El enviado de la ONU para Libia, Ghassan Salamé, denunció este lunes un grave empeoramiento del conflicto en torno a Trípoli y responsabilizó de la situación a la intervención por parte de varios países foráneos.
«Los peligros y las consecuencias directas de la interferencia extrajera son cada vez más evidentes», dijo Salamé al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en un discurso por videoconferencia desde Túnez.
El diplomático aseguró que la creciente presencia de mercenarios y combatientes de empresas militares extranjeras está aumentando la violencia y destacó que los ataques aéreos, sobre todo el uso de drones, se han convertido en un elemento clave de un conflicto que, de otro modo, sería de baja intensidad.
Según la ONU, desde que en abril comenzó la ofensiva sobre Trípoli del mariscal libio Jalifa Hafter, se han registrado más de 800 ataques con aeronaves no tripuladas en su favor.
Mientras, ha habido unos 240 ataques con drones en apoyo del Gobierno de acuerdo nacional, al que respalda Naciones Unidas.
Salamé abrió su intervención condenando precisamente un ataque aéreo registrado este mismo lunes en el sur de Trípoli.
Según las últimas informaciones de la ONU, en él habrían muerto diez personas, en su mayoría inmigrantes que trabajaban en una fábrica de galletas, y más de 35 habrían resultado heridas.
Salamé, que dijo que Naciones Unidas está tratando de verificar lo ocurrido, advirtió de que el ataque puede constituir un crimen de guerra.
Fuentes próximas al Gobierno sostenido por la ONU atribuyeron el bombardeo a la aviación de Emiratos Árabes Unidos, aliada de Hafter, que también cuenta con apoyo militar aéreo de Arabia Saudí y Egipto y con respaldo bélico de Rusia o Francia.
El enviado de Naciones Unidas aseguró que hay riesgo de que la participación extranjera en el conflicto sobrepase incluso la nacional y de que el futuro de los libios termine por no quedar en sus propias manos.
«Es en el interés de todos los libios rechazar la interferencia exterior en los asuntos de su país y espero de ellos apoyo para exigir a los actores foráneos que cumplan con el embargo de armas y se comprometan a terminar con el conflicto sobre el terreno antes de que sea demasiado tarde», señaló.
Libia es un Estado fallido, víctima del caos y la guerra civil, desde que hace ocho años la OTAN contribuyera militarmente a la victoria de los heterogéneos grupos rebeldes sobre la dictadura de Muamar al Gadafi.
En la actualidad cuenta con dos gobiernos: uno en el este tutelado por Hafter -que controla una mayoría del país- y otro llamado de Acuerdo Nacional (GNA), cuya autoridad se reduce a Trípoli y está sostenido por la ONU.
Según los últimos datos de Naciones Unidas, desde que Hafter inició en abril su ofensiva sobre la capital han muerto en la zona más de 200 civiles y más de 128.000 personas han tenido que dejar sus hogares.
EFE.