Adís Abeba, 23 julio.- El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas retomó este jueves sus vuelos de pasajeros a la región norteña de Tigray, contra la que el Gobierno etíope mantiene una ofensiva armada desde principios de noviembre.
Según un comunicado emitido por la agencia a última hora de ayer, la primera nave de pasajeros del Servicio Aéreo Humanitario de la ONU (UNHAS, según sus siglas en inglés), gestionado por el PMA, desde el 24 de junio -cuando se cortaron los vuelos comerciales a la región- aterrizó ayer en el aeropuerto internacional Alula Aba Nega, en la capital tigriña, Mekele.
«Estamos enormemente aliviados con la llegada de este vuelo de UNHAS hoy, trayendo a colegas que son esenciales en nuestros esfuerzos colectivos para ampliar la respuesta humanitaria», afirmó en el comunicado Michael Dunford, director regional del PMA para África.
A partir de ahora, los vuelos de la ONU operarán dos veces a la semana, lo que facilitará la rotación de trabajadores humanitarios en Tigray.
Un convoy del PMA, sin embargo, fue atacado el pasado domingo cerca de la ciudad de Semera, la capital de la vecina región de Afar – a la que el conflicto se ha extendido durante la última semana- cuando trataba de transportar suministros a Tigray.
La agencia etíope de refugiados (ARRA) alertó este jueves también sobre la situación de los refugiados eritreos que viven en los campamentos de Mai Aini y Adi Harush (oeste) -una zona donde ha habido combates en las últimas semanas- a los que huyeron parte de los 20.000 que vivían en los campos de Shimelba y Hitsats, completamente destruidos en los primeros meses del conflicto.
Según ARRA, que es una agencia gubernamental, al menos seis refugiados fueron asesinados por los rebeldes del Frente Popular de Liberación Tigray (FPLT) y dos murieron por falta de atención médica.
UNA GUERRA SIN UN FINAL EN EL HORIZONTE
La guerra comenzó el pasado 4 de noviembre cuando el Gobierno central lanzó una ofensiva contra el FPLT, que gobernaba la región hasta entonces, tras una escalada de las tensiones políticas durante los meses precedentes y en represalia por el ataque contra una base militar federal.
El 28 de junio, Etiopía declaró un «alto el fuego unilateral humanitario» pero, aunque el Ejército se retiró de varias ciudades (incluida Mekele), las fuerzas de la vecina región de Amhara anexionaron de facto el oeste de Tigray, donde el acceso humanitario se ve bloqueado.
Aunque ha habido algunas mejoras desde junio, según las últimas informaciones de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de la ONU, los movimientos para entrar y salir de la región norteña siguen siendo «extremadamente complicados», lo que dificulta mucho la reposición de suministros y personal.
Según OCHA, alrededor del 75 % de las personas que necesitan ayuda humanitaria – lo que supone unos 4 millones de unos 5,2 – se encuentran ya en zonas accesibles, comparado con el 30 % registrado en mayo.
El final de conflicto no parece probable a corto plazo, ya que tanto los amharas como las fuerzas tigriñas -integradas en las Fuerzas de Defensa de Tigray (FDT)- han expresado su determinación de seguir combatiendo por el territorio.
Desde el inicio de la guerra, miles de personas han muerto, cerca de dos millones se han visto desplazadas internamente en la región y al menos 75.000 etíopes han huido al vecino Sudán, según datos oficiales.
Asimismo, la ONU alertó a principios de julio de que ya hay unas 400.000 personas en condiciones de hambruna en Tigray y otros 1,8 millones al borde de ella.