre del barrio, pero ha sido imposible. Por eso, ningún alcalde se ha parado por ahí.

El presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio, Uberney Zabala, dice que Escobar es “muy venerado” por los viejos habitantes del asentamiento y “muy respetado” por las nuevas generaciones.

El barrio tiene un santuario dedicado al capo que fue construido con los aportes de la comunidad y en el cual sobresale una imagen del Santo Niño de Atocha, del que Escobar y su madre Hermilda eran devotos, y varias placas que la rodean.

“Santo Niño Jesús de Atocha, el barrio Pablo Escobar te da mil gracias por proteger a nuestro benefactor”, señala una de las placas.

Zabala sabe que Escobar fue un narcotraficante que asesinó a decenas de colombianos, “pero aquí casi un santo”.

“¿Usted se imagina lo que es vivir en un basurero y que de un día a otro le den una casa gratis a cambio de nada?”, plantea el dirigente comunitario de un barrio marginal que cada día recibe alrededor de 50 turistas extranjeros que quieren conocer “la parte social” del jefe del Cártel de Medellín.

Para Luis Fernando Quijano, Escobar “fue un bandido despiadado y hoy es un referente ineludible de la historia de la ciudad y del país”.

Y la historia, dice, “no hay forma de borrarla, así hayan demolido el Edificio Mónaco y así quieran quitar los ‘narcotours’”

PROCESO

RC

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